Por: Deivy Fernando Vega Herrera/ La corrupción en este país parece encontrar refugio en los políticos invisibles: políticos cuyos nombres y rostros escapan del reconocimiento público. Esto se hizo evidente una vez más con el reciente escándalo de corrupción en la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (UNGRD), en donde los nueve congresistas salpicados en el escándalo son prácticamente políticos invisibles que muy pocos colombianos reconocen o han escuchado hablar alguna vez[1].
Para los partidos políticos es apenas lógico que los implicados en un caso de corrupción sean congresistas desconocidos o anónimos: esta estrategia les garantiza que las caras más visibles del Congreso (como Paloma Valencia, Iván Cépeda o Jota Pe Hernández) salgan limpios de los escándalos de corrupción y, así, logran proteger la imagen en general de los grupos políticos que están en el poder.
La estrategia funciona con tal éxito que si un colombiano busca a los congresistas implicados en el escándalo de la UNGRD, probablemente encontrará nombres que nunca había escuchado en su vida1. Este fenómeno de invisibilidad es clave: como bien señala el sociólogo, John Graventa, la corrupción se facilita cuando los políticos corruptos son figuras de las que la ciudadanía apenas tiene conciencia[2]. Esta falta de reconocimiento permite que como sociedad olvidemos rápidamente quiénes fueron los políticos corruptos, diluyendo la responsabilidad y el vínculo que estos tuvieron con sus partidos políticos.
Si se hace una revisión general, de los 296 congresistas que tenemos en el país, distribuidos entre el Senado y la Cámara de representantes, la mayoría de los colombianos no reconocemos ni a la mitad de ellos[3]. Aunque en el papel los congresistas deben reunir un número significativo de votos para ocupar una curul, en la práctica la mayoría de ellos son prácticamente desconocidos o invisibles para los colombianos, con las contadas excepciones de congresistas más populares en redes sociales como los congresistas Jota Pe Hernández o Katherine Miranda.
Este evidente anonimato en la mayoría de los congresistas explica por qué es tan frecuente que estos estén involucrados en casos de corrupción. Desde el escándalo de las marionetas en el gobierno Duque[4], el cartel de la mermelada en el gobierno Santos[5] o el reciente escándalo de la UNGRD en el gobierno Petro[6], los salpicados son casi siempre congresistas de poco revuelo que tienen un papel secundario en los partidos políticos que integran. Este patrón permite que, cuando se destapa un caso de corrupción, los partidos políticos puedan presentar a los involucrados como políticos ajenos a su organización, señalando al corrupto como una excepción dentro del sector político que representan.
La situación actual plantea una pregunta clave: ¿para qué necesitamos mantener a 296 congresistas con nuestros impuestos si la mayoría son completamente desconocidos? Recordemos que cada uno de los congresistas gana más de 48 millones de pesos mensuales, lo que quiere decir que los colombianos con nuestros impuestos le pagamos a cada congresista más de 550 millones de pesos al año por su “notable» labor.
Por esta razón, más allá de la representación popular que en teoría trata de garantizar la distribución de curules, el congreso se convierte en un sinsentido cuando gran parte de los congresistas no son reconocidos ni recordados por la ciudadanía. Es preferible reducir el número de congresistas a los cuales se les pueda hacer un control político más efectivo, que mantener una multitud de políticos invisibles, que solo sirven para perpetuar escándalos y diluir la rendición de cuentas a los partidos políticos en casos de corrupción.
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*Economista y Magíster en Economía y Desarrollo. Asesor pensional independiente con experiencia certificada con Colpensiones y empresas privados. Investigador interesado en la academia. Docente universitario.
[1] Sebastián Ramírez (Julio de 2024). Estos son los nombres de los nueve congresistas salpicados por caso de corrupción en la UNGRD. Publimetro. Publímetro.
[2] Gaventa, J. (Abril de 1982). Power and powerlessness: Quiescence and rebellion in an Appalachian valley. University of Illinois Press.
[3] Redacción Semana (Abril de 2009). ¿Qué tanto saben los colombianos del trabajo del Congreso? Revista Semana.
[4] Jersson Ortiz (Febrero de 2024). Caso “marionetas” muestra cómo se aceitó la gobernabilidad de Duque. La Silla Vacía.
[5] La FM (Febrero de 2018). Cartel de la Mermelada: se investiga presunto arreglo para reelección presidencial Santos. La FM.
[6] Rafael Quintero (Julio de 2024). Escándalo en la UNGRD: los contratos que coinciden con denuncias de Olmedo López sobre supuesta ‘compra de congresistas’. El Tiempo.