Por: Érika Bayona López/ En una sociedad que se considera como avanzada, con avances en tecnología, conocimiento y sistemas de salud de última generación, es alarmante la falta de sensibilidad y humanidad que aún prevalece en algunos profesionales médicos, especialmente cuando se trata de pacientes mayores. Lo que podría ser una relación de confianza y compasión, a menudo se convierte en un trámite burocrático donde la vida de los adultos mayores pierde valor, y sus derechos a recibir atención médica integral de ven truncados.
¿Por qué en pleno siglo XXI, los adultos mayores siguen siendo invisibles en el sistema de salud?
El tratamiento de los adultos mayores a menudo no solo es deficientes, sino que, en muchos casos es deshumanizado. A pesar de los avances médicos, muchos médicos siguen siendo indiferentes a las necesidades específicas de este grupo vulnerable.
La falta de acceso a atención médica adecuada puede llevar a un deterioro en la salud física. Los adultos mayores pueden no recibir tratamientos necesarios, lo que agrava enfermedades crónicas y aumenta el riesgo de complicaciones. Además, la negligencia y la atención fragmentada pueden limitar su capacidad para mantenerse independientes.
¿Dónde queda la humanidad?
El papel de un médico no solo es diagnosticar y tratar enfermedades; un buen médico vela por el bienestar integral del paciente, entendiendo que cada ser humano tiene necesidades físicas, emocionales y espirituales. Lamentablemente, esta visión se pierde cuando se convierte la medicina en una rutina mecanizada, donde el paciente es solo un número más en la lista de espera.
Para muchos médicos, los adultos mayores parecen ser pacientes invisibles. Se les ve como personas que «ya han vivido lo suficiente», y por tanto, sus vidas no tienen la misma importancia que las de los jóvenes. En muchos casos, cuando se trata de autorizar terapias que podrían aliviar el sufrimiento de estos pacientes, o incluso tratamientos alternativos que complementen su recuperación, la respuesta suele ser negativa o indiferente. ¿Por qué? Porque, en muchos casos, no encajan en los estrictos parámetros de la medicina convencional o simplemente no son rentables.
El concepto social de envejecimiento ha ido sufriendo modificaciones a lo largo de los años. Lo que antes era una posición de respeto como guardián de la sabiduría, ahora se ve en muchas sociedades industrializadas como una carga social y económica. Estas actitudes generan un impacto emocional significativo, tanto en los mayores como en los adultos, generando gerontofobia. Hoy en día, se reclama más calidad de vida que cantidad.
Es aterrador cómo algunos médicos, sin mostrar ninguna clase de compasión, deciden no autorizar terapias alternativas que podrían hacer una gran diferencia en la recuperación o en la calidad de vida de una persona mayor. Terapias que podrían, por ejemplo, aliviar dolores crónicos, mejorar la movilidad o incluso combatir depresiones, que son comunes en los adultos mayores debido a la soledad y la pérdida de autonomía.
Abordar estas falencias requiere de un enfoque integral y coordinado, con la participación de todos los actores del sistema de salud. Siempre se nos presenta un camino a recorrer para reclamar ante la ley. Por ello, si una persona de la tercera edad que está a nuestro cargo padece una negligencia médica, es vital saber los pasos a seguir.
La deshumanización de la tercera edad
Lo más triste es que, más allá de la falta de conocimiento sobre tratamientos alternativos, muchos de estos médicos no se molestan siquiera en investigar o en considerar la posibilidad de que una terapia alternativa puede complementar un tratamiento convencional. ¿Por qué? Porque el adulto mayor se ha convertido, en muchos casos, en un objeto más dentro del sistema de salud, en lugar de ser un ser humano digno de respeto y cuidado.
La verdadera tragedia está en que, con su indiferencia, estos médicos contribuyen a la deshumanización de la tercera edad. Y no me refiero solo a la actitud fría de algunos profesionales, sino también a la falta de paciencia y respeto al tratar a estos pacientes. Muchas veces, el trato que reciben no solo es impersonal, sino condescendiente. Pareciera que el simple hecho de ser mayores les otorga el derecho a algunos médicos de despojarlos de su dignidad.
En lugar de considerar las alternativas que puedan hacer que sus pacientes vivan mejor, algunos médicos solo se limitan a administrar medicamentos, sin investigar si estos realmente están mejorando la vida de sus pacientes. Y lo más grave es que, en muchos casos, no solo están negando una terapia o tratamiento, sino que están quitando una oportunidad para que esa persona viva de forma más digna, más cómoda y, lo más importante, más feliz.
No es solo una cuestión de medicina, es una cuestión de ética y humanidad
La medicina debería estar al servicio de las personas, no solo de la ciencia y la rentabilidad. Y esa es la principal responsabilidad de los profesionales de la salud: humanizar la atención. Pero también es fundamental que los médicos no se conviertan en guardianes de una burocracia fría y lejana que pone obstáculos innecesarios a los tratamientos y terapias alternativas que podrían mejorar significativamente la calidad de vida de los adultos mayores.
Un buen médico debe ser capaz de ver más allá de la edad de un paciente y ofrecer soluciones que respeten su bienestar integral. Las personas mayores no deben ser tratadas como objetos descartables; al contrario, merecen el respeto, la dignidad y el derecho de explorar todas las alternativas disponibles para su salud y bienestar. La medicina no debe ser solo una práctica científica, sino también un acto de empatía y respeto hacia el prójimo.
Un llamado a la reflexión
No podemos seguir permitiendo que algunos médicos actúen con indiferencia, que se enfoquen únicamente en los números y los diagnósticos, olvidando que detrás de cada caso hay una persona con una vida, con historias, con recuerdos y con emociones. Los adultos mayores no deben ser desechados, ni tratados con desdén o indiferencia. Merecen recibir el mejor trato posible y, sobre todo, ser escuchados.
Es hora de que la medicina recupere su dimensión humana, que vuelva a ser un espacio de empatía y compasión, y que nuestros médicos se conviertan en defensores de la dignidad y calidad de vida de todos sus pacientes, sin importar la edad. La vida de nuestros adultos mayores no debe ser considerada menos valiosa. Su salud no debe ser una cuestión de números ni de intereses. Es una cuestión de humanidad.
Recordemos que cada paciente es una persona con vida, una historia y seres queridos que dependen de nosotros para recibir el mejor cuidado posible. La negligencia no solo afecta la salud física de estos pacientes, sino también su bienestar emocional y su calidad de vida.
«La compasión y la empatía son tan esenciales en la medicina como el conocimiento y la habilidad».
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*Business Data Analyst – IT & Logistics / MBA & Máster en Project Management. Auditor interno BASC. Administradora de Negocios Internacionales y Especialista en Mercadeo Internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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