Se trata de un nuevo capítulo de las idas y venidas del pontífice argentino en su relación con la población LGBTIQ+, con la que ha buscado un acercamiento y cuya aceptación ha promovido dentro de una iglesia profundamente conservadora, pero del que lo han separado acciones concretas en el pasado reciente.
De acuerdo con versiones de medios italianos que citaron a obispos que no fueron identificados, el papa habría bromeado en una reunión privada el 20 de mayo, diciendo que en algunos de los seminarios ‘ya hay demasiada “frociaggine”’, mariconería traducido al español.
Las expresiones del pontífice se produjeron en un encuentro con la Conferencia Episcopal italiana, en el que se abordó la estricta prohibición del Vaticano de ordenar sacerdotes homosexuales, una decisión adoptada en 2005 en tiempos de Benedicto XVI y ratificada en 2016, durante el papado de Francisco.
No es la primera vez que el papa Francisco tiene que recoger sus dichos, tras causar molestia en sectores específicos. Su tendencia a ser locuaz, su habla coloquial y el hecho de que el italiano no es su lengua materna lo han llevado a cometer errores que debe enmendar después.
“¡En la Iglesia hay lugar para todos, para todos! Nadie es inútil, nadie sobra, hay sitio para todos», reza el comunicado compartido por el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni.
La organización New Ways Ministry, que aboga por el encuentro entre la Iglesia Católica y la comunidad sexodiversa, se dio por satisfecha con las disculpas de Francisco, coincidiendo en atribuir el “uso del insulto” a un “coloquialismo exagerado”.
Entre dichos y hechos
La nueva polémica vuelve a entorpecer la política de acercamiento de Francisco a la población LGBTIQ+. En 2013, el papa respondió a referencias sobre un sacerdote que habría tenido un amante del mismo sexo preguntándose “¿Quién soy yo para juzgar?”.
Desde entonces, el pontífice ha recibido a católicos transgénero, ha dado permiso a sacerdotes católicos para bendecir la unión de parejas del mismo sexo y ha combatido las legislaciones que sancionan la homosexualidad, llegando a afirmar en una entrevista con la agencia AP que “ser homosexual no es un delito”.
Sin embargo, en ese mismo encuentro periodístico matizó que si bien no era un delito, sí era “un pecado”, porque la actividad sexual se producía en medio de uniones fuera del matrimonio, lo cual es rechazado por la doctrina católica.
Además, en abril pasado firmó una declaración de 20 páginas emitida por el Vaticano que calificó las cirugías de reasignación de género y la teoría de género como una “grave violación de la dignidad humana”.
Y es que aunque Francisco está de acuerdo con acoger en el seno de la Iglesia católica a personas transgénero, comulga con la decisión de la Santa Sede de cerrar las puertas a la llamada ideología de género.
¿Tendencia inocultable?
Las referencias de Francisco se produjeron durante su participación en una asamblea de la Conferencia Episcopal italiana, que recientemente aprobó un documento que pedía una reconsideración a la prohibición de formar seminaristas homosexuales, apelando al argumento de que estos estarían sometidos a la misma obligación de celibato que sus pares heterosexuales.
El documento responde a una tendencia creciente en la Iglesia católica, donde de acuerdo con publicaciones y estudios recientes se estaría incrementando la presencia de sacerdotes homosexuales.
El fallecido psicoterapeuta Richard Sipe, un antiguo monje benedictino que enseñó en seminarios estadounidenses, llegó a estimar que durante la primera década de este siglo esa presencia de población alcanzaba el 30% del clero en todo el país.
El también difunto Donald Cozzens, rector de un seminario y autor del libro ‘El Rostro Cambiante del Sacerdocio’, afirmó en esta publicación que el oficio del sacerdote se estaba convirtiendo cada vez más en una profesión homosexual, por la tendencia de los heterosexuales a abandonar los hábitos para iniciar sus propias familias.