Protestas, multitudes enfurecidas, escasez de agua y alimentos, sumado a un colapso hospitalario. Ese es el panorama en las calles de Haití. El desespero se apodera de miles de sobrevivientes del mortal terremoto del pasado sábado y del que la población aún no se recuperaba cuando a principios de esta semana fue impactada por la tormenta tropical Grace, hoy huracán.
El hambre y la necesidad urgente de ayudas llevaron a decenas de personas a aglomerarse en el pequeño aeropuerto del distrito de Los Cayos, en el sur del país y una de las zonas más golpeadas, ante la llegada de un helicóptero con cajas de víveres. Muchos expresaron su enojo debido a que la ayuda gubernamental recién comenzaba a llegar días después del desastre.
Un pequeño escuadrón de la Policía desplegado para vigilar las entregas lanzó dos disparos de advertencia para dispersar a la multitud, señalaron testigos.
Entretanto, otros grupos de habitantes se concentraron en los edificios derrumbados desde donde exigieron lonas para refugios temporales. Allí, los trabajadores humanitarios también han advertido sobre los riesgos de enfermedades transmitidas por el agua como el cólera.
Una de las primeras entregas de alimentos que llegaron por parte de las autoridades locales fueron un par de docenas de cajas de arroz y kits de comida empacados y medidos previamente. Este apoyo arribó a una zona de improvisadas tiendas de campaña instaladas en una de las áreas más pobres de Los Cayos, donde la mayor parte de viviendas con techo de hojalata fueron arrasadas por el sismo.
Gerda Francoise, de 24 años, fue una de las docenas que se aglomeraron en medio del sofocante calor, aunque con la esperanza de recibir comida. «No sé qué voy a conseguir, pero necesito algo para llevar a mi tienda. Tengo un hijo”, dijo.
Pero claramente el envío fue escaso para los cientos de sobrevivientes que han permanecido bajo carpas por cerca de una semana. «No es suficiente, pero haremos todo lo posible para asegurarnos de que todos obtengan al menos algo», dijo Vladimir Martino, un residente del campamento que se hizo cargo de la distribución.
Los víveres han ido llegando paulatinamente para miles de personas que se quedaron sin hogar. Sin embargo, distribuirlos en las condiciones actuales es un desafío, reconocen las autoridades.
«Estamos planeando una reunión para comenzar a limpiar todos los sitios que fueron destruidos porque eso le dará al propietario de ese sitio al menos la oportunidad de construir algo temporal, de madera, para vivir ahí (…) Será más fácil distribuir la ayuda si las personas viven en sus direcciones, en lugar de una tienda de campaña”, afirmó Serge Chery, Jefe de Defensa Civil de la Provincia Sur, que cubre Los Cayos.
Ante esta situación, el primer ministro Ariel Henry advirtió que la nación enfrenta “tiempos dolorosos por delante” y que el país “está destruido física y mentalmente”.
El funcionario también aseguró que su Administración trabajará para no «repetir la historia sobre la mala gestión y coordinación de la ayuda», una clara referencia al caos que siguió al devastador terremoto de 2010, cuando el Gobierno fue acusado de no hacer llegar todo el dinero, recaudado por los donantes internacionales, a las personas que lo necesitaban.
Más muertos bajo los escombros y un sistema hospitalario colapsado
En el más reciente registro, la Agencia de Protección Civil de Haití informó que el número de muertos ascendió a 2.189, luego de que un recuento anterior señalara 1.941 fallecidos. Otras 12.268 personas resultaron heridas.
Pero los residentes narran que el hedor que emana debajo de las columnas de escombros dan cuenta de decenas de fallecidos más a los que aún no han podido llegar y sacar de las ruinas.
El lunes, cientos más protestaron para exigir ayuda en las labores de excavación de edificios derrumbados con el fin de encontrar posibles sobrevivientes. Sin embargo, este tipo de asistencia también ha tardado en llegar desde la capital.
Si bien algunos funcionarios han sugerido que la fase de búsqueda debe terminar y que es momento de utilizar maquinaria pesada para limpiar los restos, el primer ministro todavía no parecía dispuesto a pasar a esa fase.
“Algunos de nuestros ciudadanos todavía están bajo los escombros. Tenemos equipos de extranjeros y haitianos trabajando en eso”, indicó.
A estas dificultades se suma la insuficiencia de lugares para atender a los heridos. «Todos los hospitales están destruidos y colapsados, los quirófanos no funcionan, y luego, si se traen carpas, es temporada de huracanes y pueden derrumbarse de inmediato», apuntó Barth Green, presidente y cofundador de Project Medishare, una organización que ha trabajado en Haití desde 1994 para ayudar en los servicios de salud.
Trabajadores de ayuda internacional en el terreno ratifican que los hospitales en las áreas más afectadas están en su mayoría incapacitados para atender pacientes y que existe una necesidad urgente de equipos médicos. No obstante, señalan, el Gobierno le informó a al menos una organización extranjera que ha estado operando en el país durante casi tres décadas que no necesitaba la ayuda de cientos de sus médicos voluntarios.
Haití, el país más pobre de América, todavía se recuperaba del desastroso terremoto de 2010 que mató a más de 200.000 personas y esta nueva catástrofe se produjo pocas semanas después de que el presidente Jovenel Moïse fuera asesinado, sumiendo al país de 11 millones de personas, además, en una agitación política.