Por: Erika Bayona López/ Vivimos en una sociedad en donde el género es tan inequitativo si de ámbitos laborales, culturales y quehaceres cotidianos hablamos, sin embargo, a la hora de la verdad polvo somos y en polvo nos convertiremos.
Cuando nos referimos al rol femenino, podemos darnos cuenta que cada generación ha tenido sus propias restricciones, dificultades y luchas, porque con el paso de los siglos, en cada rincón del mundo, como si se tratara de una revolución silenciosa, siempre existe una mujer dejando huella en la historia.
La diversidad al igual que la naturaleza siempre nos genera indicios de la necesidad de rol femenino en la sociedad. Así como en espacios de artes, ciencia y política, deben tener un encanto femenino necesario en donde la mujer tenga referencia en la misma sociedad. Que para un groso ejemplo podemos citar a: Policarpa Salavarrieta, Manuela Beltrán, Marie Curie, Eva Perón, Débora Arango, Frida Kahlo, Ana Stashenko, Mónica De Greiff y seguiría con la cuenta de féminas con visión empoderada, cambiando la historia desde las limitaciones que la sociedad impuso en su momento.
A pesar de las luchas feministas, el despertar y la conciencia ha dejado resultados de su necesidad de empoderamiento, marcando una premisa fundamental en el crecimiento y formación de nuestra niñez, sin ningún tipo de distinción en su género, siendo el impulso en la construcción de sus sueños y objetivos. Todo empieza en casa, marcando desde la igualdad, educación y el contrato social, la necesidad e importancia de sembrar en nuestras futuras generaciones bases sólidas de poder, que permitan construir una sociedad como punto de partida, en el respeto a la humanidad y la naturaleza.
El uso del lenguaje es sin duda una brújula de inclusión, cuando se vetan comparaciones odiosas como: “pateas como una niña “, o cosas como “sólo las niñas lloran “, o “Si fuera mujer andaría con muchos hombres “, también referencias como: “El color rosado es de niñas”, etc. ¿Ven la importancia de utilizar debidamente los sinónimos y antónimos?
El empoderamiento de las mujeres evidentemente impulsa al desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida. Adoptar nuestro rol como mujeres en el mundo es comenzar a entender nuestro propio poder como parte de la sociedad en la que vivimos. Cuando hablamos de empoderamiento nos referimos a una mayor autonomía para las mujeres, a su reconocimiento y a la visibilidad de sus aportaciones. El empoderamiento de las mujeres implica que participemos plenamente en todos los sectores y a todos los niveles de las actividades que involucren construir economías fuertes, establecer sociedades más justas, alcanzar objetivo de desarrollo, sostenibilidad y derechos humanos y mejorar la calidad de vida de familias. Somos fuertes y merecemos ser reconocidas como tal.
Por eso debemos luchar por exigir con más capacidad el ejercicio de nuestros derechos y deberes, fortaleciendo desde el fondo de la educación, apoyándonos y sintiéndonos, acompañándonos como mujeres empoderadas, con hambre de devorarnos el mundo, revindicando nuestras competencias, sin desmeritar los méritos que cada quien desee sobresaltar.
Ser consientes de esto es el primer paso. Si adquirimos consciencia de nuestro papel en el rol social como mujeres, seremos capaces de contribuir a una sociedad inalcanzable a través de diferentes acciones.
Desde mi perspectiva, féminas empoderadas elevan el crecimiento de nuestras sociedades más justas y reivindicativas, pues pese a que somos suficientes, muchas veces el miedo, nos hace sentir inseguras, ignorando nuestras extraordinarias virtudes.
Es indispensable que las mujeres tengamos voz y voto en todos los ámbitos para que podamos participar en igualdad de condiciones en la toma de decisiones que determinen un mejor futuro a la hora de formar país, desde la misma economía incluyente y gerencial de empresas, entidades o sociedades que permitan su participación, dejando de lado las ínfulas del machismo, pues para nadie es un secreto que en nuestro país los altos mandos directivos y puestos gerenciales son ocupados en más de un 60% por hombres cuyas competencias pueden desempeñarse por cualquier tipo de género.
Somos seres de costumbres, donde muchas se encajan en la sumisión y complacencia de la mujer. El empoderamiento femenino suele señalarse como feminismo extremo, en cambio, a lo que respecta el rol masculino, son denotados con ardua personalidad, generando serios indicios de los que parece ser una inequidad social comportamental. Esa codificación debe dejar de normalizarse y en consecuencia la imparcialidad, educación y empatía, es quizás la única limitación en la expresión del albedrio.
El poder femenino es un sinónimo de éxito y para la muestra, el valiente desempeño en los diferentes ámbitos de los roles sociales, demostrando día a día que más allá de las cuadriculas de nuestra sociedad, salirse de las líneas se ha convertido en una mejor opción y una oportuna necesidad de cambios sociales. Las mujeres actualmente tenemos diferentes tipos de metas, ya no pensamos igual que antes, estamos adquiriendo más poder, sintiéndonos exitosas desempeñándonos en diferentes actividades laudables y satisfactorias a través de cada ámbito de acción o estudio, adquiriendo experiencia educativa creciendo profesionalmente o viviendo plenamente también siendo amas de casa y teniendo una familia, estando solteras etc. Ya no estamos para tener la típica felicidad viviendo de las expectativas de otros.
¿De qué forma podemos conseguir nuestra propia felicidad? apoyándonos más como mujeres. ¿Por qué no mejor cuando sintamos el impulso de criticar mejor intentamos reconocernos algo positivo? No seamos más competencia, debemos ser un apoyo para cada una. Dejemos de criticarnos las unas a las otras y seamos más sensibles y cariñosas. Debe existir un poco más ese apoyo entre nosotras, ese colegaje que nos impulse a existir y arrancar desde el simple hecho de querer reconocernos por lo valientes que somos y no por esa carga pesada que llevamos desde tiempos inmemorables en la sociedad.
Debemos entender que necesitamos de nosotras mismas como mujeres para crecer juntas, porque queremos y podemos hacerlo mejor, y esto sucede en todos los círculos en los que participamos uniendo nuestros objetivos e intereses para lograr ser más ricas en todos los aspectos.
Recordemos siempre como mujeres: Somos importantes, somos suficientes, somos la razón por la que muchos creemos que el mundo vale la pena.
Y tal como lo expresó Jane Goodall: “El mayor peligro que nos depara el futuro es la apatía”.
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*Logistic Coordinator. Administradora de negocios internacionales y especialista en mercadeo internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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