Por: Libardo Riaño Castro/ Cuando el fantasma de la violencia vuelve a retumbar por las ciudades, por los campos y por nuestras vidas, cuando la violencia de nuevo nos azota, reactivando aquellas escenas dantescas, de ignominia y de aflicción que creíamos haber arrancado de las páginas de nuestra historia luego de haber superado la violencia partidista, el narcotráfico y del repunte del conflicto armado colombiano en los noventa del siglo pasado, de nuevo la penosa cruz que lapidariamente nos acompaña a los colombianos, rebrota como una ola que se aleja y luego regresa con más fuerza a empujar la playa queriendo acabarlo todo.
Desde niño, crecí escuchando en los medios de comunicación, que Colombia era un país violento por naturaleza, y eso me hacía pensar que cada país, nació con un destino pues leía en clase de ciencias sociales en mi bachillerato, las historias de grandeza de Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia y Estados Unidos, todos ellos navegaron en su historia, por aguas de tenebrosa violencia como las guerras de antaño, o las epopeyas luchas de la primera, la segunda guerra mundial y la guerra fría, en todas ellas hubo un común denominador en esos países, el cual fue: superar los conflictos.
Pareciera que la historia los premio, con su enseñanza, pues aprendieron de su dolor y de su propia desgracia, recogieron sus pedazos y avanzaron en el tiempo, para construir un discurso en torno al progreso de sus ciudadanos, que los pone hoy en la cima de la globalización.
Pero en lo que respecta a Colombia, seguimos anquilosados en un vetusto discurso propio de la guerra fría, “socialismo vs capitalismo”, que ahora es conjugado en sus nuevas connotaciones neoliberalismo vs socialismo del siglo XXI, o “derecha o izquierda” todos estos vocablos, llegan a un mismo destino, el cual es: paralizar nuestro avance, y nuestro desarrollo.
Algunos dirán, que la historia colombiana no repartió equitativamente nuestras riquezas y por esa razón se produjo la desigualdad social, que es el principal motor de las desgracias que nos afligen, En eso estoy totalmente de acuerdo, porque considero que el Estado colombiano, y no hablo del actual, sino que necesariamente hay que remontarnos en la historia republicana colombiana, para indicar que el Estado colombiano no produjo nunca, una política gubernamental que fuera capaz de hilvanar un discurso reconciliador de las clases sociales, que propiciara una unión nacional en torno a la productividad, y a la equidad económica que ha sido la clave para la mayoría de países que han atravesado una historia similar a la nuestra.
Por el contrario, las políticas del gobierno han sido en los últimos treinta años, un prontuario de Neoliberalismo, privatización, que poco a beneficiado al ciudadano común y a la clase media colombiana, que ha tenido que sobrellevar la mayor carga social.
En días pasados, leía en la prensa que Colombia había pasado de ser un país de clase media, a un país pobre, pero me pregunto, ¿acaso en algún momento de nuestra historia, dejamos de ser un país pobre? Y solo creíamos que el progreso estaba llegando para nuestro propio beneficio, desconociendo en el horizonte, las necesidades de nuestros compatriotas. Hoy de nuevo las marchas, las protestas, las luchas retornan, pero al ver noticias, al leer periódicos, al notar en las calles, el caos y la desorientación social que nos brindan las redes, retomo una pregunta crucial ¿Cuándo nacerá esa nueva Colombia que supere sus conflictos? ¿Qué supere su historia?
Noto con asombro, que hay muchos que quieren salir al paso como los redentores mediáticos, como los héroes de turno, con el fin, de catapultarse como futuros candidatos presidenciales, pues siempre en estas pendencias, no faltan los políticos oportunistas que afloran con soluciones mediáticas, coyunturales, que solo calman de nuevo las olas, las alejan de las playas, quizá por unos meses, o unos cuantos años, pero la única verdad histórica es, que si no trabajamos para cortar de raíz el mal que nos hace vivir a todos los colombianos la horrible noche que predice nuestro amado himno nacional, seguiremos viviendo en el caos, en la historia de sangre, en esa historia que no pareciera tener un final de paz y de progreso para los colombianos.
Cada vez, que la violencia nos vuelve a azotar, retomo siempre las palabras de William Ospina en su libro: Pa que se acabe la vaina. “la vieja Colombia murió el 9 de abril de 1948, la nueva no ha nacido todavía” no es cuestión de partidos, ni de ideologías, no es cuestión de paros, huelgas, caos y de anarquía, tampoco es cuestión de quemar las leyes y la constitución, es cuestión de un profundo dialogo que debe hacerse, así como se dio en el contexto del movimiento de la séptima papeleta en los ochenta y que movilizo al país en torno a la búsqueda de la constitución de 1990, que ha sido el momento histórico, de mayor nacionalismo y pluralismo nacional, donde los colombianos nos sentíamos identificados por una causa común, ahora es el tiempo de volver a movilizar al país desde la intelectualidad, desde la argumentación, desde la sapiencia, utilizando los nuevos medios de esta sociedad digitalizada y virtual, para crear la conciencia que necesitamos todos los colombianos, para superar nuestras diferencias y trabajar para derrumbar nuestro propio muro de Berlín, y así, derrocar nuestra propia Guerra Fría.
*Docente, Comunicador Social, Educomunicador
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