Por: Deivy Fernando Vega Herrera/ Mientras los reflectores apuntan a la reforma tributaria o la reforma a la salud, la reforma política se abre camino en el Congreso sin encender alarmas y pasando prácticamente inadvertida. Y es que con tantas reformas propuestas por el gobierno Petro (reforma laboral, a la justicia, a la educación etc.) es casi imposible analizar y medir las implicaciones de cada propuesta. Sin embargo, la reforma política es posiblemente la reforma más peligrosa, ya que con la propuesta central de las “listas cerradas” se abriría la puerta para que el Congreso, las Asambleas y los Concejos queden en control exclusivo de las élites politiqueras[1].
Lo que hace especialmente peligrosa a la reforma política es su contenido. En esencia, la propuesta busca, entre otros aspectos, consolidar en el Congreso, Asambleas y Concejos las listas cerradas, un sistema donde los ciudadanos no eligen directamente a los candidatos, sino a los partidos o grupos políticos(1). Esto otorga un enorme poder a los partidos políticos, ya que ahora sus dirigentes pueden decidir a discreción quienes ocuparán las curules del partido, lo que facilitará aún más el clientelismo politiquero. Es decir, con la reforma política personajes como Cesar Gaviria o Germán Vargas Lleras (líderes del partido liberal[2] y cambio radical[3] respectivamente) tendrían mayor poder de delegar a discreción quienes serán los congresistas, diputados y concejales de sus partidos, lo cual es a todas luces un despropósito.
El problema con las listas cerradas no es menor. Además de entregarle más poder a los partidos políticos y sus dirigentes, este sistema asume, de forma cínica, que los colombianos confiamos en los partidos políticos y nos sentimos identificados con ellos. Nada más alejado de la realidad. Tanto encuestas[4] como estudios de campo[5] han demostrado que en Colombia la confianza en los partidos políticos es mínima, con porcentajes históricamente bajos de aprobación[6].
Una muestra de la impopularidad actual de los partidos políticos es que cada vez son más los candidatos que optan por lanzarse a través de firmas o movimientos independientes, evitando relacionarse directamente con partidos tradicionales[7]. Esto evidencia que la reforma política parte de una premisa falsa: que los colombianos respaldamos y nos identificamos con las colectividades representadas en partidos políticos. En cambio, como se ha demostrado en varios estudios[8][9], la mayoría de los colombianos percibimos a los partidos como grupos alejados de nuestros intereses y marcados por el clientelismo y la corrupción.
Esta evidente desconexión de la reforma política con la desaprobación que tenemos los colombianos a los partidos políticos muestra lo distante que está el gobierno de las realidades del país. Como planteaba Montesquieu[10], las leyes deben reflejar las costumbres y creencias de la población para tener legitimidad. Las leyes que no se corresponden con la realidad social están condenadas a quedar en el papel, sin lograr un cambio significativo. Bajo esta idea, la reforma política resulta profundamente ilegitima: no representa las preferencias ni la cultura política de los colombianos. Insistir en imponer listas cerradas en un país donde la mayoría desconfía de los partidos políticos es legislar contra la realidad.
En todo caso, crear unas nuevas leyes (como la reforma política) en este país sirve para poco y nada. Como lo ha destacado Mauricio García Villegas[11], en Colombia prácticamente nos hemos “llenado” de leyes que poco cambian la realidad. Para Villegas esto ha creado un contexto de superávit de regulación legal, pero de déficit de regulación social. Es decir, el problema no es la falta de leyes, sino su falta de aplicación y legitimidad. La corrupción, la falta de voluntad política y la deshonestidad son los verdaderos obstáculos para debe priorizar cualquier reforma política. En este contexto, una reforma que fortalezca a los partidos políticos sin atacar estos problemas es un despropósito y termina siendo contraproducente.
Por estas razones, la reforma política no es conveniente y debe ser descartada. Recordemos que la reforma no solo ignora la realidad colombiana al fortalecer a los partidos políticos, sino que también promueve la falsa idea de que el país se puede arreglar “a punta” de leyes. Es necesario que reconozcamos que poco o nada se puede cambiar en política sino se realizan cambios directos en la administración pública. Ninguna reforma política podrá funcionar sino se regula primero su aplicación. Por lo que, al final, cualquier política sin legitimidad y ejecución es solo retórica vacía.
…
*Economista y Magíster en Economía y Desarrollo. Asesor pensional independiente con experiencia certificada con Colpensiones y empresas privados. Investigador interesado en la academia. Docente universitario.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
…
[1] Karen Lisethe Madera Castro (Noviembre de 2024). ABC de la reforma política. Senado de la República.
[2] Oscar A. Chala (Noviembre de 2024). La nueva dirección de Gaviria en el Partido Liberal denota que su partido quiere evitar la fragmentación. Fundación Pares.
[3] Nelson Álvarez (Octubre de 2023). Germán Vargas Lleras celebró el triunfo de Cambio Radical, asegura que “desplazó” al Pacto Histórico y a la Alianza Verde en las elecciones regionales. Infobae.
[4] Rafael Quintero Cerón (Abril de 2024). Proporción de personas de derecha en Colombia subió 6 puntos porcentuales en dos años. El Tiempo.
[5] Montalvo, J. Daniel y Mariana Rodríguez (Eds.) El Barómetro de las Américas de LAPOP toma el Pulso de la democracia en Colombia 2023.Nashville, TN: LAPOP.
[6] Uniandes (Enero de 2018). Ni en partidos políticos ni en grupos al margen de la ley creen los jóvenes. Universidad de los Andes.
[7] La Silla Vacía (Enero de 2023). Huevos Revueltos con el boom de la recolección de firmas. La Silla Vacía.
[8] Albarán, M. (2022). ¿Cómo superar la desconfianza en los partidos políticos?: Estrategias para la recuperación de la confianza ciudadana en los partidos políticos. Universidad de los Andes.
[9] Ramírez, A. (2016). La confianza de los ciudadanos en los partidos políticos: una aproximación del caso colombiano. Trabajo de grado. Universidad Pontificia Javeriana.
[10] de Secondat Montesquieu, C. L. (1845). Espíritu de las leyes (Vol. 1). Imprenta de Marcos Bueno.
[11] García Villegas, M. (2020). El país de las emociones tristes: una explicación de los pesares de Colombia desde las emociones, las furias y los odios. Ariel, 8ª edición.