Por: Javier García Gelvez/ En su informe anual el Departamento Nacional de Estadística (DANE) presentó el reporte consolidado del Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspondiente al 2020, que fue de 1,61%.
Según el director del DANE, Juan Daniel Oviedo, esta cifra se constituye en el IPC más bajo desde que se tiene registro (1955) en la historia del país como consecuencia del impacto del coronavirus.
Con una dosis de positivismo y por supuesto con la camiseta del gobierno puesta, Oviedo manifiesta que esto se debió al debilitamiento del ingreso de los hogares principalmente para los gastos de educación, aseguró además que las medidas del Gobierno en materia de servicios públicos domiciliarios para ayudar a las familias más vulnerables, así como la eliminación temporal del IVA a planes de telefonía celular, el impoconsumo a hoteles y restaurantes y los días sin IVA fueron factores que ayudaron a generar una baja inflación.
Como dice el viejo refrán “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”, nada más cierto para definir la situación del IPC como medidor de la distorsión económica de la región, invocando a la racionalidad de las decisiones y no sucumbir ante los efectos o consecuencias como resultado del exceso de imposiciones que se salen de control, quizás más allá de la intencionalidad de quienes las imponen.
Lo malo es cuando las decisiones coyunturales privilegian el sometimiento o la confrontación antes que la seguridad y confiabilidad en la economía, porque las facturas al final las terminan pagando las pequeñas empresas o simplemente los más pobres.
La caída del IBC no es motivo para celebrar, todo lo contrario, es un arma de doble filo que merece ser observado con lupa, sencillamente porque la oferta agrícola ha sido pírrica y varios cultivos se afectaron por la ausencia de salidas para su comercialización y el desabastecimiento de insumos agrícolas.
Es evidente que las políticas monetarias adoptadas no surtieron el efecto esperado, el Banco de la República utilizó todos los instrumentos a su disposición para estimular la demanda y reactivar la economía.
Además, si la inflación bajó fue por la caída de la demanda generada por la recesión, el desempleo y la pérdida de ingresos de los hogares que mermaron su capacidad de compra, a pesar de los días sin IVA que lo único que hicieron fue disparar el Covid al prorrogar la fecha para que la gente en forma masiva hiciera sus compras en un solo día.
Se equivocó el gobierno en la política fiscal para contrarrestar los efectos del cierre económico que produjo la pandemia. Tan solo un aumento del gasto público de menos del 2% del PIB, resulto inferior al de la mayoría de los países de la región, fue claramente insuficiente para estimular la demanda ante la magnitud de la crisis.
Y que decir del salario, con una inflación tan baja, y con un incremento real de precios para los pobres de 2,27% según el DANE, el aumento real del salario es bastante menor de lo que dice el gobierno, no se equivoca S. Kalmanovitz cuando dice que el propósito real de estos pichurrios aumentos no es evitar el desempleo sino “garantizar la rentabilidad del sector formal de la economía”.
A lo hecho pecho y hay que afrontar con medidas que impacten la economía y de esta forma salir de la recesión más grande que ha sentido nuestro país, si bien no estamos aún en una economía colapsada, las respuestas a la situación deben ser semejantes en su impacto, no hay que echar en saco roto la posibilidad de implementar estrategias de estímulo fiscal sin precedentes, la inyección de liquidez a mansalva a los pequeños productores, el control férreo de los intereses bancarios, no es como muchos creen que se debe acudir a la austeridad fiscal, todo lo contrario, la inyección a los gastos de inversión en los presupuestos públicos empujan en forma directa y proporcional el desarrollo económico de las regiones.
Como diría mi abuelo; mal de muchos, consuelo de tontos, la caída de los precios es hoy un problema mundial y esto impulsa un consenso sobre la necesidad de dejar la ortodoxia y utilizar todos los instrumentos de política para salir de la recesión, aunque la inflación suba.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).