Corría el año de 1992, cuando conocí por primera vez este municipio santandereano localizado a orillas del Chicamocha, al fondo de las profundas montañas que le sirven de valle a este río y a pocos kilómetros antes del sitio conocido como Las Juntas, donde en abrazo profundo, se consolida la unión eterna con las aguas del Suárez, para qué sumando caudales, conformen el caudaloso río Sogamoso.
Por: César Mauricio Olaya Corzo/ Por esos tiempos, la palabra olvido se conjugaba en los rostros de sus escasos 500 habitantes (no más de 100 de ellos censados en el casco urbano) y que por entonces y, siguiendo la tradición que se conservara por muchas décadas, tenían como alcaldesa a la joven Gloria Ferreira, heredera de una saga con ese apellido, relacionado con un pasado casi en presente, forjado alrededor del gamonal de la región Roque Julio Ferreira, un personaje cuya sola nominación determinaba un rastro conjugado entre el miedo y el respeto entre la gente del pueblo.
En los tiempos de esta primera visita, en mi calidad de periodista de la Oficina de Prensa de la Gobernación de Santander, llegamos en helicóptero acompañando al Gobernador Juan Carlos Duarte Torres, que visitaba al pueblo con el propósito de firmar los convenios para la construcción del centro de salud y del primer sistema de tratamiento de aguas que se proyectaba en su plan de gestión. Como anécdota imposible de olvidar, el despegue de nuestro sistema de transporte aéreo no logró superar la fuerte presión de los vientos del cañón y no hubo otro camino distinto a que el secretario de Hacienda de la época, Ángel de Jesús Becerra y este cronista, no tuvieran opción distinta para regresar, que hacerlo vía camino real, 5,6 kilómetros cuesta arriba.
Énfasis clave en subrayar que solo este camino y una trocha semi vehicular, eran por entonces las únicas vías de acceso a éste, el único municipio de Santander, creado mediante Ley de la República, firmada por el Presidente Rafael Urdaneta, el 30 de noviembre de 1830, una condición muy especial que más adelante volveremos a citar, por cuanto este hecho, significaba que los ingresos corrientes no dependían de la categoría administrativa del pueblo y por ende, eran notoriamente superiores a los establecidos para una localidad de sus condiciones económicas y número de habitantes.
Repaso por la historia
Surge la obligada pregunta de la razón de esta Ley determinante de su creación como municipio relevante en el contexto nacional y obviamente, los anaqueles de la historia serían el cofre que revelaría los porqués, de manera que vamos por partes.
El territorio que hoy conforma la geografía política del municipio, hizo parte sustantiva de uno de los más grandes cacicazgos de la tribu Guane, que habitaron las zonas aledañas a los municipios de Los Santos, Aratoca, Villanueva, Barichara y el mismo Jordán Sube, razón que sustenta la existencia del camino tallado sobre el lomo de la cordillera y que servía de medio de conexión comercial entre las tribus dispersas en la región.
Con la llegada de la conquista, se devela un gran mito tejido alrededor de la tesis sobre la desaparición de los Guanes, asegurándose que ellos al verse dominados por los extranjeros, optaron por el suicido, lanzándose al vacío profundo en uno de los sectores de mayor altura (casi 2 kilómetros) que tiene el Chicamocha, en el sitio llamado Cruz del Indio, en el camino real entre Jordán y Villanueva.
La colonia llegó con la necesidad de conectar los pueblos fundados y dispersos en los territorios conquistados, para lo cual se inició la maratónica tarea de construir los caminos llamados reales, nombre que obedecía a que todos ellos tenían como propósito, la conectividad con las ciudades donde ejercía poder los representantes del Rey.
El trabajo realizado por los indígenas, facilitó considerablemente la posibilidad de contar con un recurso de alta movilidad que facilitaba notoriamente las comunicaciones entre las gobernaciones o capitanías de las ciudades fundacionales de Socorro, Pamplona y Ocaña, con otras capitales del norte del país y obviamente con Tunja y Santa Fe de Bogotá, de ahí que este camino podía llamarse la gran autopista de la época, por el tránsito permanente de recuas y viajeros que iban y venían en este circuito.
Llegados los tiempos de libertad e iniciado republicanos, un hecho le daría de nuevo particular relevancia a este camino que seguía manteniendo su hegemonía, pero que sufría las dificultades de vencer un paso difícil al tener que cruzar el río, las bestias vadeando la corriente y la mayoría de los viajeros, debiendo recurrir a la llamada cabuya, una tarabita tendida entre las orillas, que facilitaba el paso, literalmente ¨volando¨ sobre el río.
Con la relevancia de ser uno de los pocos municipios creados mediante Ley de la República en Colombia, Jordán Sube se ve beneficiado por la construcción de un puente colgante de especial arquitectura diseñado por el ingeniero inglés David MCormick, siguiendo los patrones tomados de planos del mismísimo Castillo de San Felipe en Cartagena y diseñado de tal manera, que su paso solo era permitido una vez se pagara el peaje correspondiente… ¿era o no era un verdadera autopista moderna este camino que comunicaba con Villanueva, Barichara, Galán y Socorro?
Hacia los años 50´s, comenzó el trazado de la autopista vehicular que comunicaría Bucaramanga con la capital y con esta obra, se abrirían las puertas al ocaso del pueblo, del camino y de la gente. Una nueva historia estaba a punto de comenzar.
Los Ferreira con la mano en el mazo
En Santander al revolver se le llama mazo y culturalmente, su lleva entre la petrina del pantalón, acoplándose así, al dicho de que tiene los pantalones bien puestos; aclarando que no necesariamente el cargar un arma, implica violencia o por lo menos, no si se acoge el dictado de qué si se saca, es para hacerla sonar.
Corrían los violentos tiempos de la violencia política, cuando en una instancia de las tantas que se sucedían en nuestros campos y veredas, se presentó un hecho que abriría las puertas a un capítulo de largos aconteceres en el hasta entonces, calmado y armonioso pueblo de Jordán, cuando en una reyerta derivada de una tarde de tragos, un campesino de origen liberal, proveniente del pueblo «rojo» de Los Santos, descargó su arma contra la humanidad de Teófilo Ferreira, el mayor de una familia de seis hermanos, con el doloso resultado de su muerte.
Según cuentan los que historias cuentan (introducción tomada de las aperturas narrativas de Pacho Centeno), el hermano menor Roque Ferreira se echó el cuerpo de su hermano al hombro y tomó el camino cuesta abajo hacia Jordán. No hay una fuente que lo confirme, pero lo cierto es que los días siguientes empezaron a aparecer los cadáveres uno a uno, de los participantes presentes el día del primer acontecimiento.
Sin que haya como confirmarlo, lo cierto es que estas muertes se le atribuyeron todas a Roque Ferreira, quién a partir de ese momento, elevaría su nombre a la condición de líder político y gamonal del municipio, cuando no había cumplido los 20 años.
Así las cosas, muy pronto su nombre casi adquirió la categoría de un Dios terrenal, rodeado de una especie de hálito de poder que incluía entre sus tantos beneficios, ser el vocero de la comunidad y la primera autoridad civil del pueblo, reconocido y honrado hasta con la propia Cruz de Boyacá, máximo reconocimiento otorgado por el gobierno nacional a un ciudadano.
En el plano de su poder, derechos como la pernada que le autorizaba, pasar la primera noche con toda mujer de la región que quisiera llegar al altar con la bendición del dueño hasta del aire que se respiraba en cada calle y que a medida que pasaban los años, comenzaba a tomar un perfil de ausencia y de abandono, que se convertiría en un signo mismo del poder de la familia Ferreira.
Más de cuatro décadas pasarían antes que el nombre del todo poderoso Roque Ferreira comenzara a flaquear y la enfermedad, iniciara una larga retaliación en vida de todos los actos propios y atribuidos. Tierras y más tierras por todos lados, pero en inversa proporción, un total desprecio de su pueblo y una ausencia total de amistades.
Finalmente, solo en una habitación del servicio de caridad del hospital universitario Ramón Gonzales Valencia, terminó parte de la historia forjada por este hombre, que sin embargo, dejaría en sus hijos, nietos y sobrinos, una herencia que por muchos años quedaría impuesta en el pueblo, al punto que a pesar de todas las nuevas formas de ejercicio de la democracia, pareciera que todo Jordán estuviera condenado a cien años de soledad, bajo la batuta de poder que enarbolaba el apellido Ferreira.
La versión sobre este abandono secular al que estaba sometido el pueblo y que probablemente tenga mayor asidero, de acuerdo a lo conceptualizado por quienes saben del manejo de administrativo en una alcaldía Sui Generis, con mayores ingresos que el promedio de la mayoría de los municipios de la región, coincidían en que ¨el no tocar una sola pared del pueblo¨, era prenda de garantía plena para mantener el status patrimonial y por tanto, seguir gozando de los ingresos especiales como municipio de categoría nacional, lo que traducía que los recursos inflaban cuentas distintas a las que correspondían para resolver tantos y tan infinitos problemas derivados del olvido.
En un próximo encuentro, les compartiré la historia del renacer de este pueblo, en un sueño cuya luz al final de tanta oscuridad, tiene como salvavidas al turismo.
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*Fotógrafo