Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ Después de la última columna que publiqué aquí en Corrillos he seguido pensando en todo lo que denominamos democracia y recordé que tenía por ahí un libro pequeño con algunos escritos políticos de aquellos que los historiadores han denominado “radicales del siglo XIX”. Se trata de un compendio de textos que da cuenta de diversas discusiones propias de un tiempo determinado en el que se estaba repensando la República.
El 25 de septiembre del año 1855 se publicó el texto denominado “El sufragio universal” de Manuel Murillo Toro, tras 168 años de ese suceso es increíble cómo el tema aún puede traerse a colación para repensar la democracia y el ejercicio del sufragio que se lleva a cabo hoy en nuestro país.
En su texto, Murillo expone lo problemático del nuevo derecho, el derecho de elegir, que ha permitido la entrada en vigencia de la Constitución de la República de Nueva Granada de 1853. El mayor inconveniente, la pregunta más profunda que se realiza el futuro mandatario en el texto es si es necesario continuar con el sufragio universal o si deberían hacerse limitaciones de cara a la idoneidad de los sufragantes. Es decir, el centro del debate está en si el pueblo debería seguir eligiendo a sus mandatarios o si deberían ser solo algunos –los más capacitados– quienes sean los únicos con posibilidad de ejercer el derecho al voto.
Hoy, cuando el sufragio es mucho más universal –las mujeres tendrían que esperar 99 años más para alcanzar el derecho al voto– aún pareciera válido preguntarnos si el sufragio debe seguir siendo universal o si, por el contrario, deberíamos generar algunas limitaciones a quienes tienen derecho a elegir. Si quizá debiéramos exigir que el votante “dé razón” de su voto.
Según Manuel Murillo Toro, “el sufragio universal necesita que se le ilustre, pero es de esencia de esta institución perfeccionarse a medida que los pueblos se instituyen”. Esa será en parte la tesis con la que se desarrolla el discurso. El sufragio es fundamental para la democracia y solo se desarrollará plenamente en el futuro en la medida en que su aplicación vaya educando a la ciudadanía que poco a poco ira mejorando en el ejercicio de su derecho electoral. Aún hoy seguimos esperando que la nación aprenda.
En el siglo XIX que le correspondió a Murillo, cuando se creía en el progreso que llegaba sobre el lomo de ese caballito falaz denominado modernidad –falacia desvirtuada por Enrique Dussel en su texto 1492. El encubrimiento del otro: hacia el origen del “mito de la modernidad”–, se creía que una persona inteligente era aquella que no era analfabeta y precisamente esta persona, según algunos, sería la única habilitada para votar.
Hoy, que somos más conscientes de las prácticas coloniales siguen en el ambiente, es válido mencionar la siguiente frase extraída del mismo texto de Murillo para explicar la dificultad pragmática del ejercicio de la elección popular “pero semejante capacidad [la de discernir lo bueno y lo malo a nivel político] no puede presuponerse en los nueve decimos de los habitantes de un país como este, sujeto ante el régimen embrutecedor de la Colonia”
Muy a pesar del argumento anterior, Murillo continua en su texto una defensa de un futuro mejor a partir de la comprensión del derecho al sufragio fundamentado en la pertenencia a la comunidad. Hoy seguimos basados en ese principio para la obtención de la ciudadanía y con ella, al derecho a elegir y ser elegidos. Sin embargo, aún no parece que aprendamos como sociedad a realizar dicho ejercicio.
Dice también Murillo que “no hay sistema mejor que hacer la educación política de los pueblos que el de ponerlos a la obra en que quiere formárseles”. Ya decía la vez pasada que es necesario revisar el modelo de formación política en la escuela; a pesar de ello, también deben revisarse las formaciones que se dan a los ciudadanos que ya pasaron por la escuela y que están en pleno ejercicio electoral. Debemos hacer una especie de formación constante y permanente de ciudadanía desde todos los sectores donde compartimos, para así poder mejorar y hacer conciencia colectiva.
La invitación final es la misma que en 1855: “Sigamos perfeccionando el sufragio”, sigamos construyendo una ciudadanía cada vez más consciente del aporte que se puede y se debe hacer a partir de la toma de conciencia electoral.
Apuntaciones
- La terna presentada por el presidente Petro para la Corte Constitucional es un irrespeto para la tradición de la Corte misma. Ojalá recapacite pronto y no caiga en el tradicional juego de “yo te nombro y tú me nombras (o proteges)”.
- La Facultad de Derecho de la Universidad Santo Tomás de Bucaramanga, de la cual soy egresado, está cumpliendo cincuenta años. Me uno a esa celebración y espero que se sigan formando abogados y abogadas comprometidos con una sociedad más justa. Cada vez más al servicio de la dignificación de las personas y menos del sostenimiento del sistema imperante.
- Cierro este texto aún sin saber quién será el nobel de literatura de este año. A mí me huele a Asia.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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