Quiero reivindicar el «poder hacer» que un título otorga. El poder – hacernos, construirnos, aprender y aprehender esa realidad de la que somos parte, y aun la que queremos transformar, modificar o mantener profundizando con nuestro hacer.
Por: Luisa Fernanda López Caicedo/ ¿Por qué se puso de moda el dinosaurio? El tema nace porque nuestras profesiones se están extinguiendo, ya que ahora es más fácil y mejor pagado ser Youtuber, abrir un OnlyFans o ser «influencer», a raíz de esto sacaron dinosaurios por profesiones que están en peligro de extinción.
Que lejos quedó la generación que enviaba a sus hijos con el carpintero, fontanero, eléctrico, mecánico, soldador o cualquier otro oficio, solo para que aprendieran algo y no estuviera de ociosos en el hogar.
«Aprende algo aunque sea para que te defiendas, si no te gusta estudiar al menos sabrás un oficio», decían en aquel tiempo los padres.
Hoy los niños admiran a los que no hacen nada o hacen algo muy sencillo y ganan mucho dinero, ¿qué representa esto para nuestra sociedad?
Pensando en esto surge esta reflexión, que nos invita e invita a nuestros jóvenes a pensar hacia dónde vamos
Un título…
¿Qué lugar en nuestras vidas ocupa la obtención o no de un título universitario?
Qué lugar en nuestra sociedad, ¿qué representa? Tanto y tan poco a la vez.
Tanto como la constancia de un tránsito por instituciones educativas – voy a referirme a la educación pública superior- con el cumplimiento de ciertos requisitos que acreditan la posibilidad, sí la posibilidad del ejercicio de una profesión y oficio.
Allí entran el magisterio, las profesiones y la validación de las mismas.
Allí técnico(a) en ingeniería ambiental, profesor (a) de historia, maestra (o), ingeniero (a), licenciado (a) en arte, etc., tienen el mismo valor en cuanto a la habilitación para hacer.
Hay muchas prácticas que se realizan sin título. Oficios que se aprenden, incluso posibilidades para estudiantes avanzados de realizar remunerada y continuamente una actividad sin necesidad de la obtención de un título. Y también hay restricciones a esas actividades en muchos casos. Un practicante de medicina, no es un médico, un estudiante de una especialidad no es un especialista.
Pero más allá de lo formal, en parte tiene que ver con determinadas garantías. Por ejemplo, una instalación eléctrica, si bien la puede hacer cualquier persona que sepa de electricidad, para determinadas acciones, requiere de un técnico en electricidad aprobado por un ente garante, la empresa pública de telecomunicaciones y luz eléctrica.
Quizás en tiempos de revisión de la educación, lo más importante sea de aquello que expresamente no se habla.
Transitar el sistema educativo, no sólo enseña «ciertas habilidades», esas para ser parte «productiva» de la sociedad, sino que contribuye a producirnos cómo «sujetos», a nuestra identidad, a nuestra forma de ser y estar en el mundo.
Es imposible negar el «valor de mercado» en cuanto a prestigio, posición social, etc., que un título parece otorgar.
No obstante, quiero reivindicar el «poder hacer» que un título otorga. El poder – hacernos, construirnos, aprender y aprehender esa realidad de la que somos parte, y aun la que queremos transformar, modificar o mantener profundizando con nuestro hacer.
Las universidades no sólo forman profesionales. Su principal objetivo es formar «ciudadanos/as», verdaderos seres humanos.
A través de la búsqueda de la construcción y apropiación, individual y colectiva de saberes específicos de una profesión, se va aprehendiendo una forma de buscar, de pensar, de ejercer cuestionamientos, de problematizar y tratar de resolver problemas. Todo eso culmina con el » cartoncito».
Pero hay mucho más!
Encuentros intergeneracionales, y con gente de todo el país, el compartir y convivir con realidades institucionales e interpersonales, complejas que suponen desafíos a la creatividad que implican no poca tolerancia a las frustraciones, que requieren el apoyo familiar, de amigas y amigos, que muchas veces lleva más tiempo cuando se trata de trabajadoras y trabajadores que estudian.
El paraninfo universitario nos recibe, celebramos la culminación de años de esfuerzo y de disfrute. Nos asomamos no sin temor, al mundo de la práctica profesional con el alma llena de sueños a concretar.
Quienes hemos obtenido un » título» sabemos que no marca un final, sino habilita un comienzo. Sabemos que no terminamos de estudiar, que seguiremos estudiando toda la vida, porque el saber es infinito y se crea y recrea todo el tiempo y fundamentalmente, porque el deseo de saber, incitado por la formación, ya no nos abandona. Curiosidad, esa infantil, habilitada, estimulada, en algunos casos hasta sistematizada en forma de investigación. Ética que orienta permanentemente a la reflexión y análisis de nuestro quehacer cotidiano.
La familia nos acompaña emocionada. Y no necesariamente por el «dígame licenciado». Ese «chiste» creado por el magistral Chespirito, muestra la hipocresía de una sociedad. Muestra el peor costado de un supuesto saber, el del poder que busca estar por encima de otros.
Hay muchas razones para no obtener un título. La vida da muchas vueltas. Los cambios vocacionales, etc.
Hay quienes obtienen un título y no ejercen. Hay quienes sin título honran la vida todos los días.
Quienes estamos habilitados por un título, sabemos porque vivimos ese tránsito, que » no nos queda un corto seminario por hacer». Sabemos buscar respuestas en la vida misma
¿Qué carencias se quieren «tapar» con un título inexistente? ¿A qué triste poder se quiere acceder?
Se lo ha perdido. Si hubiera sido parte, de ese sueño de constante pulsar, de ese esfuerzo y disfrute de horas de lectura, de práctica y de compartir con otros, no se le hubiera ocurrido mentir. Que ganas me dan de invitar a todos a subir las fotos de sus títulos. A legitimar el trabajo y el amor por lo que hacemos.
Firmo como comunicadora social y periodista y no como doctora o licenciada. Mi título dice eso. Y así es legitimado, porque «licenciado» o “doctora” tiene un valor internacional y mucho más peso y la titulación de comunicador social no existía en otras partes del mundo.
Así que, ¡no me digan licenciada y mucho menos doctora!
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* Luisa Fernanda López Caicedo Comunicadora Social – Periodista, locutora profesional, voiceover y voz comercial de prestigiosas marcas locales, nacionales e internacionales, docente universitaria y productora radial.