Por: Holger Díaz Hernández/ El fenómeno de la disminución de la natalidad tuvo sus comienzos en los años sesentas y setentas del siglo pasado especialmente en los países del primer mundo, a lo cual contribuyó de manera primordial la aparición de la píldora anticonceptiva como el método de planificación más popular de la historia, que no solo logró la disminución de la cantidad de embarazos, sino que además contribuyó entre otras cosas a la liberación femenina.
El poder decidir el número de hijos que iba a tener la mujer y el hecho que estas empezaron a lograr el acceso a la educación universitaria, con la consiguiente inclusión en trabajos mejor remunerados y de más alto nivel, revoluciono el papel de las mujeres en la sociedad postmoderna.
“Somos la única especie existente, que tiene el conocimiento de su propia mortalidad”.
En la medida que las mujeres adquirieron independencia educativa, social y económica, las prioridades en sus vidas empezaron a cambiar y el número de hijos en promedio paso de cinco en 1950, a tres en los años 80s y a dos a principios de los 2000.
Las parejas “childfree” son una comunidad creciente, los jóvenes están pensando más en su realización personal y económica, en viajar, en disfrutar la vida y un hijo se convierte en un posible obstáculo para esos sueños. A todo esto, está contribuyendo la tendencia a adoptar la etiqueta “libre de hijos” y las redes sociales donde existen grupos de apoyo para parejas sin hijos, la pandemia también fue importante, al poner a la humanidad a pensar sobre la posible realidad de su desaparición y confrontar a los más jóvenes sobre su futuro.
Entre los millennials y la llamada generación Z existen grandes preocupaciones y dudas sobre el tener hijos, el cambio climático y la posibilidad de una confrontación bélica a corto plazo, son factores definitivos para muchos de ellos y eso con frecuencia los acerca más a la posibilidad de adoptar una mascota a quien entregarle afecto.
Es tan abrumador lo que está ocurriendo, que un equipo de investigadores de la Universidad de Washington prevén que para el año 2050, el 75% de los países del mundo habrán frenado o reducido su población y en el 2100 todos tendrán un balance negativo, incluso en muchos de ellos como España, Japón o Corea del Sur disminuirían a la mitad, algo para lo cual no estamos preparados.
La población envejece de manera dramática y estamos cerca de tener tantas personas mayores de 80 años, como recién nacidos, estamos ante “el declive natural de la raza humana” y todas las consecuencias que tendrá la aparición de lo que se denomina: la pirámide de la edad invertida (más adultos mayores que jóvenes), obligando al mundo a reformular desde ya sus perspectivas socioeconómicas.
En una sociedad de viejos, ¿que pasará cuando no haya mano de obra joven que realice los trabajos necesarios para coexistir, quien pagará los impuestos, quien cuidará de los mayores, podrán los jóvenes pensionarse alguna vez?
Estas y muchas otras disyuntivas hoy se plantean importantes pensadores e investigadores, algunos gobiernos han intentado estimular a los jóvenes a tener más hijos con medidas: como subsidios en efectivo, educación gratuita para los hijos incluida la universidad o licencias de maternidad a la pareja hasta por un año, con resultados desalentadores.
Para la mayoría de los expertos en demografía, el calculo de la tasa de reemplazo mínima en un país debería ser de 2.2 hijos por pareja, pero la tendencia mayoritaria está por debajo de esta, Estados Unidos la tiene en 1.63, Corea del Sur en 0.7 y en Colombia está por debajo de 2, pero el gran problema es que en la última década ha disminuido más que en las anteriores.
La excepción es África, donde se calcula que la población se triplicará hacia el año 2100 y será superior a los 3.000 millones de habitantes. Es paradójico pensar que en el continente donde empezó la especie humana, será donde habrá más población al posible final de la misma.
Todo esto parece apocalíptico, pero es una realidad que no podemos soslayar, los países europeos se han visto obligados a abrir sus fronteras, cada vez con disculpas más inverosímiles para tener en sus aulas a pequeños hijos de africanos, suramericanos y de otros países tercermundistas, poblaciones que han logrado grados de inclusión social hasta hace poco inimaginados, se dice que en unos algunos años la pelea entre los países avanzados será por los migrantes pero cada vez habrá menos. Para Ibrahim Abukanar, investigador del University College de Londres, la migración será una obligación, no una opción para la mayoría de las naciones.
Es lapidario tener que decir que en los próximos años tendremos hogares sin niños, escuelas sin estudiantes y departamentos de pediatría sin pacientes. Necesitaremos menos maestros, pediatras y obstetras, las bellas sonrisas de los niños desaparecerán de manera paulatina y los juegos de los parques infantiles se quedarán sin quien haga uso de ellos. Sería un triste final para la humanidad.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.