Por: Marco Aurelio Quiroga Velasco/ Todos tenemos, sin excepción una persona, una actividad, un sitio, un recuerdo que, con el paso del tiempo, casi que inconscientemente va “tatuándose” en nuestro imaginario. Cuando esa sinrazón es un hecho real y concreto, la tarea es honrarle.
Siempre fue un misterio, desde niño; la ansiedad en el aula de clase, segundos antes del saludo solemne del profesor; a sus alumnos. Esa entrada triunfal, como quien viene del más allá, cautivaría mi vida sin tregua.
Me crie, crecí y me formé bajo la tutela de mi padre y el profesor (a). En la escuela; el colegio y la universidad, siempre el respeto y el agradecimiento fue mi respuesta, para alguien que sin querer (tal vez); trazó la línea de mi vida al lado del estudio. Aprender a leer y escribir fue la ventana abierta a mis sueños y propósitos más íntimos. Desde 1972 existe un cordón umbilical, que me llevó de la mano al mundo de la literatura, del Derecho, la política, la opinión, la sociología y la Docencia Universitaria.
El 80% de mi vida la he pasado en un salón de clase, bien como estudiante o bien en el oficio de la enseñanza; actividad que transformo durante 20 años mi relación en sociedad.
Cuando las noticias dan cuenta de la celebración del día del maestro, es imposible para mí, no escribir en su honor.
El título de esta columna, es el reencuentro personal con el saludo del alumno, ese compañero de viaje que jamás nos olvida. Es este el mayor triunfo.
Enseñar significa un sin número de sacrificios, una distancia a la familia, los amigos, lo personal para darlo todo por nuestra razón de ser el estudiante. Llevar trabajo a la casa, consultar y consultar, leer y volver a leer, preguntarnos antes de entrar al aula, para que la respuesta sea las más honesta; acercarnos a la justicia, tranzar con las dificultades de las familias y al final del año reflexionar con la suficiente tranquilidad que al margen de lo académico nuestros alumnos son mejores seres humanos.
En últimas, en el inmenso salón de la calle, siempre está presente la relación enseñar y aprender; el conocimiento y la ignorancia.
Desde el fondo de mi corazón quiero enviar desde esta columna de opinión, ¡a todos los educadores un sincero feliz día profe!
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*Abogado, sociólogo, profesor universitario