Por: Alfonso Prieto García/ A veces por circunstancias de la vida, los seres humanos deambulamos caminos sin saber quiénes, cuantos y como somos; en ese ir y venir no alcanzamos a captar cual diferentes somos, aunque ciudadanos con igualdad de derechos y obligaciones.
Conversaba con una conocida que vive un nivel de discapacidad en la movilidad, como se sentía, que creía le debía la sociedad para sentirse Colombiana y cuál fue mi sorpresa cuando en una forma absolutamente breve pero concreta, me manifestó que se sentía tres veces excluida por poseer un problema de discapacidad en su miembro inferior izquierdo amputado, ser de raza negra y ser mujer; su respuesta me dejó atónito pero reflexivo sobre su afirmación, lo que produjo una nueva pregunta: pero esa exclusión la haz sentido en momentos aislados e individuales de su vida y sin pensarlo mucho y un poco apesadumbrada y molesta respondió, acaso puedo ocultar mi raza de la que me siento orgullosa, mi condición de mujer, notoria además, o mi problema de locomoción, si ellas son mi esencia mi vida y mi realidad en cada momento de la existencia.
Que fuerte es reconocer la existencia de personas que, por situaciones genéticas, generacionales, de vida o convivencia, son excluidas de oportunidades, cercenando sus derechos constitucionales por la indiferencia, el desconocimiento y la deshumanización del tejido social.
La constitución política refiere la igualdad en el reconocimiento de raza, credo o religión, la Ley 618 de 2013 habla del pleno ejercicio de los derechos de las personas con discapacidad, el Conpes 166 de 2013 se refiere a las políticas públicas sobre discapacidad, la ley 361 de 1997 hace referencia a la población discapacitada, la sentencia 458 de 2015 refiere acciones para evitar circunstancias que provoquen discapacidad, en fin, todo un compendio de políticas y normas que no se ven significativamente incorporadas en los planes de gobierno de los territorios nacionales para compartir el devenir con toda la población de manera inclusiva.
Que hacer para eliminar esta exclusión que todos estamos en condiciones de vivirla ya sea por un accidente, enfermedad con efectos de limitación, ser mujer sin opciones laborales aun cuando formada académicamente y con gran disposición de trabajo, sin que medie estatura, belleza, sin limitación así no sea relacionada con el perfil ocupacional, o color de piel en las preferencias.
La gran transformación social se da desde la primera escuela, con los primeros profesores, el hogar y los padres, quienes desde su gestación deben otorgarse y practicar seguridad para sí mismos en sus reflexiones, acciones, reconocimientos y enmiendas, siendo ejemplo de vida para sus hijos, quienes aprenderán igualmente a ser seguros, con menores opciones de ser atrapados por los peligros que la sociedad descompuesta ofrece, gozarse estas criaturas lo que aprenden estudian y hacen y en especial, a convivir con niños de distinto género, color, condición de limitación física o mental, de manera que su entorno social futuro será armónico con todos sus ciudadanos, llevadero en las necesidades que presentan, solidario en el compromiso familiar y social y positivo en cada reto que la vida le ofrece.
Los nuevos seres no traen en su empaque manual de instrucciones, ni los padres, cartilla para orientarse que hacer, en cualquier caso, la empírea nos lleva a repetir lo que vimos por generaciones en la formación ancestral del hogar cuando no nos ocupamos de formarnos para el papel más importante de la vida, germinar, formar, orientar y prosperar nuevas vidas.
*Economista, Magister en Administración de Empresas, exconcejal de Bucaramanga, exdirector seccional UCC Bucaramanga, Asesor nacional de calidad UCC, Investigador Colciencias y Asesor de proyectos.