La Corte Penal Internacional (CPI) es un tribunal permanente encargado de juzgar a individuos acusados de genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión. Establecida en 2002, la CPI ha sido fundamental en la lucha contra la impunidad de los crímenes más graves que afectan a la comunidad internacional.
La Corte Penal Internacional (CPI) tiene su sede en La Haya, Países Bajos. Opera como un tribunal permanente independiente que tiene jurisdicción sobre los crímenes más graves que afectan a la comunidad internacional, como el genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión.
La CPI opera de acuerdo con el Estatuto de Roma, el tratado fundacional que establece su estructura y funcionamiento. La Corte puede ejercer su jurisdicción cuando un Estado parte no investiga o enjuicia adecuadamente los crímenes internacionales, o cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas remite un caso a la CPI.
La CPI cuenta con una Fiscalía independiente encargada de investigar y presentar acusaciones contra presuntos responsables de crímenes internacionales. Los jueces de la CPI son los encargados de garantizar un juicio justo y de pronunciar sentencias en base a la evidencia presentada.

¿Cómo participan los países?
Los países pueden participar en la Corte Penal Internacional (CPI) de varias maneras:
Ratificación del Estatuto de Roma: Para participar plenamente en la CPI, un país debe ratificar el Estatuto de Roma, que es el tratado fundacional de la Corte. Al ratificar este tratado, un país se compromete a respetar y cumplir con las disposiciones de la CPI, incluyendo la cooperación con la Corte y el cumplimiento de sus decisiones.
Cooperación con la CPI: Los países que son parte del Estatuto de Roma están obligados a cooperar con la CPI en la investigación y enjuiciamiento de los crímenes internacionales. Esto incluye la entrega de sospechosos, testigos y pruebas, así como la ejecución de órdenes de arresto emitidas por la Corte.
Remisión de casos: Los países tienen la opción de remitir casos a la CPI para su investigación y enjuiciamiento. Además, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puede remitir casos a la CPI, incluso en situaciones donde los Estados involucrados no son partes del Estatuto de Roma.
Participación en la Asamblea de los Estados Partes: Los países que han ratificado el Estatuto de Roma son considerados «Estados Partes» y tienen derecho a participar en la Asamblea de los Estados Partes, el órgano de gobierno de la CPI que se reúne anualmente para tomar decisiones sobre cuestiones importantes relacionadas con la Corte.

La administración de la CPI
La Corte Penal Internacional (CPI) es administrada y dirigida por varios órganos principales:
Presidencia: El presidente de la CPI es el encargado de representar a la Corte en sus relaciones externas y de presidir las audiencias judiciales en la Sala de Cuestiones Preliminares, la Sala de Juicio y la Sala de Apelación.
Asamblea de los Estados Partes: Este órgano está compuesto por los Estados que han ratificado el Estatuto de Roma. La Asamblea de los Estados Partes es responsable de la toma de decisiones importantes relacionadas con la administración y el funcionamiento de la CPI.
Presidencia de la Asamblea de los Estados Partes: El presidente de la Asamblea de los Estados Partes es elegido entre los representantes de los Estados Partes y es responsable de liderar las reuniones de la Asamblea y facilitar el proceso de toma de decisiones.
Fiscalía: La Fiscalía de la CPI es un órgano independiente encargado de investigar los crímenes internacionales, presentar acusaciones y representar al interés público en los procedimientos judiciales.
Cámara de Primera Instancia y Sala de Apelación: Estos órganos judiciales son responsables de garantizar un juicio justo y de pronunciar sentencias en base a la evidencia presentada en los casos llevados ante la CPI.

La validez de los fallos
Los fallos de la Corte Penal Internacional (CPI) tienen validez y autoridad legal dentro del marco del Estatuto de Roma y del derecho internacional. La CPI es un tribunal permanente establecido por un tratado internacional, y los Estados que han ratificado el Estatuto de Roma reconocen la autoridad de la CPI para juzgar y pronunciar sentencias en casos de genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y crimen de agresión.
Los Estados Partes en el Estatuto de Roma están obligados a cumplir con las decisiones de la CPI y a cooperar con la Corte en la ejecución de sus órdenes. Además, las sentencias de la CPI pueden tener implicaciones significativas para los individuos condenados, así como para la promoción de la justicia internacional y la rendición de cuentas.
Es importante tener en cuenta que, aunque la CPI es un tribunal internacional, su autoridad y capacidad para hacer cumplir sus decisiones pueden ser limitadas en algunas circunstancias. Por ejemplo, la falta de cooperación de los Estados o la negativa de algunos líderes políticos a cumplir con las sentencias de la CPI pueden obstaculizar la implementación efectiva de la justicia internacional.

Netanyahu y Putin, en la mira
La CPI solicitó emitir una orden de arresto para el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Esto se suma a otras órdenes de arresto emitidas para mandatarios, expresidentes y demás personajes del ámbito geopolítico reconocidos a nivel internacional.
En 2023, la CPI ordenó el arresto para el presidente ruso Vladímir Putin y Maria Lvova-Belova, la Comisionada rusa para los Derechos de los Niños. Estas órdenes, emitidas el 17 de marzo de 2023, los acusan de la deportación y transferencia ilegal de niños desde regiones ocupadas de Ucrania a Rusia, acciones clasificadas como crímenes de guerra bajo el Estatuto de Roma.
Se alega que Putin y Lvova-Belova son responsables de estos crímenes cometidos en territorios ucranianos ocupados desde 2022. Por parte de la CPI es la primera vez que se emite una orden de arresto contra un líder en ejercicio de un miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Otro de los casos más emblemáticos juzgados por la CPI es el del ex presidente de Liberia, Charles Taylor. En 2012, Taylor fue condenado por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos durante la guerra civil en Sierra Leona. Su condena marcó un hito en la responsabilidad de los líderes políticos por atrocidades perpetradas en conflictos armados.
Omar al-Bashir, el expresidente de Sudán, enfrentó acusaciones de abusos contra los derechos humanos y crímenes de guerra durante su mandato. La CPI emitió dos órdenes de arresto en su contra en 2009 y 2010, acusándolo de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio en relación con el conflicto en Darfur.
Sin embargo, Omar al-Bashir aún no ha sido entregado a la CPI. En cambio, permaneció en Sudán hasta abril de 2019, cuando fue derrocado del poder después de meses de protestas contra su régimen. La CPI explica que hasta que Al Bashir sea arrestado y trasladado a la sede de la Corte en La Haya, el caso permanecerá en la etapa previa al juicio
Saif al-Islam Gadafi, el hijo del exlíder libio Muamar el Gadafi, también ha estado implicado en asuntos relacionados con la CPI. En 2011, la CPI emitió una orden de arresto contra Saif al-Islam Gadafi por crímenes contra la humanidad presuntamente cometidos durante el levantamiento contra el régimen de su padre en Libia.
El mandato de arresto contra Maxime Jeoffroy Eli Mokom Gawaka, exministro de desarme de la República Centroafricana, fue emitido en 2018 por presuntos crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad cometidos en la República Centroafricana. Mokom fue entregado a la CPI en 2022. En octubre de ese mismo año, se ordenó la liberación inmediata de Mokom, sin embargo, el exministro se encuentra en una ubicación temporal designada por la CPI.
Simone Gbagbo, la ex primera dama de Costa de Marfil, fue condenada en 2015 por un tribunal nacional en Costa de Marfil por socavar la seguridad del Estado y sentenciada a 20 años de prisión.
Sin embargo, la CPI también buscaba su extradición para enfrentar cargos por crímenes de lesa humanidad presuntamente cometidos durante la crisis postelectoral en Costa de Marfil entre 2010 y 2011. El alto tribunal señala que “Costa de Marfil aún tiene la obligación de entregarla a La Haya para enfrentar los cargos”.
Además, el caso de Jean-Pierre Bemba, ex vicepresidente de la República Democrática del Congo, es significativo. Bemba fue condenado por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad cometidos por sus tropas en la República Centroafricana. Esta condena resalta la responsabilidad de los comandantes militares por los actos de sus subordinados.