Una de las grandes transformaciones que la escuela tradicional afronta hoy día, es el la diversidad y la multiplicidad de valores que hoy impera en nuestra sociedad, y eso es precisamente, algo en lo que se debe mejorar.
Por: Libardo Riaño Castro/ Para nadie es un secreto, que estamos viviendo en tiempos de vertiginosos cambios, y de profusas transformaciones que abruman todas las escalas de la sociedad; en lo recorrido del siglo XXI, vaticinamos que este, es el siglo de un nuevo comienzo y de una era, en la que los grandes sistemas que formaron el mundo moderno, como la filosofía, la religión, los sistemas políticos, económicos, y los valores que forjaron el modelo de familia con los que los adultos crecimos, se han derrumbado, o han tenido que revalidarse, para adaptarse a estas grandes transformaciones de la humanidad.
La educación y por consiguiente su máximo referente que es la escuela, tal y como lo conocemos hasta hoy, no es la excepción, a este nuevo derrotero de la humanidad y más, en nuestro país, en donde desde sus comienzos coloniales, los lineamientos de la cosmovisión eurocentrista impuestos por los españoles desde la conquista, fueron el hilo con el cual se fue tejiendo nuestra historia; basta solo con dar un vistazo a la constitución de 1886, para darnos cuenta de primera mano, que nuestra educación estuvo ligada a la religión, y a la formación de ciudadanos, destinados para producir en un sistema anclado a la visión capitalista del siglo XVIII y XIX, “forjar sujetos, para la producción, y buenos católicos”, ese fue el lema de los primeros códices y manuales escolares, así como de toda la legislación educativa del siglo XIX, e incluso en gran parte del siglo XX.
La escuela adquirió bajo esta perspectiva, la imagen de “templo sagrado” del cual, emanaba como fuente sacrosanta, el conocimiento y la ciudadanía y a ella acudimos millones de colombianos, para recibir no solo la educación, sino además los valores, que sentaron las generaciones del siglo pasado.
Pero este modelo sacralizado de la escuela, cambio con la llegada de los años noventa, que trajo consigo el advenimiento del neoliberalismo, que trastoco el pasado decimonónico de las instituciones, trayendo bajo su mano, la mortaja laica y emancipadora, que como un frenético aguacero, arraso la idea de la escuela tradicional, pero este efecto, no solo fue producido por el neoliberalismo, sino que fue acompañado con la revolución de las comunicaciones, las cuales impulsaron una nueva forma de adquirir la información, que antes estaba bajo el monopolio de la educación y de las bibliotecas, ahora ya paso a manos del ciberespacio, dando al traste con ese carácter sacrosanto de la escuela, desacralizándola y volviéndola cada vez más laica y menos conservadora.
Fue así como la escuela fue perdiendo el impacto que la sostuvo por más de dos siglos; y sus fortalezas, que fueron el currículo basado en contenidos, en las temáticas y en la información memorística, y los procesos mecanizados, se derrumbaron, ante el ascenso del nuevo contexto mundial, en donde la Globalización, la cultura de la diversidad y de la inclusión, que se convirtieron en los adjetivos de moda, patrocinados por las multinacionales, y los sectores dominantes de la élite mundial.
Hablando del contexto actual, una de las grandes transformaciones que la escuela tradicional afronta hoy día, es el la diversidad y la multiplicidad de valores que hoy impera en nuestra sociedad, y eso es precisamente, algo en lo que se debe mejorar, pues la escuela tradicional, no encaja en este nuevo modelo de sociedad, tan diversa y tan heterogénea, que pide a gritos más inclusión y menos marginación.
Por otro lado, a este panorama desolador de la escuela tradicional, se le suma el profundo divorcio entre los profesores y los padres de familia; la de antes, era una escuela defendida por los padres, la de ahora, es atacada y cuestionada por ellos, ante el abandono constante de sus hijos, debido al trabajo y a la disolución de las familias tradicionales, y el avance de las nuevas visiones de la familia no binaria y todas sus nuevas versiones.
Sin duda, estamos ante el fin del tradicionalismo escolar, pero no de la escuela, pues esta siempre permanecerá como el espacio dinámico donde se interactúa con el conocimiento y con la formación para la vida, para la atribución de significado y de sentido; lo que sucede es que la escuela debe transformarse, adaptarse a estos nuevos lenguajes y al contexto del siglo XXI; los educadores deben de capacitarse, formarse, en herramientas de comunicación para establecer un mejor intercambio de ideas con los estudiantes, trabajar en proyectos, más que en contenidos, incentivar el aprendizaje significativo, por medio de prácticas pedagógicas que potencien la investigación, la imaginación, la construcción dialógica, el trabajo colaborativo, se debe propender por formar en competencias blandas, y en entornos de trabajo en donde exista la colaboración y la aceptación de las diferencias, la tolerancia y el respeto por las opiniones y expresiones diversas.
La escuela del siglo XXI, no es solo un espacio físico, con pupitres, tablero, y un profesor; es además, un escenario dinámico, que puede configurarse en la cafetería del colegio, en una zona verde, en la cancha, en un pasillo, en la biblioteca, o en una conversación de pasillo, en el computador, o en una plataforma e-learning; la escuela debe defender la ilustración, y el pensamiento crítico, ahora ya no solo desde la crítica al texto físico, sino a los contenidos digitales, en la decantación de la información que se presenta en las redes sociales, los medios digitales y en los diversos canales virtuales de divulgación de ideas.
A modo de colofón, para una próxima entrega, cabría preguntarse, ¿Cuáles son los nuevos elementos que debemos tener los docentes que nos aventuramos a ser maestros, en estos tiempos, en donde el conocimiento tiene tantos enemigos? ¿Cuál es la nueva ciudadanía que debemos formar, cuando el debate entre el viejo mundo y el nuevo que se quiere imponer, toca los sentimientos y la visión del maestro?
Esperamos responder estos interrogantes, en una próxima oportunidad, así que, por ahora, continuemos ayudando a vivir, soñar y a construir la escuela que queremos.
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*Educador, Licenciado en Ciencias Sociales, Historiador, Comunicador Social, especialista en evaluación por competencias.