Por: Andrés Julián Herrera Porras/ Desde Saussure y sus avances en el campo de la lingüística, se ha venido dando una reflexión constante en lo que refiere al campo del signo lingüístico y el significado, se trata de toda una evolución que se continuo atreves de la denominada escuela estructuralista que irradio tanto la filosofía como las letras. Ahora bien, será Wittgenstein quien de termine que el significado de las palabras se determina por el contexto y el uso que les damos en diferentes «juegos de lenguaje». En este sentido, el lenguaje crea y define contextos de significación, participando en la construcción de la realidad social. En última instancia, el lenguaje crea realidades.
Esta idea de creación a partir de la palabra no es novedosa, incluso es base fundamental del cristianismo. Y a su vez, ratificada por otros grandes como Judith Butler y su idea de la performatividad del lenguaje; o, Foucault, que determinó que el lenguaje no solo refleja, sino que también produce y regula las formas en que entendemos y organizamos la realidad social.
A pesar de lo anterior, dice el refrán que “las palabras se las lleva el viento”, y basta ver con el número de divorcios o de promesas incumplidas de candidatos elegidos en todos los niveles para asumirlo como cierto. Pero, si es cierto que se las lleva el viento, las palabras entonces no construyen realidad como lo dicen los autores citados al inicio de esta reflexión.
Aquí entonces la necesidad de una aclaración que busca un justo medio para ir aterrizando ideas. Las palabras crean realidades, pero no todas las palabras. Es decir, algunas palabras crean realidades. La consecuencia, “crear realidad”, depende muchas veces de quien emita la palabra.
Gustavo Petro es un hombre al que, gústele o no al lector, le encantan los discursos y procura tener cierto nivel en la elaboración de estos. Nos guste o no, es un gran orador. Empero, no basta la elocuencia ni la multiplicidad de cámaras para que un discurso cree realidades por sí mismo, peor aún, no basta la intencionalidad del discurso para encaminar que la realidad que pueda crear el mismo como consecuencia de su emisión sea el buscado por el emisor mismo. No basta con decir “poder constituyente” para cambiar una constitución.
Ahora bien ¿un presidente debe crear realidades a partir del lenguaje? Creo profundamente que no, un presidente —Al menos en el marco jurídico colombiano— debe dedicarse, en primer lugar, a la ejecución de un proyecto puntual en favor de los nacionales. Los discursos elaborados no están mal, sin embargo, ¿de qué sirve pensar en cambiar el lema del escudo nacional mientras no se solucionan los problemas de corrupción internos o se tapan los escándalos del señor Benedetti?
Los únicos que por función deben crear realidades a partir del lenguaje dentro del aparataje estatal son las otras dos ramas del poder, es decir, el Congreso y todos los jueces de la República. A ellos si les compete por medio de la creación de normas o el fallo de sentencias judiciales, crear realidades para que en un segundo momento sean ejecutadas por el ejecutivo. Aquí aclaro también, que sé que existen los denominados “decretos ley”, pero que estos deben ser la excepción a la regla.
Es bueno comprender que las teorías del lenguaje que ya mencioné apuntan en mayor medida a una cierta comprensión de la importancia de la relación entre lo que se dice y la forma en que se piensa. Es decir, el lenguaje crea realidades en la medida en que precisamente la forma en que comprendemos la realidad que nos rodea es afectada directamente por el lenguaje mismo.
Petro dice cosas, intenta crear realidades, pero ¿las hace? Urge al gobierno comprender la diferencia entre ejecutivo y legislativo que ya planteé párrafos atrás, es decir, que el segundo está llamados a construir realidades con leguaje y, aunque el primero pueda hacerlo, a este —al ejecutivo— le urge la ejecución de las palabras. Un ejemplo claro, comprender la palambra “cambio” que tanto menciona para hacerla realidad.
Apuntaciones
- Hace un par de semanas pasé por Bucaramanga, realmente es desastroso ver la imposibilidad de transportarse de un punto a otro en servicio público legal. El reino de la piratería y del rebusque tras el fracaso de Metrolínea es un asunto que debe tratarse con seriedad y celeridad por las autoridades del área metropolitana.
- Hablando de lenguaje y palabras, debo ser responsable y evitar seguir creando realidades que pueden ser confusas. Por esta razón, debo manifestar en esta apuntación que desde está columna no firmo mis textos como fraile dominico, pues, después de un largo discernimiento he decidido dar un paso al lado en mi estado de vida como religioso. Ahora, lo hago eternamente agradecido con la Iglesia y la comunidad de la cual me seguiré sintiendo hijo.
- La idea de la “reelección” debe dejar de ser parte del panorama político nacional. Es un fantasma que no vale la pena revivir.
…
*Abogado. Lic. Filosofía y Letras. Estudiante de Teología. Profesor de la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
Twitter: @UnGatoPensante
Instagram: @ungato_pensante