El silencio, practicarlo para ser prudentes, meditar, es un gran aliado, pero practicarlo para ser cómplice de un acto indebido o guardar silencio ante un abuso trae graves consecuencias.
Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Veamos ese silencio aliado, ese silencio bueno, el cual forma parte de la vida ya que a cada instante tenemos la oportunidad de atender su llamado y descubrir lo que el silencio nos brinda, el silencio tiene un poder enriquecedor, nos ayuda a conectarnos con nuestras verdades.
Los tiempos que estamos viviendo, las tecnologías, las redes, las comunicaciones etc. Nos han llevado a acostumbrarnos a los ruidos, es más inconscientemente y de forma automática, buscamos cubrir el tiempo con más ruidos y sonidos.
Los invito a pensar y reflexionar sobre lo que pasa cuando todo se apaga, al desconectarnos del celular, la música, los correos electrónicos o cualquier otro hábito cotidiano, cuando esto sucede podemos darnos cuenta de que surge algo más grandioso, (El Silencio), y es que en el silencio aparece la magnitud de la vida, la simpleza, el fluir, la posibilidad de observar las cosas desde una perspectiva más amplia, entonces démonos ese permiso para estar con uno mismo, mejor, para estar en uno mismo.
Escuchar el silencio, suena paradójico, pero el silencio se debe escuchar, es más está al alcance de todos y no requiere rituales, ni técnicas sofisticadas; se trata simplemente de querer escuchar más allá de los sonidos y aprender a disfrutar del silencio incluso cuando se está acompañado.
La vida es amplia y compleja, debemos saber que tenemos en cada instante la oportunidad de detenernos para escucharnos, esto es importante y muy eficaz, reitero no se requiere de procesos místicos, de la necesidad de retirarse a un templo, o de desconectarse de las rutinas diarias o aprender una técnica determinada, ¡No¡, solo basta con confiar en el propio instinto y sabiduría interior.
Escuchar el propio silencio requiere un acto de generosidad con uno mismo y de comprensión de los mecanismos de la mente, recordemos que los pensamientos se hallan en continuo movimiento, eso es algo que forma parte de la naturaleza humana y que pase lo que pase, la mente siempre suele emitir alguna opinión al respecto.
Es entonces cuando el silencio nos da la oportunidad de observarnos desde otro lugar, sin enjuiciar tan severamente nuestros actos o decisiones, y reconociendo nuestras capacidades para resolver lo que nos inquieta, recordemos que grandes descubrimientos son fruto de momentos de silencio en los que se producen instantes de intuición y claridad, donde todo encaja y cobra sentido.
En esos momentos la mente deja de pensar para acceder a un espacio de mayor amplitud, en esos estados es donde surgen ideas novedosas, creativas, y podemos resolver situaciones que parecían complicadas y difíciles.
El silencio ayuda en un primer momento apartarse de los ruidos a encontrar un espacio para estar solos, conocer como es nuestro diálogo interno, reconciliarnos con él y a la vez ampliar la visión interna a otros espacios libres de juicios, ese es un camino que nos acerca a la quietud interior, en un estado donde todo es aquí y ahora, y convertirlo en un instante de amplitud y plenitud.
El silencio, como la ausencia, también comunica, y en ocasiones, resulta más elocuente que las palabras, es importante decir y advertir que no es lo mismo callar que no decir nada, no se trata de un silencio inerte, consecuencia de la ausencia de palabras, y de personalidad para defender nuestras ideas, ¡NO! es el poder de un silencio muy activo, como parte inseparable de la retórica, debe ser un silencio gestionado con audacia para expresar lo que realmente queremos expresar, y para conseguir el efecto deseado en nuestro interlocutor.
Tengamos en cuenta que para callarnos no basta con cerrar la boca, callar es un arte, es una disciplina callar es: la elocuencia muda del cuerpo y del rostro, de ahí la importancia de formarnos y entrenarnos adecuadamente para desenvolvernos con soltura en el silencio.
Vivimos en una sociedad sobresaturada de información, donde la locuacidad está claramente sobrevalorada, el silencio es la base fundamental de la escucha activa y la conciencia plena, dos herramientas imprescindibles para una comunicación eficaz y eficiente, el silencio es un camino seguro hacia el conocimiento y la sabiduría.
Nos han inculcado de forma errónea el temor a parecer poco inteligentes si no sabemos qué decir en un momento dado, pero nadie nos advierte que es mucho peor hablar y demostrar nuestras carencias, nuestra falta de oportunidad o insensibilidad, debemos acostumbrarnos a escuchar nuestro silencio si lo hacemos descubriremos que es demasiado valioso como para interrumpirlo de cualquier manera.
No aprendimos a hablar solo hablando, sino escuchando previamente, por eso necesitamos el silencio para escuchar a los demás y para escucharnos a nosotros mismos y solo desde el silencio se aprende a escuchar, y solo desde la escucha se aprende a hablar, y recordemos ser prudentes porque somos esclavos de lo que decimos, y dueños de lo que callamos.
Otro aspecto importante es la comunicación no verbal, por lo general, nuestra cara puede resultar más expresiva que nuestro discurso y, sobre todo, más creíble por ello debemos ser conscientes de nuestras emociones, dejemos que nuestro cuerpo hable también, eso sí, sin perder de vista en ningún momento el efecto que producimos en nuestro interlocutor, ese feedback nos permitirá modular nuestra conducta y postura.
El silencio no tiene por qué ser un espíritu maléfico del que haya que huir, dos personas unidas por amor o por amistad entrañable pueden pasar muchos buenos ratos en silencio, mientras que, en un matrimonio, en una relación, disconforme el silencio del otro siempre es motivo de irritación y de pelea, el silencio del amigo nunca asusta, el de un desconocido, es, cuando menos, causa de malestar o sospecha.
El silencio, no significa siempre amenaza, también significa tranquilidad, reflexión, armonía, la meditación, la contemplación mística y la vida monástica siempre se consideraron como formas edificantes de silencio, la biblioteca y la iglesia eran los espacios del buen silencio, algo hay, sin embargo, de patológico en la actitud de la sociedad moderna frente al silencio, pareciera como si la sociedad tecnológica hubiera hecho de él, el enemigo que hay que confinar y suprimir.
Nuestros espacios; público y privado se ven invadidos totalmente por el ruido, el sonido en las calles, en los medios de transporte, hasta la intimidad de la vivienda, el silencio no es una cualidad que los urbanistas y planificadores estén teniendo en cuenta; al contrario, parece como si hubiera una política de colonización del espacio de silencio por el ruido, es decir una conspiración del ruido.
La civilización tecnológica puede entenderse, así como una exorcización del silencio, en la cual se manifiesta su instinto de dominio y poder cuya filosofía es hay que mantener distraída y ocupada a la gente.
No entiendo las nuevas generaciones, pareciera que han sido educadas en el horror al silencio y muchos jóvenes son incapaces de concentrarse en una tarea sin tener la radio puesta, o los audífonos, o la Tv, la radio encendida en el coche o en el local público, la televisión en el café o en medio de una conversación hogareña parecen ser el medio de ahuyentar toda autonomía en el pensar o en el conversar.
El otro silencio, el silencio dañino, el silencio cómplice, el silencio permisivo, ese no lo debemos practicar, tristemente nuestro país ha sido el más afectado por ese silencio, duele ver entidades gubernamentales, periodismo, rama judicial, funcionarios, practicando ese silencio ante hechos de corrupción, o en entidades privadas silencio ante el abuso, el acoso, o en las familias ante abusos y violencia, ese silencio por favor no lo practiquemos hace mucho daño.
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*Profesional en Mercadeo
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