Paralizado en el Congreso y limitado por el Tribunal Supremo, Joe Biden intentó, no obstante, el miércoles 20 de julio, revivir sus promesas climáticas anunciando nuevas medidas de regulación.
El cambio climático es «un peligro claro y presente» y una «amenaza existencial para nuestra nación y el mundo», dijo el presidente estadounidense. «La salud de nuestros ciudadanos está en juego», así como «nuestra seguridad nacional» y «nuestra economía», añadió, durante una visita al emplazamiento de una antigua central eléctrica de carbón en el estado de Massachusetts, cerrada desde 2017 y en proceso de reconversión a energía eólica.
«Si no limitamos (el calentamiento) a menos de 1,5 grados, lo perderemos todo. No habrá vuelta atrás», dijo el presidente.
«Ya que el Congreso no hace lo que debe», lamentó el demócrata de 79 años, que acaba de sufrir un importante revés parlamentario por su programa de reforma medioambiental, «utilizaré mis poderes ejecutivos».
Mientras Biden hablaba, amplias zonas de Europa estaban sofocadas por la ola de calor, y Estados Unidos no se libró: unos 100 millones de personas en Estados Unidos viven actualmente en zonas afectadas por alertas de calor excesivo.
Fondos para que las comunidades se adapten al cambio climático
Entre las órdenes ejecutivas emitidas el miércoles se encuentran fondos adicionales para ayudar a proteger las regiones que se enfrentan al calor extremo y medidas para impulsar la producción de energía eólica en Estados Unidos.
En concreto, la agencia federal encargada de hacer frente a las catástrofes naturales y otras emergencias, FEMA, destinará 2.300 millones de dólares a ayudar a las comunidades locales a adaptarse al cambio climático y sus consecuencias (olas de calor, sequías, inundaciones, etc.).
El Gobierno federal también quiere apoyar a los hogares menos favorecidos y a las zonas de viviendas menos acomodadas que no tienen acceso al aire acondicionado, por ejemplo ayudando a algunas familias a pagar sus facturas de electricidad.
Por último, la Administración Biden permitirá la instalación de capacidad eólica en el Golfo de México, que podría suministrar electricidad a hasta tres millones de hogares.
Pero el presidente no ha declarado -al menos de momento- el «estado de emergencia climática», como piden algunos de los cargos electos de su partido, una medida cuyo impacto no está claro pero que podría darle más poder político. Pero la Casa Blanca subraya que la declaración del estado de emergencia climática sigue siendo una opción.
Los límites del poder de Joe Biden
La Casa Blanca afirma que está decidida a cumplir sus compromisos climáticos, incluida la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Joe Biden, que volvió al acuerdo climático de París abandonado por su predecesor Donald Trump, anunció en abril de 2021 que Estados Unidos reduciría sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 50-52% para 2030, en comparación con 2005.
Pero el presidente estadounidense vuelve a experimentar los límites de su poder en materia de medio ambiente: no tiene una mayoría clara en el Congreso y el Poder Judicial está en su contra.
Su agenda climática sufrió un golpe cuando el senador demócrata Joe Manchin, cuyo voto es crucial, dijo que no apoyaría la legislación para cambiar la economía estadounidense a fuentes de energía limpia, lo que probablemente la condenaría al fracaso.
Y Joe Biden se enfrenta a un Tribunal Supremo que se ha vuelto ferozmente conservador y profundamente hostil a la regulación centralizada, ya que acaba de limitar severamente los poderes del gobierno federal en la lucha contra el calentamiento global.