Por: Julio Cesar Ardila Torres/ Los últimos cuatrienios de parlamentarias y presidenciales se caracterizaron por la pelea de banderas blancas y palomas de paz que apañaban todos los candidatos a Presidencia o Congreso mostrando fórmulas de fuerza o dialogo para alcanzar la tan anhelada convivencia pacífica que permitiera a los colombianos pensar y trabajar por su familia y territorio incentivados por el Estado sin sobresaltos ni temor alguno.
Pero ahora, como por arte de magia o tal vez por efectos de la pandemia, ya ninguno quiere arroparse con esta bandera blanca y sin mirar las penurias diarias del pueblo que sobrevive a su alrededor, y ellos, los candidatos aun conociendo y viendo todos los días la pobreza social extrema de su comunidad creen que la búsqueda de la paz es tema trillado o pasado de moda del cual ya no vale la pena ni hablar, olvidando que el primer paso para alcanzarla es precisamente la justicia social de la que no existe ni la primera piedra para edificarla.
Pareciera entonces que los discursos de paz de las pasadas elecciones solo atendían a la violencia extrema ejercida por grupos armados ilegales llamados bacrim, guerrilla, paramilitares o narcos en claro olvido de las necesidades sociales insatisfechas y no es que a hoy esos grupos violentos hayan por obra y gracia dejado de existir, pero de alguna manera el sonajero de Acuerdo de Paz con x o y ponía presidente al igual que la búsqueda de extinguirlos o dominarlos también puso presidente a contrario sensu de este proceso eleccionario en que ya no hay promesa de por medio de dialogo o fuerza sobre alguno de ellos sino más bien de ignorar su existencia para dedicarse solamente a enarbolar un tema o necesidad como eslogan para conseguir el favor ciudadano en las urnas.
Pasada esa página nefasta llena de tantas planas repetidas, parece que ahora se está abriendo otra página en este proceso eleccionario en la que desde ya se nota lo que pareciera un acuerdo de candidatos de machacar y apropiarse de un solo tema de los tantos que adolece el pueblo y para ello algunos se alzan con la bandera de lucha contra la corrupción, otros con la de lucha contra el desempleo, al igual que algunos solo hablan de la inseguridad otros de la problemática ambiental, otro de la educación, la salud y demás, olvidando ahora que para lograr algo de esa justicia social que requiere el país es necesario que el nuevo dignatario entienda que para la búsqueda y consolidación de la tan anhelada paz no basta con resolver una parte de la problemática social sino el todo junto de lo que ellos sin querer se dividieron.
Sin ignorar claro está que esa corrupción de la que en su época (1978 – 1982) el presidente Julio César Turbay se comprometió a rebajarla a menores proporciones ahora no solo esta desproporcionada sino que se expandió de lo público a lo privado infectando a gran parte de la sociedad y llegando a lo más alto de las ramas del poder público entre ellas la Corte Suprema de Justicia, destrozando así la credibilidad y respeto a las instituciones, pero también es cierto que los altos niveles de desempleo está dejando hambre, desolación y extrema pobreza así como el daño que ocasiona la falta de una buena, efectiva y gratuita educación incluyente, al igual que las deficiencias en la prestación del servicio de salud que a todas luces sigue siendo excluyente sin insistir en la inseguridad antes sectorizada y ahora explayada en tierra, aire y mar.
Entonces para confeccionar una gran y duradera bandera de la paz, el buen candidato debe entender desde ya que su compromiso no es el resolver uno de los problemas sociales sino el todo para abrir camino a la paz con justicia social.
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*Abogado.
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