Por: Adrián Hernández/ Cómo recuerdo con beneplácito a Simba y todo su movimiento formado a su alrededor, no sin antes de haber disfrutado de un verdadero paraíso con Timón y Pumba; la era del hielo y las distintas travesías de Scrat almacenando bellotas un lugar seguro; Kung fu Panda donde Po contra toda predicción aprende el arte marcial venciendo en el valle de la paz al temible Tai Lung. No puedo dejar de lado el libro de la selva en el que Mowgli es criado por una manada de lobos y luego no sólo interactúa con ellos, sino que se va a constituir en su salvador.
Y no puedo dejar de lado a otro héroe de mi infancia: Arandú. Realmente lo tuve que evocar de mi memoria a largo plazo alimentada más por los relatos de mi padre que de Caracol radio la emisora que religiosamente hacía sonar la fanfarria a las seis de la tarde. Lo de Arandú realmente me resuena por su slogan: “El príncipe de la Selva”. ¡Sólo para aclarar: Arandú fue una radionovela de finales de los 70!
Todas estas películas y radionovelas tienen un elemento clave: la interacción del ser humano y su intrincada conexión con todo cuanto le rodea incluyendo los demás animales. El elemento clave es el deseo de antropomorfizar el entorno dando voz de humano al león, al oso a los lobos y a todas las criaturas que forman el hábitat; también de cuando en vez los árboles, las flores, el agua y otros más elementos cobran vida, dan consejos, salvaguardan y ayudan.
La verdad sea dicha, siento que hay una parte de nuestra humanidad que se conecta, que tenemos una suerte de enchufe que nos permite conexión con todo lo que hay a nuestro al rededor. Recientemente tuve la oportunidad de ir a mi rinconcito amable como suelo llamarlo, su nombre es Palermo está ubicado en el territorio de Paipa y es mi tierra natal, allí es mi lugar de descanso; fui a la montaña y abrazado a un roble de unos cien años de vida, experimenté una calma y paz que los muros de la ciudad no me dieron por mucho tiempo. ¡Me aconsejó no estresarme!
No sé si mi memoria me permitió la remembranza de Arandú pues fue allí, en Palermo, donde de niño, puede escuchar cómo este príncipe suramericano entabló serias luchas con su malévolo tío Avantar quien, entre otras cosas, quiso poner en su contra a su entrañable amigo y fiel compañero Taholamba. Su relato me hizo amar la naturaleza, me hizo viajar a lugares tenebrosos de jungla pesada, pero al mismo tiempo hospitalaria. Me conectó con la montaña.
Lo sucedido en mi lugar de descanso no es otra cosa que esa conexión del ser humano con su entorno, que puede llegar a niveles profundos. Es aquello de lo que místicos de la naturaleza como Francisco de Asis han logrado y por eso no solo los ha llevado a encontrar un Creador sino además a lograr la Unicidad; es decir una hermandad que nos pone en el mismo lugar, en el que no hay diferencia, que nos lleva a llamar al sol, hermano y a la luna, hermana luna.
Sin embargo en 2016 uno de las mentes brillantes de este siglo el historiador y escritor Yuval Noah Harari, sacó su segundo libro llamado Homo Deus; dedica todo el segundo capítulo para hablar del Antropoceno el cual describe como todo ese periodo de tiempo en el que aquella primitiva especie llamada Homo Sapiens, que durante cientos de miles de años fue proclive a quedar sin vida hasta por el pinchazo de una espina, se fue poco a poco montando en la cúspide de la pirámide hasta convertirse en amo dominador.
De esa experiencia de recolector cazador en el que al comienzo era minoría, el Homo Sapiens fue migrando no solo a establecerse en lugares permanentes y tejer entorno a él pueblos y luego imperios sino además a convertirse en la especie que más abunda en el planeta junto a sus animales domesticados. Sobre esto último, hay escritos que describen el origen de esta alianza inicialmente con los lobos que se acercaron para aprovecharse de los desechos y a cambio brindar cierta seguridad de vecinos no deseados en los que se incluyen otros grupos humanos. Hoy son mascotas.
Según Harari quien además presenta una extensa bibliografía para documentar sus afirmaciones, hoy se puede decir que hay unos 200.000 lobos salvajes mientras que perros se calcula que hay unos 400 millones domesticados, empezando por mi casa tenemos cuatro (dos adoptados); el planeta tierra es hogar de unos 40.000 leones mientras que gatos hay unos 600 millones, en mi casa tenemos dos, ambos adoptados. En relación con los búfalos africanos hay unos 900.000 frente a 1.500 millones de vacas, unos 50 millones de pingüinos mientras que gallinas hay 20.000 millones.
El Antropoceno puede tener aproximadamente unos 70 mil años, pero han sido suficientes para que el Homo Sapiens se convierta en el agente de cambio más importante de la ecología global, ninguna especie sola había tenido tanto impacto en los más de cuatro mil millones de años, desde la aparición de la vida.
Me hizo falta hacer mención de Tarzán, pero ahora veo que no tiene caso pues ya ni bejucos va a encontrar para transportarse. De los bosques que aún subsisten según informe de la FAO 2020 dice que hay 4060 millones de hectáreas de bosques que corresponden al 31% de la superficie de la tierra. Del periodo comprendido entre 2010-2020 el continente con mayor deforestación es África con 3.9 millones de hectáreas seguido por Sur América con 2,6 millones de hectáreas.
Simba y sus amigos, los personajes de la Era de hielo, Kung fu Panda, Arandú y el mismo Tarzán serán unos bellos recuerdos que no dejarán olvidar que alguna vez hubo un planeta azul y verde.
La dimensión espiritual del ser humano, no es la de ser amo y señor como se predicó durante muchos años, es la de ser un Cocreador. Eso significa que si queremos conectarnos con lo que nos circunda cada uno debemos iniciar con pequeñas acciones para detener esta depredación y comenzar un renacer. Recientemente en la compañía donde soy director del programa de Inteligencia Espiritual invité a hacer una acción con el medio ambiente y aparecieron: huertas en casa, reciclaje, utilización del reciclaje, hacer calentado para no desperdiciar el alimento, entre otras.
Nada mal para comenzar, pero hay otras como las que propone Bill Gates en su libro Cómo evitar un desastre ecológico, que van desde escoger políticos que les duela el planeta, que destinen fondos en Innovación y Desarrollo sobre energías limpias, no consumir productos que requieran emisiones de carbono, consumir hamburguesas vegetales, hasta empresarios que promuevan la siembra de árboles; ya lo hice en mi compañía: en 2019 sembramos cerca de 1000 árboles.
¿Queremos armonía?, ¿escuchar de viva voz el trinar de las aves?,¿Que el sonido del agua nos relaje?, ¿que el crujir de las hojas nos haga vibrar el alma? ¡Hay que oír el clamor de la tierra!
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*Filósofo y Teólogo. Psicólogo Universidad Nacional. Magister en Biociencias y Derecho Universidad Nacional. MBA Inalde Bussines School. Director Programa Inteligencia Espiritual Medirex.
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