Por: Hernando Ardila González/ Los grandes depredadores (también conocidos como superpredadores) se encuentran en la cima de la cadena alimenticia de los ecosistemas. Los lobos en Alaska, los tigres en Siberia, los leones en Kenia y los tiburones blancos en el Pacífico, son todos ejemplos de superpredadores.
Se visten con traje a rayas, (tigres), moteados, (Leoparado, Jaguares y Guepardos) o de bellos terciopelos piel de durazno ya pardos, ora grises o negros, (Leones, Pumas, Linces) que los hace ver imponentes, esto por hablar solo de la gran familia de estos asesinos implacables… Los felinos.
Parece ser que los grandes depredadores son indispensables para el funcionamiento de un ecosistema, pero la historia natural de la tierra indica que no siempre fueron los mismos, pues por épocas han sucumbido por diferentes factores ajenos a su poder, para dar paso a otros que se encumbran venidos de menos o recién germinados por gracia de la Madre Naturaleza. Acaso entonces la presa evoluciona a depredador, no sé si más o menos salvaje o dicho en palabras de linaje humano, ¡menos cruel!
Es erróneo suponer que estas especies son, de alguna forma, inmunes a la extinción: tres subespecies de tigre (las de Java, Bali y el Caspio), dos subespecies de lobo (ambas de Japón), una subespecie de león (barbario) y el tilacino, alguna vez el máximo depredador de Australia, todas desaparecieron durante el siglo veinte. De cualquier modo, la extensión y las poblaciones de los grandes depredadores han sido modificadas drásticamente a medida que los humanos han ido tomando el control del planeta.
Así que aquí no aplica el añejo aforismo de que “muerto el toro, acabada la corrida”, ¡Fin de la Historia! diría Fukuyama para sellar la suerte de la humanidad dentro del capitalismo salvaje como sistema triunfante y digno de eternidad; más bien aplicaría este otro de entraña política: “A rey muerto, rey puesto”.
Esta “realpolitik biológica” que de entendimiento no tiene nada y de real crueldad mucho, la he traído a colación porque es aplicable a nuestra estructura de clases, estratos o como se le quiera llamar en términos de escala socioeconómica, a propósito, ahora solo con la posibilidad de la migración descendente.
La cima de la cadena alimenticia humana la ocupa una élite depredadora gobernante que se comporta salvaje para mantener su poder y privilegios, los de sus cachorros y su manada, no hay más, es su lógica y no entra en consideración alguna, así de simple, para seguir llenando sus barrigas, marcan territorio, se desposan entre sí, fijan la mirada en el menú y ¡matan luego de asestar un duro zarpazo con sus potentes y afiladas garras, clavando sus potentes colmillos en el cuello de la presa hasta asfixiarle y luego devorarle! Ese arsenal poderoso es la fuerza pública que se usa para doblegar y hacer sucumbir a quien por desgracia sumisamente pasta en sus territorios.
Aquí no hay contemplaciones, misericordia, indulgencia, pesar, consideración, segunda opinión, hay solo una lógica y ni el mismito señor del universo la hará cambiar a generosa dádiva siquiera del gran depredador, esa lógica es poder con fuerza para domeñar y recursos para acumular, garantizando así sus privilegios, solo compartidos con quienes ya se dijo.
O cuando han oído al Rey de la Selva, o a sus despiadados y encumbrados congéneres, entrar en reflexión para considerar que tal o cual presa seguro está en desventaja de armas, o mal de salud, o sin protección o agotada o enferma y entonces para sus adentros o incluso a su clan decirle: “oiga marica, pobre animalito, vamos ayudarle para que salga del apuro de enfrentarse a nuestras fauces güeón” o cuando han oído a un venado decirle a esos mismos: “oiga mano tenga piedad mire que hoy no he podido comer, o recién parí, o ya estoy cucho o enfermo”.
O la presa se transforma y se llena de estrategias para derrotar en la lucha por la vida a su depredador o le sirve de bocadillo para que sigan reinando en la cima de los privilegios.
Herbívoros y pequeños carnívoros, entendieron que salir con pancartas por la selva, bosques o sabanas en movilizaciones, las más de las veces tan raquíticas como sus propios cuerpos, no son la salida, nada más espectacular que una madre búfala y otras de baja estatura en la escala social animal, defendiendo a sus cachorros con coraje y riesgo enfrentando al depredador, no para pedirle respeto, sino para arrancarle pedazos de poder hasta hacerle huir, nada más espectacular que ver a las presas con estrategias de grupo, arrebatarle espacios vitales a los depredadores que por muy poderosas que tengan sus garras y colmillos, ante una envestida colectiva, vuelan por el aire y literalmente quedan sin él, resignando su pretensión devoradora.
Quiero entonces significar que los pueblos deben cambiar su estrategia de lucha, no necesariamente alzándose en armas o en aventuras anarquistas que terminan en terrorismo que solo acaban por justificar el del estado. !No, definitivamente no así! Creo en la Paz y la Democracia y por eso no hago apología a esas dos formas, aunque la primera sea reconocida por el Derecho Internacional.
Es cambiar de acción; así como la velocidad, el camuflaje, el olfato, el oído y la vista como sentidos aguzados que las presas desarrollan para dejar de ser presas, arrebatando con ello para sobrevivir, poder a los depredadores que también pueden ser objeto de extinción.
*Abogado Penalista, postulado a Maestría en Derecho Constitucional. Presidente Colegio Nacional de Abogados de Colombia Conalbos Santander y Vicepresidente Nacional.
Twitter: @HernandoArdila6