Por: Érika Bayona López/ Recientemente, hemos presenciado una serie de manifestaciones masivas en diversas ciudades del país, donde miles de personas han salido a las calles para expresar su descontento y rechazo hacia el presidente Gustavo Petro y su gestión gubernamental.
Estas protestas, caracterizadas por una diversidad de voces y motivaciones, reflejan un profundo descontento y desaprobación hacia su liderazgo y la dirección que está tomando el país, marcando un período de baja popularidad que no se veía en las últimas dos décadas.
Es esencial reconocer que las manifestaciones pacíficas son fundamentales en cualquier democracia saludable. A diferencia de las marchas que se llevaron a cabo durante el gobierno de Duque, las cuales también fueron importantes expresiones ciudadanas, estas nuevas protestas permiten que los ciudadanos ejerzan su derecho constitucional a la libertad de expresión sin recurrir al daño a la propiedad privada o pública.
Las manifestaciones en contra del presidente Petro son un símbolo del ejercicio activo de la ciudadanía y de la voluntad colectiva de participar en la construcción y vigilancia de un Estado que responda a las necesidades de todos sus ciudadanos, sin recurrir al caos social.
Es crucial enfatizar que estas protestas deben llevarse a cabo de manera pacífica y respetuosa, evitando cualquier forma de violencia o vandalismo. La violencia socava los objetivos legítimos de las protestas y desvía la atención de los problemas reales que se buscan abordar.
Por lo tanto, tanto los manifestantes como las autoridades deben mantener un diálogo abierto y buscar soluciones constructivas para resolver las diferencias y atender las demandas ciudadanas.
Además, es necesario reconocer la diversidad de opiniones y perspectivas dentro de la sociedad colombiana. Las protestas en contra del presidente Petro representan solo una parte del panorama político y social del país, y es fundamental escuchar y considerar las voces de todos los sectores de la sociedad, incluyendo aquellos que apoyan al presidente y su agenda política.
Sin embargo, es lamentable que el mismo Jefe de Gobierno minimice estas manifestaciones, calificándolas de manera altiva como acciones de la derecha en redes sociales.
La reciente ola de protestas que ha sacudido las calles de Colombia no puede pasarse por alto. En un país donde la democracia y la participación ciudadana son fundamentales, es esencial analizar con detenimiento el mensaje detrás de estas multitudes que claman por un cambio.
El pasado domingo, una significativa cantidad de ciudadanos colombianos se unieron en una manifestación para expresar su descontento con respecto al presidente Gustavo Petro. Este evento no surge de manera espontánea, sino que refleja un creciente malestar que ha ido cobrando fuerza en diversos segmentos de la sociedad.
A pesar de los intentos por parte del gobierno nacional de minimizar estos sentimientos, es evidente que existe una preocupación generalizada respecto a la gestión de los recursos públicos.
Este sentimiento se ve reflejado, por ejemplo, en los bajos índices de aprobación de algunos ministerios, como los de Igualdad, Cultura y Deporte, que apenas alcanzan el 8%. Asimismo, se observa una tendencia preocupante hacia la polarización en las redes sociales, donde las publicaciones tienden a favorecer discursos incendiarios en lugar de promover el bien común y el interés colectivo de la nación.
La falta de gobernabilidad, inconsistencias y resultados deficientes han llevado a tantos ciudadanos a tomar las calles. Una de las principales preocupaciones que motivan estas protestas es la propuesta de reforma del sistema de salud, así como la reforma pensional, que afectaría significativamente a la población más joven del país.
Si bien es cierto que el sistema de salud enfrenta serios problemas y necesita una reforma urgente, la falta de claridad sobre cómo se llevará a cabo esta reforma ha generado incertidumbre y desconfianza entre la población.
Además, las negociaciones de paz con grupos armados han generado divisiones en la sociedad colombiana. Aunque es deseable buscar una solución pacífica y duradera al conflicto armado, las concesiones realizadas por el gobierno y la persistencia de la violencia en algunas regiones han generado un sentimiento de frustración y desencanto entre la población, exacerbando la situación.
Es importante destacar que estas protestas no solo representan un rechazo al presidente Petro, sino que reflejan un llamado de atención a todas las fuerzas políticas del país. La situación actual exige un diálogo abierto y constructivo entre el gobierno, la oposición y la sociedad civil para encontrar soluciones consensuadas a los problemas que aquejan a Colombia.
En este contexto, es crucial que el presidente Petro y su gobierno escuchen las demandas de la ciudadanía y se comprometan a trabajar en conjunto para abordar los problemas que enfrenta el país. La democracia se fortalece cuando se escuchan todas las voces y se promueve el respeto por las diferencias.
Estas protestas son un recordatorio contundente de que el pueblo colombiano exige un liderazgo que priorice los intereses comunes y trabaje en la construcción de un país más justo, inclusivo y próspero para todos sus ciudadanos.
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*Acount Auditor-QA / MBA y Máster en Project Management. Auditor interno BASC. Administradora de Negocios Internacionales y Especialista en Mercadeo Internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).