Tras 15 meses de conflicto en Tigray, en el norte de Etiopía, una cifra récord de personas está al borde de la hambruna.
De acuerdo con un informe del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) publicado el 28 de enero, nueve millones de personas, es decir alrededor del 40% de la población de la región sufre una escasez extrema de alimentos.
Desde mediados del pasado diciembre, ningún convoy de ayuda humanitaria ha podido ingresar a la zona, bajo el intenso conflicto armado, debido a que no está garantizada la seguridad para los trabajadores de la ONU ni para voluntarios de otras organizaciones, según explicó el portavoz del PMA Tomson Phiri.
La situación es tal que muchos tigrayanos se han visto forzados a medidas radicales como reducir drásticamente las raciones de comida que consumen cada día.
Esta situación ha revertido los avances que había logrado la organización durante el verano de 2021 cuando el aumento de personal humanitario y el acceso permitido por parte de las autoridades a las zonas aisladas permitieron “mantener la hambruna a raya”.
En julio de 2021, la organización advirtió que la región afrontaba la peor crisis de hambre en el mundo en la última década, una situación que, tras una pequeña tregua, vuelve a golpear con fuerza. Y en ese momento, las estimaciones indicaban 400.000 personas en situación de hambruna, más alrededor de un millón y medio en riesgo de padecerla.
Tigray tiene una población de alrededor de 5,5 millones de personas, pero también se encuentran afectadas por la guerra las regiones vecinas de Afar y Amhara, por lo que los expertos estiman que ahora son 9 millones de personas las que necesitan ayuda alimentaria.
El portavoz del Gobierno, Legesse Tulu, no se ha pronunciado sobre la reciente evaluación de Naciones Unidas. Sin embargo, el pasado 24 de enero responsabilizó al Frente de Liberación Popular de esa región (TPLF)de utilizar “el hambre como herramienta política”.
Las ayudas podrían cesar por completo a mitad de febrero
Ante los grandes bloqueos y dificultades para acceder a la zona, los trabajadores humanitarios han buscado algunas alternativas.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) informó que todos los grupos de ayuda internacional que operan en Tigray se quedaron sin combustible, por lo que algunos de sus miembros han estado entregando la ayuda que pueden transportándose a pie.
Sin embargo, “las organizaciones que trabajan en la zona han confirmado que las operaciones de ayuda podrían cesar completamente a mitad de febrero”, advirtió el portavoz de OCHA, Jens Laerke.
La guerra estalló en noviembre de 2020 y enfrenta a las tropas del Gobierno nacional de Etiopía junto a sus aliados, como los militares de la vecina Eritrea, contra las fuerzas leales al Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF), el partido político que controla Tigray.
No obstante, la tensión entre ambas facciones se remonta a 2018, cuando la coalición gobernante de la nación nombró a Abiy Ahmed como primer ministro, para ayudar a calmar meses de protestas contra el Gobierno central.
El nuevo líder rápidamente ganó elogios, y el premio Nobel, por abrir espacios políticos y frenar las medidas represivas en el país con unos 110 millones de habitantes y decenas de etnias.
No obstante, el TPLF se sintió cada vez más marginado y en 2019 se retiró de la coalición gobernante.
En septiembre de 2020, la región de Tigray votó en unas elecciones locales que el Gobierno federal calificó de ilegales y luego desvió fondos del ejecutivo del TPLF a gobiernos locales, lo que enfureció aún más a este partido político y a su grupo armado.
Desde entonces, los enfrentamientos armados han escalado con graves violaciones a los derechos humanos. En el medio, miles de civiles que afrontan la violencia y el hambre.