«Pensamos que estábamos pasando por lo peor hace un año, pero los límites vuelven a ir más lejos. Nuestra moneda cayó de nuevo, mi alquiler ha subido un 40 por ciento y cada viaje al supermercado me cuesta un poco más. Es un pozo sin fondo», cuenta Mahsa*, una habitante de Teherán y madre de familia. Hace un año perdió su trabajo, cuando la primera ola de Covid-19 golpeó a Irán. Mahsa laboraba en una agencia de viajes que se vio obligada a reducir su tamaño.
En los últimos meses, muchas empresas iraníes han tenido que despedir a sus empleados o cerrar definitivamente a raíz de la crisis sanitaria. «Además de eso, debido a las sanciones, ya no encontramos ciertos medicamentos para la epilepsia o los pacientes con Parkinson. Uno a uno, mis amigos se han ido del país», lamenta Mahsa.
Para ella, que votó como muchos otros iraníes por los reformadores en las anteriores elecciones presidenciales con el fin de «ganar libertades individuales», el principal tema de las elecciones del 18 de junio es la crisis económica. «Realmente vivimos bajo presión, estamos cansados y el Covid-19 terminó acabándonos, ni siquiera sé si votaré», confiesa la mujer.
Su preocupación es compartida por Mohsen*, un músico iraní de 45 años. «Hasta que la economía no mejore, realmente no quiero involucrarme en la política», dice este padre de familia. “Yo formaba parte de esa clase media que todavía podía viajar por el país como mínimo, permitirse ir a restaurantes u organizar actividades de ocio para sus hijos. Hoy, en lo que a mí respecta, esto se acabó. La parte más difícil es no poder inscribir a mi hija a sus clases de deporte y música, o incluso reemplazar su patineta rota durante meses».
Mohsen está lejos de ser un caso aislado. «Esta grave crisis está llevando a la pobreza a una parte de la clase media», dijo Thierry Coville, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris).
Una sociedad «a la espera» de un acuerdo nuclear
Irán ha estado en recesión durante los últimos tres años, la inflación se eleva al 41 por ciento y el desempleo ronda el 11 por ciento, una tasa oficial que los expertos aseguran está subestimada. Según Coville, el número de desempleados rondaría más bien el 20 por ciento de la población.
El panorama es aún más sombrío cuando se trata de las clases populares. Los más afectados por esta crisis «ya ni siquiera pueden permitirse comprar carne». Para un obrero iraní, que gana el salario mínimo (60 euros), el precio de un kilo de pollo representa el 10 por ciento de sus ingresos mensuales. «Algunos negocian préstamos con las tiendas, otros ya no comen carne o han reducido drásticamente las raciones», dice Coville.
«La gente tiene cosas más importantes que hacer que ir a votar, están desilusionados», asegura Azadeh Kian, profesor de sociología política en la Universidad Paris Diderot. Para el investigador, la sociedad iraní no está «en la movilización» sino «a la espera», en la víspera de las elecciones: «La salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear en 2018 juega con la moral. Los iraníes esperan más el resultado de las negociaciones sobre este asunto que el resultado de las elecciones», agrega Kian.
La angustia económica antes que las libertades individuales
Hasan Rohani fue elegido presidente en 2013 con un fuerte apoyo de la clase media que esperaba una negociación del acuerdo nuclear con Estados Unidos. El líder persa fue reelegido cuatro años más tarde, gracias a un repunte de la economía y una breve flexibilización de las sanciones.
Sus victorias de ese entonces «no fueron impulsadas por la angustia económica sino por la esperanza», señaló en una publicación del Banco Mundial, Djavad Salehi-Isfahani, profesor de economía en Virginia Tech e investigador asociado en el Foro de Investigación Económica de El Cairo. En su análisis, el docente asegura que la clase media iraní constituye «un grupo electoral poderoso».
En el ámbito social, la aspiración a mayores libertades individuales, idea que logró movilizar al electorado femenino y a la juventud en los comicios pasados, ha quedado esta vez en un segundo plano. «Hasan Rohani decepcionó mucho, no pudo evitar el encarcelamiento de activistas de derechos humanos, derechos de la mujer y protección ambiental. Tampoco cumplió su promesa de crear un ministerio de derechos de la mujer», señala Kian. Sin embargo, esta preocupación no ha desaparecido por completo. Y esto es quizás lo que podría hacer que Mahsa regrese a las urnas. «Por miedo, sin duda, votaré a última hora, si siento que un ultraconservador va a ganar. Ahí, mi voz podría contar», dice la iraní.
*El nombre fue cambiado