Se trata del nivel más alto desde que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (Inpe) comenzó a recopilar datos, a mediados de 2015, sobre la Amazonía a través del sistema de seguimiento por satélite Deter.
Entre el 1 de enero y el 24 de junio, la selva tropical más extensa del planeta perdió 3.987 kilómetros cuadrados de vegetación, un 10,6% más que en el mismo período de 2021.
Las cifras sostienen que la deforestación de la Amazonía brasileña avanza en equivalencia a dos canchas de fútbol cada minuto. Sólo en junio de este 2022 fueron destruidos 1.120 kilómetros cuadrados de vegetación nativa en esa región del país.
La Amazonía contiene grandes cantidades de carbono que se liberan a medida que se destruye la vegetación, calentando la atmósfera e impulsando el cambio climático. Esta enorme parcela de tierra, ahora en riesgo, supone el 59% del suelo brasileño.
Deforestación e incendios
Los meses de mayo y junio marcan el inicio de los grandes incendios en la región cada año debido a la sequía estacional, pero la creciente deforestación de este año está alimentando unos niveles de quemas inusualmente altos.
Desde principios de 2022, los satélites del Inpe han registrado una concatenación de récords mes tras mes en la Amazonía brasileña, así como un nivel que rompe con las cifras del histórico en el mes de junio con de 2.562 incendios, el mayor volumen visto para este mes desde hace 15 años.
Son niveles que probablemente empeorarán en los próximos meses, dijo Manoela Machado, investigadora de incendios forestales y deforestación de la Universidad de Oxford. Un total de 7.533 incendios ya se han registrado desde principios de año, la peor cifra desde 2010 y un 17% más que el año pasado.
Una destrucción disparada con el mandato de Bolsonaro
El presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, es el blanco de muchas críticas internacionales por sus políticas medioambientales, socavando las protecciones ambientales que, según él, son un obstáculo para el desarrollo económico. Desde que asumió el cargo presidencial en enero de 2019, las cifras de deforestación de la Amazonia no han hecho sino aumentar.
Aunque el mandatario ha aprobado varios decretos y leyes para proteger la selva, al mismo tiempo ha recortado la financiación de los programas de protección y vigilancia gestionados por el Gobierno y ha impulsado la apertura de las tierras indígenas, históricamente protegidas, a las actividades extractivistas mineras y agrícolas.
El principal organismo público de protección del medio ambiente sólo gastó el 41% de su presupuesto asignado a la vigilancia en 2021, según datos del colectivo de ONGs Observatorio del Clima, una red que agrupa a más de 70 organizaciones defensoras de los ecosistemas naturales.
El Observatorio del Clima informó también que los datos registrados hasta el momento indican que la tasa de deforestación en 2022 sobrepasará nuevamente los 10.000 kilómetros cuadrados, una cifra que no se reportaba desde 2008 y que se volverá a ver, de acuerdo con las estimaciones, bajo el mandato del ultraderechista.
¿Qué podrían cambiar las próximas elecciones?
El 2 de octubre tendrán lugar las elecciones presidenciales en Brasil. Según la gran mayoría de las encuestas publicadas hasta la fecha, es probable que Jair Bolsonaro, que aspira a la reeleción, pierda ante su rival, el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva. El más reciente sondeo de la empresa demoscópica ‘Datafolha’ indica que Lula obtendría el 47% de la intención de voto frente al 28% de Bolsonaro.
Los sectores ecologistas apuestan por que Lula, que presidió un fuerte descenso de la deforestación durante su presidencia entre 2003 y 2010, gane las elecciones de octubre para dar un giro a la política medioambiental de Brasil.
Pero incluso si Bolsonaro pierde, es probable que este año se produzcan altos niveles de deforestación e incendios, ya que los sectores madereros, los grandes latifundistas y los líderes de otras actividades extractivistas tratarán de sacar provecho de la débil aplicación de la ley ante un posible cambio de Gobierno, afirman científicos y activistas.