Si no fuera por el petróleo, Barrancabermeja no habría nacido el 26 de abril de 1922 y no habría adquirido las características que tiene en 2021: un municipio de más de 300.000, centro de la refinería más grande del país y de importante industria petroquímica, así como cruce de oleoductos, poliductos y gasoductos.
Pasaron 530 años desde que Cristóbal Colón descubrió el continente americano para que el día se declarara formalmente establecido el nuevo municipio por el gobernador José María García Hernández. Los años previos fueron de alta actividad por los trabajos de exploración, operación y puesta en marcha del complejo petrolero por la Tropical Oil Company. El caserío de 900 habitantes en 1914, había aumentado en 1922 a 3.000 habitantes.
Para llegar a Barrancabermeja de Bucaramanga o de cualquier sitio del país, en 1922 no existían vías. Los caminos al Río Magdalena no habían logrado ser una realidad. Solo quedaba la conexión por el río Magdalena y la vía aérea.
Con la fundación de Barrancabermeja y la creación del Complejo Petrolero se esperaba un nuevo polo de desarrollo que beneficiaría al nuevo municipio y a Santander, pero la historia ha mostrado que no se pudo aprovechar todo el potencial de este nuevo sector económico en Colombia, ya que los beneficios se fueron fundamentalmente para el extranjero y el centro del país.
La creación del municipio de Barrancabermeja, hace 99 años, no estuvo exenta de problemas, como lo ha sido su historia desde que comenzó el desarrollo petrolero.
Momentos previos de la municipalización
En la última publicación conocida sobre los orígenes del hoy Distrito, Historia de la Fundación de Barrancabermeja y el papel del Petróleo, escrito por Diego Otero Prada y editado por Uniciencia; se registra como en 1919 se instaló una Junta Patriótica Pro Municipio de Barrancabermeja para presionar ante la Asamblea de Santander, la ordenanza que diera aprobación a la creación del nuevo municipio.
De esa Junta formaban parte, Honorio A. Campo como presidente, Víctor M. Camacho, Juan Pablo Jiménez, Eustorgio Reyes y otros más. También se levantó un censo de personas y habitaciones, un estimativo de los posibles recursos, de los locales que podían servir para oficinas y de los diferentes documentos para acreditar que el corregimiento podría llenar las condiciones legales para convertirse en municipio.
“La Tropical Oil Company colaboró en todo sentido para este propósito; suministró los mapas y la cartografía y financió viajes a Bucaramanga”, dice el texto.
Con la información recogida en 1921, el Presidente de la Junta se dirigió a fines del año a Bucaramanga para presionar al Gobernador del Departamento, José M. García Hernández, para que presentara ante el gobierno nacional y la Asamblea, la petición de los habitantes de Barrancabermeja.
“La gobernación presionó, a su vez, al gobierno nacional en enero de 1922 para que el corregimiento se elevara a municipio ya que era necesaria una nueva ley, puesto que no existían las condiciones requeridas por la Ley 71 de 1916 para constituir el nuevo municipio”, describe el autor.
El acto precursor de la creación del nuevo municipio fue la Ley 5ª de enero 27 de 1922 presentada por los parlamentarios costeños Diógenes Arrieta y Ulises Osorio, quienes habían estado en el puerto petrolero en el vapor Hércules, en su paso hacia Bogotá, y allí se enteraron de la situación y los deseos de la población, cuyo único artículo decía:
Manuel Serrano Blanco, uno de los impulsores de la creación del nuevo municipio, relata en su libro de 1953 La Vida es así, las vicisitudes pasadas en su viaje al puerto petrolero. Él no era ignorante de la explotación de los hidrocarburos ya que en su tesis de grado para optar por el título de abogado “La Evolución del Derecho de Propiedad en Colombia”, trata el tema de la propiedad en lo referente al petróleo.
En 1922 el joven abogado fue electo a la Asamblea de Santander y propuso con otros diputados que se nombrara una comisión que fuera al puerto, estudiara sus problemas, su situación, sus menesteres e informara sobre lo que debía hacerse. La Asamblea integró la Comisión con Serrano Blanco y su colega Ernesto Azuero, quienes la cumplieron con gran diligencia. Serrano cuenta en su libro la odisea que padecieron para llegar al sitio.
-“Amanecía un lunes de 1922 cuando los dos ciudadanos tomaron sus acémilas en plena plaza de García Rovira, para encaminarse a Barrancabermeja. Emociona y conturba recordar esos tiempos, cuando todo se hacía en forma primitiva de coloniaje, sin la más elemental comodidad, bajo el resistero asolador del trópico por vías absurdas, sin alimentos adecuados, pernoctando en posadas de vara en tierra, entre el vaho de las enjalmas y los vizcaínos rotundos de los arrieros”.
– “Así se iniciaba el camino, entre soledades y silencios, para tomar la vía hacia el vecino río, buscar las sendas que iban al escueto “Llano de Palmas”, para cuando el sol trasponía su jornada, vislumbrar la hacienda de “El Tambor”, que era como oasis en el desierto, como la tierra prometida del peregrino exhausto. Era la vieja casona solariega de la familia Puyana, que al amparo de muchas hazañas labró aquella finca, edificó su amplia habitación y desarrolló riqueza en medio de la crueldad de la selva y del ambiente.
– Al día siguiente se emprendería la jornada muy al amanecer, cuando “apriesa cantan los gallos”, que dijo el clásico, para dominar terrenos aún más bravíos, resistir soles aún más ardientes, pisar tierras insalubres y tocar ya a media tarde, en “Puerto Santos”, sobre el río Lebrija, la tierra que nuca sintió el plañidero acento de un infante ni conoció las sonrisas de ningún nacido en sus lares, porque el clima, la malaria, la ferocidad de ese trópico dramático no permitieron que bajo su cielo y sobre su suelo perviviera unas mañanas la ternura del que acaba de nacer.
– Ya la nueva noche caería, escudados inútilmente de la fiereza del monte y sus habitantes salvajes, en aquella posada que llegó a ser clásica y que se llamaba “El Jazmín”, por una rara paradoja, ya que ese arbusto maravilloso despide fragancias y tiene suavidades de caricia, y allí solo habitaba la selva, la “selva que camina…
– Todavía era necesario continuar esa odisea. Se llegaría, si los hados eran propicios, y aquel San Cristóbal, el gigante abogado del caminante, mostraba la faz generosa, hasta donde tocaba el llamado ferrocarril de Puerto Wilches, en el desolado Kilómetro Veinte. Así ocurrió, y ya perfilada la silueta de las sombras nocturnas, se avizoró ese primitivo trayecto de vía férrea, que acezaba de cansancio y de inquina y que más tarde habría de conducirnos, a horcajadas sobre una plataforma de antigualla, hasta el caserío de Puerto Wilches.
– Es repetición insulsa decir cómo se vivía en Wilches y cómo eran atendidos los viajantes que hasta allí llegaban, por azares inevitables del sino que los guiaba y conducía. Para quien de la vida apenas conocía halagos y quereres del hogar, satisfacción glorificada de los claustros universitarios y una visión confusa de la existencia, vista con los vidrios de aumento del ensueño, aquello constituía una verdadera pesadilla. La fatiga del camino, la violencia del clima, la ausencia de todo halago, el lugar en que toda incomodidad tenía su asiento y todo triste ruido su habitación, formaban como una alucinación, como aquel dominio de lo cruel y de lo desconocido.
– Llegan los viajeros al río Magdalena. “Y sobre sus aguas habíamos de cabalgar al día siguiente, en una cáscara de nuez, en una de aquellas típicas canoas, que la musculatura de un atleta negro conducía con poderoso y rítmico bamboleo. Aguas arriba del extenso río fuimos devorando millas y millas, al amparo de Dios y al conjuro de las aguas, que unas veces acarician y otras veces asesinan. Para al fin llegar a Barrancabermeja, cuando sobre los ocres peñascos la luz deslumbraba la fatigada pupila y en el horizonte vespertino que alonga las figuras, las primeras torres de los pozos del petróleo se perfilaban gigantes, como escoltando las riquezas patrias o como defendiéndose de ellas, por mandato de la voracidad mundial de los pueblos imperiales, que se alimentan del aceite, que según la fábula grosera, es como el “estiércol del diablo”.
– Después de varios días de permanecer la comisión en el puerto, regresaron a Bucaramanga a través de la selva que de Barrancabermeja va a San Vicente de Chucurí, “en largas jornadas, por trochas absurdas, pasando los días de turbio en turbio y las noches de claro en claro, en medio de aquella manigua en la cual el orfeón zoológico era perfecto, cuando la quietud de las sombras hacía que todas las fieras de la impenetrable selva desataran su lenguaje bronco y amenazador”. Llegan a la capital, muy cansados y con el rostro amarillo por la malaria, pero alegres porque sabían el significado que iba tener su tarea. Resultado de ese viaje fue la ordenanza que presentó e hizo aprobar Serrano Blanco, en virtud de la cual se creaba el municipio de Barrancabermeja.
Surgieron numerosas dificultades por los intereses encontrados, ya que la creación del nuevo municipio implicaba el cercenamiento de San Vicente de Chucurí, más teniendo en cuenta que estaba presente la distribución de la renta petrolera municipal, ya que Barrancabermeja era un corregimiento de San Vicente, municipio desde 1883, y la Ley 120 de 1919 había determinado que las regalías del petróleo se dividirían entre la Nación, el Departamento y los municipios y señalaba que a estos últimos correspondía un 5%. Es decir, se presentó un problema de límites, que no solamente afectaba a San Vicente sino también a Zapatoca, Galán y Betulia.
Finalmente predominó el criterio de darle al nuevo municipio dominios que comprendieran y alcanzaran la concesión petrolífera de Mares. San Vicente protestó pero la presión por crear el municipio era muy fuerte, comenzando por la Tropical, ya que a esta le convenía tal denominación por las ventajas administrativas que ofrecía para su operación y porque podría influir más directamente en la vida del nuevo municipio, como efectivamente ocurrió.
Las Ordenanzas de la Asamblea Departamental
Los tropiezos continuaron, porque la Asamblea Departamental aprobó el 12 de abril de 1922, con base en la Ley 5ª, la Ordenanza nº. 13 que condicionaba la creación del nuevo municipio hasta el 16 de marzo de 1923, siempre que en el poblado se tuvieran locales adecuados para casa municipal, la escuela y la cárcel. La Ordenanza era como sigue:
Simultáneamente a lo ocurrido en la Asamblea Departamental, pendiente de lo que allí se decidiera, y dado que el Congreso Nacional había autorizado a la Asamblea para crear el municipio de Barrancabermeja, con el fin de conocer la situación de la zona, el Congreso determinó en marzo de 1922, que la Comisión que partía para Coveñas se hiciera presente en Barrancabermeja y entregara un informe de su visita.
La Comisión arribó el día 12 de abril de 1922 al puerto para inspeccionar la zona y estaba integrada por el representante Nemesio Camacho, Presidente de la Comisión, y los doctores Angulo, Arguello, Mariño Ariza, López Pumarejo, Uribe Cualla, Ceballos, Ulises Osorio y Restrepo Briceño junto con el Secretario revisaron las instalaciones de la Compañía en la refinería y se constató en el informe que “la Tropical Oil Company, cesionaria hoy del primitivo contrato, mantiene perfectamente cercada con alambre y sin permitir acceso al público, una considerable área de terreno en la que ha construido varios tanques para recibir el petróleo crudo que un oleoducto conduce desde Infantas, tanques de diferentes capacidades, siendo el mayor de cincuenta y cinco mil barriles”.
La Comisión constató, igualmente, la situación de desamparo del municipio con relación al cuartel de policía, que era una simple casa pajiza de dos habitaciones, como la Oficina de Correos, atiborrada de trabajo por el gran movimiento de una población que aumentó aceleradamente, y la ausencia de autoridades nacionales y departamentales, hechos que sorprendieron a la Comisión. Causó fuerte alarma la declaración del representante Nemesio Camacho, del día 13 de abril a su regreso de la primera Comisión, y parece que compartidas por el Ministro de Agricultura y Comercio y transmitidas al Gobernador del Departamento, Demetrio A. Cruz, en el sentido de que dado que la Asamblea estaba dilatando la creación del municipio, lo mejor era proponer la nacionalización del corregimiento petrolero con la creación de un Distrito Nacional Petrolero, que de haber avanzado habría significado quitarle territorio al departamento de Santander así como las rentas del petróleo. Es decir, que en esta primera visita de la comisión al puerto la idea de crear un municipio no era favorable.
Ante esta situación la Asamblea Departamental actuó rápidamente y nombró una comisión compuesta por los diputados Manuel Serrano Blanco, Alejandro Galvis Galvis y el Presidente de la Corporación, Luis Fernando Arenas Rueda, que se pronunció contra la idea de la nacionalización del corregimiento y propuso modificar la Ordenanza número 13, para enmendar el error cometido que estaba dando argumentos al Congreso Nacional, y se dio lugar a la Ordenanza nº. 25 del día 21 de abril de 1922, que manifestaba que el municipio empezaría a funcionar en la fecha que señalara el Gobernador del Departamento.
Entonces se aprobaron las asignaciones para las autoridades municipales y se destinó la suma de 10000 pesos para la construcción de locales de las oficinas públicas, la cárcel y escuelas. La Ordenanza decía:
En su viaje de regreso de Coveñas, la Comisión desembarcó de nuevo en el puerto el 22 de abril y en la mañana del 23 partió para Infantas con el objetivo de inspeccionar las condiciones de explotación en los campos.
Con esta nueva visita la Comisión cambió de opinión y llegó a Bogotá con un concepto favorable, aunque el municipio a constituir no cumpliera con los requisitos de la Ley 71. Igualmente, accedieron a los requerimientos de la Tropical de obtener mejor seguridad, para lo cual los comisionados presentaron un proyecto de ley para la creación del Circuito judicial de Barrancabermeja.
Inauguración oficial del municipio
Con base en la última ordenanza del 21 de abril de 1922 el gobernador fijó por decreto la fecha del 26 de abril para la protocolización de la creación del municipio y nombró a los señores Bautista Reyes, Edmundo Vilar y Rafael Campo para alcalde principal, primero y segundo suplentes, respectivamente.
Sorprende la rapidez con que actuaron los gobiernos nacional y departamental y dieron todas las aprobaciones necesarias en un tiempo muy corto para dar forma al nuevo municipio.
El traslado de la comitiva a Barrancabermeja para realizar la ceremonia oficial de creación del municipio en ese año de 1922 fue tortuoso ya que no existía comunicación directa con el puerto. La delegación estaba integrada por el gobernador, José María García Hernández, a quien acompañaban los diputados Manuel Serrano Blanco y Alejandro Galvis Galvis, junto con los señores Manuel Enrique Puyana, Carlos J. Delgado, Alejandro Castillo Reyes, Roberto Carreño, Roberto Parra Franco, Alberto García Benítez y el general Antonio Picón, secretario accidental del gobernador. La comitiva salió de Bucaramanga en mula y caballo hasta llegar al puerto llamado de Marta sobre la orilla derecha del río Sogamoso después de atravesar empinados cerros.
De allí siguieron en canoas hasta encontrar el río Magdalena, auxiliados por dos lanchas de gasolina de la Tropical. Así, el día 25 de abril arribaron a Barrancabermeja, donde la Compañía les ofreció habitaciones y comida que no todos aceptaron por las prevenciones que existían sobre la empresa extranjera.
Al día siguiente, el 26 de abril, en la casa del señor Bonifacio Jaramillo O. se reunieron el Gobernador y las comisiones nombradas por la Asamblea y otras entidades y procedieron a la inauguración oficial del municipio y firmaron el acta correspondiente. Igualmente, se dieron a conocer públicamente los nombramientos de las siguientes autoridades con sus respectivos sueldos: Alcalde, el señor Bautista Reyes, con una asignación de 200 pesos; el señor Honorio Campo, el testigo en 1916 del comienzo de los trabajos en la Concesión, recaudador de rentas departamentales, con funciones provisionales de tesorero municipal, con un sueldo de 120 pesos y los señores Ciro A. Lineros y Paulina Lineros para maestros de las escuela urbanas, con un sueldo de 100 pesos. Terminada la ceremonia, la comitiva se trasladó a la Superintendencia de Infantas a una recepción ofrecida por el gerente de la Tropical, el señor Scott. En esta forma nació a la vida el municipio de Barrancabermeja, la ciudad del Oro Negro y combativa de Colombia.
El 2 de agosto de 1922 se reunió el primer Concejo Municipal, elegido en las elecciones del 23 de julio que dictó varios acuerdos referentes a la construcción de la cárcel, el matadero público y el hospital, sistema de aseo y otras materias; y aprobó el primer presupuesto de ingresos y gastos para el año 1923 por la suma de 10,090.02 pesos. El primer cabildo estuvo conformado por dos concejales liberales y tres conservadores principales con sus suplentes.
Este primer Concejo sesionó hasta el 31 de octubre de 1922, ya que en el primer domingo de octubre se efectuaron en todo el país, las elecciones nacionales para Concejos Municipales cuyas sesiones comenzaron el 1º de noviembre.
Este segundo concejo mantuvo la distribución política, aunque se presentaron cambios en los concejales elegidos. Para reconocer el trabajo pionero de José Joaquín Bohórquez, este Concejo aprobó la siguiente proposición:
El Concejo Municipal de Barrancabermeja, intérprete fiel de los sentimientos del pueblo, al inaugurar sus sesiones, envía un cordial saludo y un voto de gratitud al señor Don José Joaquín Bohórquez quien, mediante una asidua labor exploradora de muchos años, llevada a cabo con paciencia y consagración digna de encomio, cimentó la prosperidad de esta región, descubriendo y haciendo conocer la existencia de ricos yacimientos petrolíferos que en ella se encierran, al propio tiempo que fomentando la explotación de tales riquezas, todo lo cual ha traído el engrandecimiento de esta comarca, la creación del municipio que hoy nace a la vida, y la formación de este Cabildo (Concejo Municipal de Barrancabermeja, 1º de noviembre de 1922).
Esta moción que le fue presentada al interesado el 4 de septiembre de 1922 por el Presidente del Cabildo, el señor don Juan de Dios Serrano Otero. Justo reconocimiento moral a este hombre, ya que quienes se beneficiaron al final con la riqueza de la zona, fueron los intermediarios colombianos y la multinacional petrolera Standard Oil of New Yersey (hoy Exxon), no lo tuvieron en cuenta. El segundo Concejo aprobó para 1924 un presupuesto de 40,78.48 pesos y para 1925 uno de 58,406.00 pesos.
Apenas se creó el municipio e iniciada la producción de petróleo aparecieron los primeros activistas políticos: Raúl Edmundo Mahecha en septiembre de 1922 y los líderes socialistas Carlos Melguizo y Alberto Castillo en 1923, quienes habrían de jugar un papel muy importante en los movimientos sociales y obreros del puerto en los siguientes años.
El reto para las nuevas autoridades civiles municipales era inmenso: crear de la nada un municipio que carecía de infraestructura física y social y de reglamentaciones de todo tipo, como normas para el trazado de las calles y la nomenclatura, planeación urbana, trámites, controles para el ejercicio de las diferentes profesiones, medidas técnicas para los establecimientos, construcción de oficinas públicas, provisión de servicios públicos, organización del catastro y de los archivos del municipio.
Las diferentes referencias que se han utilizado sobre la vida del municipio siempre se refieren a que la evolución en los primeros años a una ciudad compleja, llena de problemas, invadida por todo tipo de personajes en busca de fortuna, una ciudad insegura, no preparada para atender esa marejada humana necesitada de todo, con unas autoridades inexpertas, sin recursos.
La prostitución fue un tema al cual el Concejo de los primeros años dedicó varias sesiones. La Calle de la Campana era el centro de las casas de prostitución en el período 1910-1917, antes del boom petrolero.
En 1918, a medida que el número de obreros crecía en el centro extractivo Infantas, así ocurría con las casas de prostitución, las cantinas y las casas de juego. El sábado era el día cuando los trabajadores de los campos llegaban en bandadas al puerto a gastar sus jornales en mujeres, trago y juegos; y con estos escenarios, comenzaron a aparecer las enfermedades venéreas.
Era tal el tamaño de la prostitución y las enfermedades, que este asunto se convirtió en prioridad en las discusiones del recién constituido cabildo; e incluso se vio obligado a crear un Dispensario de Salud a cargo de un médico; y a determinar cuáles eran las zonas de tolerancia. Se decretó un impuesto por prostituta, diferenciando entre las de primera y segunda clase, las primeras estaban obligadas a pagar un impuesto de dos pesos por semana y las segundas, un peso.
En septiembre de 1923, tenían 57 burdeles y cantinas, de un total de 95 edificaciones comerciales. Impresionantemente, la prostitución fue una fuente importante de ingresos del municipio en sus primeros años de fundación.
Así, en los presupuestos de esos años iniciales, el monto del Impuesto por Dispensario era individualmente el de mayor valor. Si al impuesto pagado directamente por las prostitutas se agregaban aquellos que tenían que ver con los bailes, rifas, juegos, espectáculos y otros, muy ligados a la vida alegre y a la actividad de la prostitución; ello fue el origen de una proporción muy importante del presupuesto de Barrancabermeja de 1922 a 1926, situación que se modificó cuando comenzó a llegar la plata de las regalías del petróleo en 1925.
Otro cronista de la época, Luis Ordóñez, en la revista Rumbos del 4 de junio de 1939, refiere que la política en los primeros años de vida del municipio se caracterizaba por la convivencia cordial entre liberales y conservadores pero que la lucha se vislumbrada dura con los elementos socialistas encabezados por Benedicto Uribe y Raúl Mahecha.
Como el periodista José Rafael Muñoz, Ordóñez pinta una ciudad difícil: “Barrancabermeja convertida en la meca de todo aventurero, en donde había representantes de cada uno de los municipios de la república y de las naciones europeas y suramericanas, era el caos verdadero. A excepción de los empleados de la Troco y de un grupo de comerciantes sanos, lo demás era un grupo heterogéneo de malos instintos, crímenes, de robos y de prostitución”.
Con el tiempo la situación fue cambiando: la seguridad mejoró, los servicios públicos se ampliaron y la convivencia reemplazó a la discordia. Ya por los años treinta el municipio tenía otra cara más amable y de empuje.