Por: Hernando Ardila González/ Homenaje a la Minga, a la movilización de Colombia el 21 de octubre y al despertar de América toda.
Se dijo que este artículo (ya en su cuarta entrega), es disertación sencilla sobre lo complejo de la democracia y reiteramos que ella es un proyecto de vida, la estrategia para lograr nuestro fin… ¡la felicidad! que demanda para su logro bienestar individual y colectivo.
Son dos los componentes de la naturaleza humana: Cuerpo que necesita medios materiales para su sustento y alma que es lo afectivo, intelectual, onírico, espiritual, lo patriótico, solidario, lo ávido de conocimiento, de libertad, necesarios para lograr la felicidad que es su equilibrio perfecto.
Sigamos esta cuarta entrega con unas preguntas fundamentales: ¿Cómo lograr la Felicidad? ¿Compromete su logro el bienestar de todos para garantizar el individual?
Con tal fin el hombre funda el Estado y este sería la respuesta al cómo lograr la felicidad. Pero surgen nuevos interrogantes, ¿cómo garantizar que este instrumento no se transforme en Leviatán que sirva a círculos de privilegiados y no al interés de todos y cada uno de los asociados alejado de su misión como institución humana con un propósito común?
Escuchemos de Rousseau: “Cualquier hombre tiene derecho naturalmente a todo lo que necesita, pero el acto positivo que lo hace propietario de algunos bienes, le excluye de todo el resto. Hecha ya su parte, debe limitarse a ella y no le queda ningún derecho contra el común”. (El Contrato Social).
Sin más, el Estado es el medio idóneo para alcanzar la felicidad, no la individual, hablamos del hombre genérico y gregario.
Pero cómo conducir ese vehículo, para evitar desvíos o su precipitación al abismo, escuchemos al invitado que, allende las fronteras del tiempo, anticipó pareceres que hoy mitigan nuestras preocupaciones: “sólo la voluntad general puede dirigir las fuerzas del Estado, según el fin de su institución, que es el bien común…”
La sociedad debe gobernarse para el interés común ejercitando su soberanía no transmisible, al decir de Rousseau: “El soberano, -El colectivo-, sólo puede estar representado por sí mismo”, y “la voluntad general es siempre recta y siempre se dirige hacia la utilidad pública”[1].
Vamos construyendo una estrategia de todos y para todos. Y si conducir es manejar con inteligencia, equivalente a gobernar, vamos hacia una estrategia objetiva: gobernar con todos y para todos. Digámoslo en lengua de mayor linaje para escuchar un himno entre humano y celestial: Demos/ δημος; Cratos/Κράτος, Demoscratos / δημοκρατία: Democracia, ¡esa es la estrategia!
Pero ¿cómo es que lo perfecto no responde a su definición?, ¿siendo así vale la pena entonces insistir en ella? Sobrevolémosle desde su cuna. Ni la genialidad jurídica de Hammurabi, ni el decálogo de Moisés, ni la ciencia esplendorosa de hinojos ante Ramsés, aguzaron tanto sus sentidos como para descubrir la “Flor en el fango”.
Se necesitaba ética para la armonía, dominio estético del paisaje, alas para que el pensamiento surcara el universo, alma y pluma para convertir lo objetivo en lírica de notas o palabras, en canto o poesía, en fin, para explorar a la materia en su máxima y mínima expresión sin encontrarle diferencia. Se necesitaba ser la Grecia, capaz de percibir los aromas del Loto para sentir el encanto de su abrazo de éxtasis copiosos, repetibles e ininterrumpidos al entronizar con ella, que no por ello convertible en sueños, quimeras, utopías.
La democracia fue la convocatoria necesaria y permanente del colectivo, para decidir sobre su propia suerte. Así, flamante y bella, aunque de sus entrañas destilara la pestilencia de la desgracia de los “subhumanos” que, por esclavos, nada y nadie ostentaba acreencia de su infortunio, en medio del fango surge ella.
Dijo Aristóteles: “la democracia… es la que consiste en la igualdad, porque la ley de esta prescribe que los ricos no tengan más parte del público gobierno que los pobres; ni que los unos ni los otros sean señores de él, sino que todos sean semejantes. Porque si la libertad consiste principalmente en la democracia, de esta manera la habrá completamente si todos por igual participan del gobierno…” (La Política).
Para los griegos, la interacción Comunidad-Estado se fundaba sobre los principios de lo alcanzable, el conocimiento y la amistad en el mayor grado posible, como lo asegura Alegre Gorri. (referenciando a Aristóteles en el prólogo a “El Príncipe” -Maquiavelo-). Las manifestaciones de enemistad que en el sentir del tratadista se dan por diferencias y oposición de clases sociales, eran corregidas, por competencia,por la ley del Estado.
Del dicho al hecho hay trecho. Guillermo Hernández Rodríguez precisó: “los griegos se bautizaron democracia con el agua lustral de Castalia, Se trataba de un ejemplo clásico de Democracia, que tiene su mejor expresión en el Ágora, donde solía reunirse el pueblo de las ciudades para discurrir sobre sus problemas. Pero esta participación multitudinaria, no es democracia plena como quiera que se tratara de una sociedad esclavista en que una parte de los hombres que allí vivía, no contaban como ciudadanos y no tenían, por lo tanto, derechos políticos. Pero se trataba, no obstante, de un bello ejemplo de democracia, la primera en la historia de la civilización, no nacida como Afrodita de las espumas del mar, sino del fango de la esclavitud”. Prólogo a Dialéctica de la Democracia de Antonio García.
La chispa quedó latente en los siglos de Feudalismo, Monarquía, Oscurantismo, Inquisición que reinaron entre las sombras y amparados en el terror gobernante y el pánico del colectivo. (Continuará)
*Abogado Penalista, postulado a Maestría en Derecho Constitucional. Presidente Colegio Nacional de Abogados de Colombia Conalbos Santander y Vicepresidente Nacional.
Twitter:
@HernandoArdila6
[1]Op. Cit.