Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P./ Nuestro querido Gabriel García Márquez escribió hacia el año de 1975 El otoño del patriarca como un ejercicio literario con el que pretendió realizar un cambio de paradigma dentro de su escritura misma. Se trata de la historia de un dictador que encarna el poder mismo. Una novela particular en la que curiosamente pueden verse representados dictadores (así denominados o no) de todos los extremos políticos.
Colombia es un país de patriarcas políticos, estamos acostumbrados a observar a lo largo y ancho del territorio nacional, la injerencia de unos pocos en sus regiones, se trata de algunas cabezas de familia que creen que el departamento o región les pertenecen. Lo peor es que, el ciudadano de a pie no hace nada al respecto; peor aún, les rinde homenaje y los ve como si ostentarán una dignidad distinta a la suya coma los monarcas de un país del tercer mundo.
“Imagínese, una vaca en el balcón de la patria, qué cosa más inicua, qué país de mierda” se lee en el texto de Gabo mostrando el nivel de abandono al que llegó el dictador. En Colombia, no han existido formalmente dictaduras; sin embargo, el abandono del poder ha llegado a niveles absurdos y hemos tenido desde un elefante hasta miles de lagartos desfilando por él “balcón de la patria”.
Uno de los elementos más tristes a lo largo del texto de nuestro nobel es el tremendo vacío que refleja al final la vida del dictador, estuvo siempre rodeado de gente que le servía, cercano a otros poderosos, ensalzado por aduladores. A pesar de eso, siempre estuvo solo. Cuán triste debe ser para una persona darse cuenta que desgastó su vida en algo que realmente no fue importante.
Como ya dije, en Colombia estamos acostumbrados a los patriarcas, quizá esa sea la razón por la que los ex presidentes de la República no dejan en paz a los que alguna vez gobernaron, debe ser triste haber vivido cuatro u ocho años en la Casa de Nariño y darse cuenta que no realizó cambios sustanciales para la mayoría de colombianos y colombianas. Debe ser muy complejo empezar a vivir ese otoño, necesitar seguir buscando aduladores y tratar de controlar la política de forma mezquina para evitar con ello el ascenso al poder de otro patriarca.
“Los niños están creciendo en paz de Dios, y le dijo, todas las noches los oigo cantar por ahí, dijo señalando un círculo amplio de la mano un lugar indefinido del universo” le contestó al dictador uno de sus lugartenientes sobre los niños que el régimen había desaparecido por el bien de la patria.
Somos el país donde los patriarcas han sido capaces de robar hasta la comida a los más pequeños a través de programas de gobierno mal ejecutados. Un país donde a los candidatos presidenciales poco se les interroga sobre el modelo educativo imperante en el país o la relación que tienen con la cultura. Aquí solo es importante acusar al otro candidato o decir alguna frase populista que permita la obtención de más votos.
Los hijos del patriarca eran todos sietemesinos y prácticamente no crio ninguno, en nuestro país eso sí es diferente, los patriarcas están acostumbrados a criar sus delfines y a formarlos para que se conviertan en futuros patriarcas. Todo sucede mientras nosotros callamos de forma cómplice, reducidos a vasallos, sin darnos cuenta lo que ha implicado para la mayoría mantener el statu quo por tantos años.
“Había sorteado tantos escollos de desórdenes telúricos, a tantos eclipses aciagos, tantas bolas de candela en el cielo, que parecía imposible que alguien de nuestro tiempo confiará todavía en pronósticos de Barajas referidos a su destino”. Nadie terminaba de creer en la muerte del dictador, todos estuvieron asustados con tener que decidir sobre su propio destino pues estaban acostumbrados a que él tuviese el control absoluto de todo lo que pasaba en aquella nación.
La democracia implica de suyo que los gobernados escojan a su gobernante, tenemos nuestro destino en las manos, al parecer siempre ha sido así desde que declaramos la independencia. Siempre hemos elegido patriarcas, ojalá esta vez sea diferente. Es tiempo de asumir la noticia del otoño de los patriarcas y cambiar el rumbo del país.
Apuntaciones:
Vergonzoso lo ocurrido en el noticiero de RCN respecto del candidato Rodolfo Hernández, mi solidaridad con él y su familia.
Felicidades a Beatriz Vanegas por su nuevo texto A morir, muriendo vamos, simplemente maravilloso texto en una preciosa edición de Matera. Recomendado.
Ojalá la Registraduría Nacional haya aprendido la lección y vuelva a tener en cuenta a los maestros y maestras para el proceso de jurados de votación, quizá así se eviten tantos incidentes que solo tejen más dudas a la ya penosa labor del registrador de turno.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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