Por: Javier García Gélvez/ ¿Puede un decreto, emanado de la voluntad de un individuo, reescribir las bases de una nación?
El error de Petro radica en subestimar la capacidad de discernimiento de los ciudadanos, en una era donde la juventud se caracteriza por su espíritu crítico y su rechazo a aceptar imposiciones sin cuestionamiento, pretender convocar una constituyente sin el respaldo popular es, cuanto menos, ingenuo.
¿Acaso cree Petro que los colombianos están dispuestos a seguir en fila india, como borregos al matadero, hacia unas urnas convocadas unilateralmente?
La arrogancia implícita en esta acción refleja una visión impositiva y despectiva hacia el pueblo colombiano.
¿Acaso Petro considera que los ciudadanos son meros peones en su tablero político, fácilmente manipulables a su antojo? Es una afrenta no solo al intelecto, sino también a la dignidad de cada colombiano.
El argumento de Petro sobre la supuesta tendencia de los pobres a volverse de derecha al mejorar su situación económica es simplista y condescendiente, reduce la complejidad de las decisiones políticas a una cuestión de nivel socioeconómico, ignorando las múltiples variables que influyen en las preferencias políticas de los individuos; además, denota una visión sesgada y elitista sobre la clase media, presentándola como avara y egoísta.
El verdadero compromiso con los pobres no radica en perpetuar su dependencia del Estado, sino en empoderarlos para que puedan superar su situación de vulnerabilidad, la ayuda asistencialista puede mitigar la pobreza temporalmente, pero no resuelve sus causas subyacentes, es necesario brindar oportunidades de educación, formación y empleo digno que permitan a los individuos alcanzar su pleno potencial.
La pobreza no solo es una condición económica, sino también un estado mental, la mentalidad de escasez y dependencia perpetúa el ciclo de la pobreza, impidiendo el desarrollo personal y social, es fundamental fomentar una mentalidad de abundancia y emprendimiento, donde cada individuo se reconozca como agente de cambio y protagonista de su propio destino.
La propuesta de Petro de regalar pan y tomates como solución a la pobreza es insultante y miope, no se trata de dar limosnas, sino de crear condiciones equitativas que permitan a todos los ciudadanos acceder a oportunidades de desarrollo, el asistencialismo promueve la pasividad y la dependencia, en lugar de fomentar la autonomía y la dignidad.
Es hora de abandonar la lógica clientelista que ha dominado la política colombiana durante décadas, la compra de votos mediante dádivas y bonos es una práctica antidemocrática que socava los cimientos de la institucionalidad, los ciudadanos merecen un gobierno que los respete como ciudadanos libres e iguales, no como súbditos dependientes de la benevolencia estatal.
En última instancia, la verdadera solución a la pobreza no radica en la caridad, sino en la justicia social y la igualdad de oportunidades, es responsabilidad del Estado garantizar el acceso a servicios básicos, educación de calidad y empleo digno para todos sus ciudadanos, solo así podremos construir una sociedad más justa, próspera y equitativa para las generaciones futuras.
Es imperativo que el presidente Petro dirija su atención y energía hacia los verdaderos desafíos que enfrenta Colombia en este momento crucial de su historia en lugar de distraerse con iniciativas polémicas y unilateralistas, como la convocatoria a una constituyente por decreto, debe enfocarse en gobernar con responsabilidad y liderazgo, la crisis económica y la corrupción son problemas urgentes que demandan soluciones concretas y acciones decididas.
El país necesita un líder comprometido con el bienestar de todos los colombianos, no un político que busque perpetuarse en el poder a cualquier costo. Petro debe dejar de lado las estrategias populistas y enfocarse en implementar políticas públicas efectivas que impulsen el desarrollo económico, fomenten la transparencia y combatan la corrupción en todas sus formas.
Es hora de dejar de lado los juegos políticos y trabajar en unidad para construir un país más próspero, justo y democrático. Colombia merece un liderazgo honesto, visionario y comprometido con el interés común, Petro tiene la responsabilidad de estar a la altura de las expectativas del pueblo colombiano y dedicarse de lleno a sacar al país de la crisis en la que está sumido.
Es tiempo de acción, no de palabras vacías, promesas huecas y burlas al intelecto de los colombianos.
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*Contador Público, Especialista en Revisoría Fiscal y Magister en Gestión de la Tecnología Educativa.