Por: Irving Herney Pinzón/ Hay una situación, de la que muchos hablan y a la cual le dan una connotación eminentemente bélica, reduciendo con esto el campo de acción de la famosa expresión “síndrome de Estocolmo”. En primera instancia, es necesario contextualizar, sobre el origen histórico de esta manifestación, para ello, vale la pena recordar que, en 1973 precisamente, en la ciudad de Estocolmo, unos ladrones, pretendieron asaltar el banco Kreditbanken, sin embargo, el robo no les salió bien, quedando atrapados en ese lugar, tomando como rehenes a varios empleados. La sorpresa no fue que los criminales tardasen seis días en entregarse, sino que, los rehenes se hicieron amigos de sus secuestradores. El episodio, dio origen al referido síndrome de Estocolmo: un extraño proceso psicológico, mediante el cual, los secuestrados, desarrollan vínculos de solidaridad y simpatía con sus captores. Este padecimiento, es la reacción por la que una víctima de un secuestro, o retenida en contra de su voluntad, o más aun, en sentido amplio, se podría decir que, ha perdido su libertad, es dominada, embargada y porque no, explotada y utilizada, desarrolla una relación de complicidad y empatía, con quien la ha secuestrado o es su opresor.
Sin querer ser este artículo, una clase de historia, pretendo partir de este episodio o síndrome, para ponerlo en contexto de nuestra realidad colombiana, que apropósito de la pandemia, del paro y de las consecuencias en todos los sectores, ha puesto de manifiesto una serie de complicaciones, problemas y tragedias, que dejan muy mal parado al gobierno actual, junto con los que lo han antecedido. Pero, perdonen que lo reafirme, principalmente a este gobierno, que refleja toda la desidia, la negligencia, el egoísmo, el clientelismos, la corrupción, la impunidad, el favorecimiento, etc., el cual actúa, con el beneplácito, la justificación de algunos sectores, grupos populares o personas que comulgan y respaldan, el actuar de muchos políticos, movidos estos, por intereses personales o porque sinceramente, se han segado a la realidad colombiana, o sin querer, por la nueva encuesta, hecha por el Sisben, han subido de clase social y quizás, por 100 mil pesos, ya pertenecen al estrato 6.
En sentido amplio, el síndrome de Estocolmo, debe verse, como toda aquella acción, omisión u opinión que se ha visto, de forma recurrente en las redes sociales, donde las personas que pertenecen a la clase trabajadora, y que, se han visto afectados por un sinnúmero de reformas laborales y pensionales; que tiene un sistema de salud, tercerizado y precario; que vive a expensas de un contrato de prestación de servicios; que paga impuestos; que vive eternamente endeudado, porque, su salario no puede cubrir más allá de los gastos básicos; que empeña su vida entera al Icetex, para poder terminar una carrera; que vende su alma al sector bancario, para poder tener casa propia, en fin, considerando, a los que luchan por sus derechos, como socialistas y comunistas, demostrando con ello, que se quedaban dormidos en clases de filosofía, de historia e incluso de religión, porque, confunden la teología de la liberación con comunismos, y que, sin embargo, postean a Jesús y a la virgen en sus redes.
Es de admirar, que así, como en su momento Kristin Ehnmark, una de las personas secuestradas en el robo bancario de Estocolmo, se negó a colaborar con la justicia y a declarar en el juicio contra sus captores, estas personas que pertenecen a la clase trabajadora justifican y apoyan todas las inclemencias y vehemencias que han perdido admiración en el común, pero, que sigue demostrando cuan viles, corruptas, clasistas e impunes son muchas de las medidas que toma día a día este gobierno.
Es tan alta la indignación que genera el Síndrome de Estocolmo a la colombiana, que, para determinado sector político, se ha convertido en enemigo fehaciente, aquel grupo, que, a lo largo de su existencia, no ha hecho otra cosa que educar a los colombianos, luchando día a día para que la educación siga siendo pública. Es decir, para todos gratuita, que cuente con los recursos necesarios para una educación de calidad. Así mismo, el enseñar hoy día, sea incentivar y promover la lectura, tomando diferentes fuentes y no quedarse en una sola, se llame ahora adoctrinar. ¿En qué momento los maestros se convirtieron en enemigos de la sociedad? que a lo largo de la historia los ha educado. Son tantas las contradicciones en nuestro país que terminamos protegiendo y exaltando al mismo que nos hace daño.
De acuerdo, a las diferentes teorías éticas y psicológicas, que tratan de entender el comportamiento de este grupo de personas, quienes identifican y defienden a sus captores u opresores, se establece que el sentido de moralidad, está conectado con la cantidad de engaño con el que nos sentimos cómodos, que nos ciega para romper los intereses individuales y que normaliza los delitos y los justifica al querer compararlos. El síndrome de Estocolmo, se evidencia cuando algunos colombianos, se alegran por la desgracia que sufren algunos pueblos, por ejemplo, Venezuela, solo para demostrar que aparentemente ellos tienen la razón, rayando con enfermedades psicológicas; y más aún, al estilo del negro doméstico que vendía a sus congéneres y vivía feliz siendo un esclavo de estrato más alto en comparación con los demás.
Vale la pena recordar, que en tiempos de la esclavitud había dos clases de esclavos: el negro doméstico y el negro del campo. Los negros domésticos, vivían en la casa del amo, vestían bastante bien; se alimentaban bien, porque se comían las sobras que el amo dejaba; vivían en el sótano o en el desván, pero, cerca del amo y lo querían a él, más que el amor propio que este se profesaba; no les importaba ser golpeado o azotado; era feliz solo de servir a su amo a tal punto que se convertía en un opresor para sus hermanos negros que trabajaban en los campos y se creían con el derecho de castigarlos o contarle todo al amo para que este los castigara. Lamentablemente, al estilo del negro doméstico, abundan personas en el actual contexto colombiano, que han sufrido sin darse cuenta el doloroso padecimiento, no solo para él, sino para los demás colombianos, del Síndrome de Estocolmo.
«Mientras sigan existiendo personas masoquistas de los viejos modelos de gobierno, Colombia, difícilmente se desprenderá de su relación enfermiza, con el captor y opresor».
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Magister en Educación, Docente Investigador Filosofía y Ciencias Sociales y Candidato a Doctor en Educación.
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