Por: Jhonathan Méndez/ Esta idea es defendida y promovida por Andrés Pinzón, director de la Fundación Chicamocha, quien ha dedicado su vida al fortalecimiento de la cultura, la educación y el patrimonio.
A través de proyectos comunitarios, investigaciones y la creación de instrumentos que rinden homenaje a nuestras raíces, Andrés busca preservar la riqueza cultural que a menudo queda opacada por lo comercial y superficial.
Un viaje que conecta comunidades
La Fundación Chicamocha lleva formalmente tres años trabajando, pero su trayectoria real suma siete años de impacto cultural. Andrés, inspirado por sus primeros trabajos con víctimas del conflicto armado y jóvenes en rehabilitación, dio un paso más allá al llevar talleres a los barrios del área metropolitana.
Su compromiso se extendió a San Jacinto, Bolívar, y Rincón del Mar, donde lideró proyectos de investigación sobre músicas afrocolombianas como el buyerengue y el fandango. Allí, el tambor se convirtió en su guía, revelando que cada pueblo tiene un toque y un significado únicos para este instrumento.
El tambor, perseguido desde tiempos coloniales por su capacidad de unir comunidades y ser un canal de resistencia, sigue siendo un símbolo poderoso. Andrés destaca cómo en Bucaramanga se organizan iniciativas como la «Rueda al Tambor», una celebración del arte que, paradójicamente, enfrenta persecución en pleno siglo XXI.
Innovación al servicio de la tradición
Un capítulo fascinante en la labor de la Fundación Chicamocha es la creación de instrumentos innovadores que preservan y revalorizan las sonoridades autóctonas. Entre ellos destacan los instrumentos Yarima y Guanentá, que integran las características sonoras de ocho instrumentos latinoamericanos. Estas creaciones, diseñadas para niños y adultos mayores, buscan ser una herramienta accesible que combina pedagogía y tradición.
La Fundación ha recorrido rutas como la de Chicamocha, llevando estos instrumentos a municipios como Charalá, donde incluso fueron enseñados en su museo local. Este esfuerzo no solo fortalece la identidad cultural de la región, sino que abre un espacio para que las nuevas generaciones se conecten con su herencia.
El Arte como memoria y resistencia
Andrés Pinzón lo expresa con claridad: «El arte es la manera de hacer memoria de las comunidades, de preservar el conocimiento y la cosmovisión». Desde los palenques fundados por líderes como Benkos Biohó hasta los ritmos de los pueblos marginados del Pacífico, el tambor cuenta historias de resistencia, identidad y lucha.
A través de su fundación, Andrés busca que el Estado garantice la protección del tambor como patrimonio, reconociéndolo no solo como un instrumento musical, sino como un símbolo cultural, político y religioso.
Un llamado a revalorar lo nuestro
En una sociedad donde lo comercial eclipsa lo autóctono, iniciativas como las de la Fundación Chicamocha son faros de esperanza. Nos recuerdan que detrás de cada golpe de tambor, detrás de cada cuerda que vibra en un Yarima o Guanentá, hay una historia de resistencia, creatividad y pertenencia.
La tarea de preservar nuestra herencia cultural no recae únicamente en fundaciones o activistas. Es un llamado colectivo para valorar y promover lo nuestro, desde las raíces más profundas hasta las expresiones más contemporáneas.
Andrés Pinzón y la Fundación Chicamocha nos invitan a mirar hacia adentro, a redescubrirnos a través del arte y la música, y a abrazar con orgullo nuestra identidad como santandereanos.
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*Artista y consejero cultural santandereano.
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