La discusión sobre el cambio de hora en Estados Unidos ha vuelto a ocupar la atención del Legislativo tras más de tres años en pausa.
Y aunque en los pasillos del Congreso se habla de que es hora de “bloquear el reloj”, como lo resumió el senador Ted Cruz, la pregunta crucial sigue sin respuesta: ¿en qué horario debería quedarse el país? Teniendo en cuenta que hay temporadas con más tiempo de luz del día y otras en las que el Sol se asoma menos tiempo.
El horario de verano, vigente en la mayoría del país desde la década de 1960, fue concebido originalmente para aprovechar mejor la luz solar y ahorrar energía.
Hoy, sin embargo, su vigencia ha dejado de estar respaldada por argumentos energéticos, y se ha convertido en un símbolo de división entre intereses económicos, salud pública y objetivos políticos.
En marzo de 2022, el Senado aprobó por unanimidad la Ley de Protección Solar, que proponía hacer permanente el horario de verano. Sin embargo, la Cámara de Representantes nunca abordó el tema, y el entonces presidente Donald Trump advirtió sobre la falta de consenso y pidió a los legisladores trabajar en la materia para tomar medidas concretas.
Una de las razones detrás del impulso legislativo por mantener el horario de verano es el impacto que tiene en la economía de distintos sectores gracias a que, dependiendo del tiempo, el comportamiento de los estadounidenses cambia.
Según datos del JP Morgan Chase Institute, el consumo con tarjetas de crédito aumenta un 0,9% por persona durante el cambio de primavera, mientras que cae un 3,5% al volver al horario estándar en otoño. Este patrón se traduce en un mayor movimiento económico en sectores como el turismo, el retail y la recreación al aire libre.
La industria del golf es otro sector que da cuenta del impacto en las cifras. La Asociación Nacional de Propietarios de Campos de Golf estima que mantener este horario todo el año podría sumar hasta 23 millones de rondas adicionales de golf anualmente, generando alrededor de 1.000 millones de dólares en ingresos. En contraste, regresar al horario estándar podría reducir en 53 millones las rondas jugadas al año.
El argumento es similar en tiendas de conveniencia y estaciones de servicio, donde el tráfico peatonal nocturno ha mostrado incrementos del 1% al 3% durante los meses de horario de verano, y según un estudio de la Revista de Comportamiento Económico y Organización, los consumidores gastan en promedio un 2,5% más en bienes asociados al ocio durante este periodo.
La propuesta está dividida casi en un 50/50 y no se trata solo de una iniciativa republicana. La senadora Lisa Blunt Rochester, una de las principales defensoras del cambio, subrayó que Estados Unidos debe “encontrar una solución y apegarse a ella”.
Sin embargo, algunos legisladores han sugerido que los estados podrían elegir por separado qué horario adoptar, una posibilidad que ha generado preocupación por la posible creación de un “mosaico” caótico de zonas horarias dispares, afectando la logística, el transporte y las operaciones comerciales interconectadas por estados.