Por: Javier Quintero Rodríguez/ Inaudito que una empresa que vende tanto, que tiene tanta trayectoria y reconocimiento, no aguante tres cortos meses de cuarentena y ahora se vaya a quebrar. ¿Cómo es posible que no hayan ahorrado nada para momentos difíciles? ¿Y las utilidades? Con esos precios que cobran… ¿A dónde se fue toda la plata?
Esta clase de comentarios suelen oírse y leerse por estos días cuando se anuncia la quiebra o reestructuración de empresas reconocidas. Sobre algunos de los casos mas sonados, como los de Avianca o Andrés Carne de Res, las críticas son fuertes y enfiladas hacia las malas administraciones. Es entendible que por simple lógica asumamos que mientras más fuerte una marca, más puntos de venta o más cantidad de empleados tenga, más aguante tendría que tener ante situaciones difíciles. No voy juzgar si lo hicieron mal, regular o bien, pues cada una es un caso de estudio. Pero sí creo que no comprendemos muy bien el comportamiento empresarial, al margen del tamaño o el estatus. Todas las empresas sufren fuertemente por la ausencia obligada de demanda y por las restricciones a la oferta.
Hay muchos factores que confluyen en la salud financiera de una empresa y quiero mencionar solo algunos. Por un lado, está el tipo y el comportamiento del mercado. Cada sector económico tiene unos márgenes promedio de utilidad que están asociados con las características de su mercado. Ejemplos de industria de alto margen son el petróleo y la gastronomía, y de bajo margen, el arroz y la aviación comercial. Esto es importante por que los márgenes bajos hacen que las empresas sean mas sensibles a cambios en los mercados, a los precios y al nivel de competencia, hasta el punto en el que entrar en pérdidas se vuelve, para ellas, una amenaza latente.
La estructura de costos es otro elemento a tener en cuenta. Algunos negocios, por su naturaleza, tienen costos fijos más altos que otros. Cualquier negocio intensivo en mano de obra, sobretodo en un país con inflexibilidad laboral como Colombia, tendrá costos fijos altos. Un hotel, por ejemplo, debe mantener al personal de aseo, mantenimiento y recepción, independientemente de su nivel de ocupación. Para este tipo de empresas, una reducción abrupta de las ventas implica una reducción drástica de sus ganancias y frecuentemente pérdidas.
En otros casos, los sectores en los que los activos operacionales son el corazón del negocio, como sucede con las empresas de transporte en cualquiera de sus modalidades, normalmente requieren de un apalancamiento grande para seguir creciendo y desarrollando la firma. Esto implica que los niveles de endeudamiento son usualmente altos y el servicio de esa deuda depende del flujo operacional. Es decir, las reducciones drásticas e inesperadas de ingresos dificultan la continuidad del negocio.
Adicionalmente, por más que la rentabilidad de un negocio sea alta, sus costos fijos no sean preocupantes, y sus pasivos no representen demasiado en proporción a sus activos, es improbable que los excedentes de caja se mantengan en una cuenta bancaria, ya que las alternativas, como la reinversión que producirá utilidades futuras, o la reducción en el nivel de endeudamiento, o el aprovisionamiento de inventario, o la repartición de utilidades a los accionistas, son mas lógicas o más necesarias.
Este comportamiento empresarial, que es reflejo de un razonamiento lógico humano, es adecuado para los objetivos de rentabilidad de las empresas y aseguran la continuidad del negocio en un mundo normal. Por eso, lo más importante que debemos entender es que ninguna empresa, sin hacer distingos de tamaño, sector o localización, estaba preparada para un mundo de tinieblas como el actual. Sabiendo esto, espero que sea posible bajarle un poco a la ferocidad de las críticas y subirle dos rayitas a la solidaridad.
*Economista, MBA.
Twitter: @javierquinteror