Por: María Isabel Ballesteros/ En el contexto global del que ya hice mención la cultura postmoderna, caracterizada por la “ligereza” de la que habla Gilles Lipovestsky, es ahora la que define aspectos de la vida, la política y hasta de la familia, normalizando una serie de tendencias que se han ido aceptando, a pesar de ser una amenaza para los hogares que no parecemos dimensionar lo que significa esta crisis.
El politólogo Agustín Laje también puntualiza en estas tendencias, empezando por el “rechazo a la complementariedad hombre-mujer” que, si bien representa el equilibrio en la crianza ya no se considera relevante para ejercerla, pues el matrimonio, que es su pilar, se desacredita cada vez más.
Otro factor que menciona es la “pérdida de la noción de la dignidad humana”, que nos impide reconocer nuestro valor, respetarnos y crear lazos afectivos plenos, lo cual solo puede darse dentro de una familia funcional.
De igual manera, el “incumplimiento de los derechos fundamentales de la familia”, especialmente el de los padres, de educar a los niños según sus valores y principios se ha visto paradójicamente más afectado, desde la constitución de los estados laicos y la total entrega del papel formativo de los hijos a las instituciones de educación, por la incorporación de los padres al mundo laboral.
Entre tanto, al interior de las familias los especialistas también reconocen que se han configurado ciertas conductas basadas en el ego, los miedos o el alcance de estatus social y económico, como el caso de los padres preocupados por desarrollar en sus hijos el ánimo competitivo más que el carácter, estableciéndoles altas expectativas y en ocasiones mucha frustración.
En los extremos están los padres que complacen en todo a sus hijos, dándoles muchos privilegios e insuficientes responsabilidades, los muy permisivos o sobreprotectores y aquellos que para acercárseles y ser sus “amigos” los elevan al nivel del cónyuge, mientras ellos descienden al lugar de “hermano”, perdiendo así la autoridad.
También actuamos de manera contradictoria cuando prolongamos la adolescencia de nuestros hijos a los que, estando pequeños, incentivamos a que aprendan pronto a hablar, a caminar, a leer o a adoptar alguna disciplina, pero que al entrar en esta etapa de independencia queremos parar para que no crezcan o vayan tan rápido, lo que les genera no solo confusión, sino mucha inseguridad a la hora de tomar decisiones.
Esta tendencia termina influyendo en los jóvenes al demorar el matrimonio o no querer casarse para “proteger su independencia, su futuro, desarrollar su carrera y alcanzar la estabilidad económica”, lo cual les lleva, igualmente, a no querer definir sus relaciones, prefiriendo cohabitar primero para “ver cómo funciona”, sin tener que comprometer todas las prioridades y decisiones personales, fenómeno que observó muy bien el sociólogo Zygmunt Bauman, al identificar la inestabilidad de las relaciones y la incomodidad de las personas, en la actualidad, por entablar compromisos a largo plazo.
Como estocada final, en disparidad con la reducción de los matrimonios está el divorcio, fenómeno que va en aumento, incluso entre adultos mayores y cuyas consecuencias son determinantes para la estabilidad de la mayoría de los individuos, como personas y ciudadanos, pues apuntan directamente a la desintegración de la familia y al decaer la familia, decae la sociedad y la civilización.
Esta es la razón por la que todo estado se debe centrar en fortalecer las estructuras familiares, a la par del crecimiento económico, el trabajo, la educación, la salud, la seguridad social, el mantenimiento de la paz, la política exterior, etc.
Ahora bien, decir si el Estado está cumpliendo su papel como “protector” de la familia puede generar todo tipo de polémicas, pero lo cierto es que el más interesado en salvarla solo puede ser su ideólogo y creador.
Por ello, la familia es una bendición y un regalo de Dios y aunque la cultura no proponga sino que imponga modelos contra natura, que no tienen respaldo desde la biología o la genética e incluso la misma ciencia siga buscando entre los primates cómo los humanos llegamos a desarrollar nuestro propio sistema familiar, estas palabras se escribieron para ser una verdad absoluta y modelo inquebrantable entre las personas de todos los tiempos: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Génesis 1:27.
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*Asesora en Sistemas Integrados de Calidad
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