Por: Luis Carlos Heredia Ordoñez/ ¿Quién nos hizo creer que viajar era llegar a un lugar, gastar como locos, consumir todo lo que se pueda y dejar el desorden atrás? Yo no sé, pero esa lógica está más torcida que un discurso de un político en campaña. Y ahí está el problema, mi gente: el turismo no es lo que era antes, pero tampoco es lo que debería ser. En vez de conquistar destinos, hay que aprender a convivir con ellos. ¡Cómo nos hace falta un poquito de responsabilidad!
Vea pues, el daño que hacemos…
Les cuento: ¿ustedes han visto lo que pasa en las playas después de una temporada alta? Eso parece un basurero, pero con vista al mar. Nos creemos muy mochileros, muy viajeros del mundo, pero lo que dejamos es pura basura, literal y simbólica. No basta con llevar la sombrilla y las chancletas, hay que llevar también conciencia, mis queridos compatriotas.
El turismo irresponsable está acabando con nuestros recursos. Y no lo digo yo, lo dicen los hechos: deforestación, contaminación, especies que se nos van y no vuelven. ¡Se nos están yendo los mejores paisajes y ni cuenta nos damos! Y no crean que esto es solo cosa de los extranjeros. No, aquí todos metemos la pata. Desde el más encorbatado turista hasta el que se cree el Che Guevara de los hostales.
El turismo, ese que puede ser una solución…
Pero no todo está perdido, porque, así como hay turistas que lo dañan todo, también hay gente que está cambiando el cuento. Eso es lo que llaman el turismo ambientalmente responsable, y vea, eso sí es una maravilla. Es como si uno fuera a visitar la casa de alguien y, en lugar de dejar las huellas en la alfombra, se las limpiara antes de entrar. Les suena lógico, ¿no?
Resulta que ser un turista responsable no es cuestión de comprar un tiquete más caro, es cuestión de usar el sentido común. ¡Ojo! Se trata de no ir a destrozar lo que no es suyo. A los paisajes se va a disfrutar, no a destruir. Que, si va al páramo, no lo convierta en un parqueadero de motos. Que, si va al mar, no lo llene de plásticos como si fueran adornos de fiesta.
¡Apoyemos a los que cuidan!
Y no es solo cuidar el ambiente, también hay que cuidar a la gente. A las comunidades que viven en esos destinos les toca ver cómo miles de turistas llegan, se llevan la plata y no dejan nada. ¡Y eso sí que es absurdo! ¿Sabe usted quién cuida esos lugares cuando no hay turistas? Exacto, la gente que vive allí. Ellos son los que de verdad entienden el valor de esos sitios, y, sin embargo, muchas veces son los que menos reciben.
Así que, si va a viajar, pregunte, hable con los locales, cómpreles a ellos. ¿Cómo le parece que eso también es turismo responsable? Deje la creencia de que porque tiene pasaporte se puede portar como patrón de finca. ¡No, señores! Viajar no es solo para el que tiene plata, sino para el que tiene cabeza, y sobre todo, corazón.
La lección final (porque no todo es recocha) …
No les quiero aguar la fiesta, pero la cosa está seria. Si seguimos viajando sin pensar en las consecuencias, muy pronto no nos va a quedar a dónde ir. Y ahí sí, cuando nos hayamos fumado hasta el último rincón verde, ¿qué vamos a hacer? ¿Tomarnos selfies con el humo?
El turismo responsable no es una moda. Es una necesidad. O nos hacemos conscientes ahora, o le decimos adiós a lo que queda de nuestros paisajes, nuestras culturas y nuestra biodiversidad. Viajar es un privilegio, no un derecho divino. Y si no cuidamos lo que visitamos, un día no tendremos ni un parque nacional para caminar, ni una playa para descansar.
Así que, queridos compatriotas, la próxima vez que decidan viajar, piensen: ¿quiero ser parte del problema o de la solución? Ahí les dejo la inquietud. Como decía mi abuelo: «El que guarda, siempre tiene». Cuidemos lo que tenemos, porque el planeta no aguanta más.
…
*Tecnólogo ambiental, ingeniero ambiental.
Facebook: Luis Carlos Heredia
Celular: 3154197438
Twitter: @LUISKHeredia
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)