Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ Con el paso de la semana mayor, se abrirá en el Congreso de la República el debate sobre la tercera reforma tributaria que el gobierno del presidente Duque en menos de tres años nos quiere imponer.
El Congreso tendrá en su escritorio el proyecto de ley que el gobierno nacional con un eufemismo estrafalario ha denominado “proyecto de ley de solidaridad sostenible” lo cual no es otra cosa que continuar exprimiendo a los colombianos que trabajan cada día por tener mejores condiciones de vida.
Nos disfrazan este proyecto de ley, como la salvación de los más desfavorecidos, pero lo mismo nos han dicho en las últimas 11 reformas tributarias que en veinte años nos han impuesto, gratuidad para la educación, mejoramiento de la salud pública, cerrar las brechas de pobreza y desigualdad, entre otras promesas que nunca se cumplen, nos sacan la plática del bolsillo, pero dudosamente nunca alcanza para cumplir el objetivo.
Las reformas tributarias no han sido otra cosa que el castigo al pueblo, por las malas decisiones que los gobiernos han tomado en materia económica y fiscal y es que las presentan como reformas estructurales y sociales, pero terminan es cuadrando el déficit que las políticas del gobierno de turno generan en las cuentas públicas.
Cada vez que hay un hueco fiscal, por costumbre para taparlo, los gobiernos recurren al pueblo para exprimirlo, demostrando una mediocridad e incapacidad de generar recursos de una forma diferente, pero cómo no hacerlo así, si han vendido y privatizado la mayoría de empresas colombianas que generaban renta al país. Han convertido al Estado en una especie de sanguijuela que se alimenta descaradamente de los recursos de personas que con esfuerzo intentan trabajar y generar empresa.
Colombia se está convirtiendo en un país que asfixia a la clase trabajadora que ya no aguanta un impuesto más, estamos llenos de tarifas impositivas como el 4 x mil, IVA excesivo, incluso a productos de la canasta familiar, impuesto nacional al consumo, impuesto de renta, impuesto predial, sin mencionar quienes tienen un vehículo, que parecieran castigados por el Estado, pues deben pagar tramites, impuestos, peajes y combustibles extremadamente costosos, en Colombia no hay derecho a tener una propiedad o pequeña empresa, se nos volvió un lujo suntuoso comer carne o pollo al almuerzo y será vida de ricos desayunar chocolate con pan.
Pero, aunque queramos, cómo confiar en el estado y en esta necesidad de recursos para esa tal solidaridad social, si nos dicen que recaudaran 25 billones de pesos, sacrificando la clase media y productiva del país, pero de parte del estado no se ve ahorro o austeridad en el gasto, por el contrario, luce improvisado, derrochador y suntuoso.
Acaso en lugar de gravar muchos artículos de la canasta familiar y ver como ricos a quienes ganan 2.5 millones de pesos mensualmente, no sería mejor simplemente, dejar de malgastar 14 billones de pesos en unos aviones de guerra, eliminar las altas e ineficaces consejerías del gobierno, como las de comunicaciones, reducir en tiempo el viejo programa de TV del presidente, con 10 minutos diarios bastaría, vender los aviones al servicio particular de algunos altos funcionarios como el fiscal general, él podría viajar en vuelos comerciales. Si se necesita plata, es hora de ahorrar, hora de ser austeros, de reducir el tamaño del estado, no justifiquen sus incapacidades administrativas, sometiendo a un viacrucis a los colombianos trabajadores.
Y si es totalmente necesario conseguir esos recursos, porque en lugar de crucificar la clase media del país, no eliminan las exenciones tributarias de las grandes empresas y de los bancos, que no tengan corbata, o porque no persiguen a los grandes evasores de impuestos, por ahí creo que hay expresidentes y senadores con declaraciones de renta en ceros.
Por estos días de cuaresma y de pascua, los colombianos esperamos que el Congreso de la Republica no actúe como Judas Iscariote, y por algunos gramos de mermelada traicionen el pueblo que los eligió, condenándolo a años de pasión y de ayuno. Será la hora de ver de qué están hechos nuestros honorables congresistas y si de verdad defienden y representan al pueblo y será también la santa hora de que el pueblo exija a sus parlamentarios y les manifieste su inconformidad ante tal injusticia y atropello.
*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.