Por: Ruth Stella Catalina Muñoz Serrano/ Los muchos años y las diferentes experiencias que vivimos nos hacen pensar que el conocimiento que vamos guardando es el todo de la vida y aunque, en parte es cierto el problema no es la experiencia vivida o ese conocimiento; sino como ciegamente creemos que ya “nos la sabemos todas”, mi invitación en esta nueva columna es que podamos considerar que la necesidad de abrirnos a aprender todos los días y a desechar ese conocimiento que, aunque guardado nos puede estar haciendo daño, o sencillamente no nos permite ver la vida con otros ojos.
Cualquiera que sea la experiencia vivida no representa una razón justa para que nos cerremos ante algo, es cierto, experiencias desde el dolor como el desplazamiento forzoso, las violaciones, la guerra, pérdidas familiares, pérdidas laborales e incluso pérdidas de identidad; sin embargo, hay pesos que son tan difíciles de cargar que es mejor omitirlos y borrarlos, que es mejor hacer de cuenta que “no pasó nada”.
Empezamos a huir del dolor a como dé lugar y si algo me recuerda lo vivido, me preparo para cortar y olvidar y no digo que sea malo, solo quiero exponer que lo malo es cortar sin enseñarle al cuerpo a hacerlo de manera consciente sin causar que eso se acumule tanto que enferme, y como lo que enferma se dirige a lugares inciertos del cuerpo, porque “cada cuerpo es diferente”.
Pero, aun cuando esa es la realidad de cada uno de nosotros nuestra ignorancia nos da el “poder” para pasar por encima de los demás al generar imágenes mentales en las que consideramos a los demás según nuestro criterio, como ya he mencionado, se forma a partir de nuestra experiencias, lo que significa que por más parecida que sea dicha experiencia no podremos sentir lo que el otro siente y seria poco racional usar esa expresión “ponernos en los zapatos de los demás”, porque nunca va a ser el dolor propio, nunca va a ser mi propio interés el que está en juego, sino el de otro también.
Incluso solemos usar expresiones como “Si él/ella lo hizo, ¿Por qué yo no?” para excusar nuestras malas decisiones.
Lo hemos visto en la historia, donde parece que necesariamente se tiene que usar la violencia para que se generen los cambios, porque lo “pacifico” no genera nada; lo pacifico suena aburrido y la mejor opción parece ser despreciar lo que es diferente y no me refiero a la identidad solamente, me refiero incluso a las personas que aún siguen creyendo en que hay bondad en la sociedad y la hay; solamente que hemos decidido ver el lado oscuro de la vida.
La ignorancia no es un concepto solo peyorativo, aunque lo peyorativo se lo damos nosotros con cada pensamiento que causamos para señalar la diferencia de la otra persona, la realidad es que como lo dijo Johann Wolfgan von Goethe “lo que alimentas dentro de ti es lo que crece”; así que, si permites que la indiferencia frente a aprender cada día crezca, te cerrarás la puerta tu solo.
Ningún pensamiento es cerrado en sí mismo, pero nuestro sistema mental si lo clasifica de esa manera y eso es lo difícil de entender, la forma en que nos cerramos determina la tolerancia que tenemos al dolor.
El ser tolerante permite visualizar la ignorancia no como un agregado más, o como una capa más de una cebolla o como un mecanismo de defensa o solo como una excusa para no mover nuestro pensamiento, sino como la puerta al crecimiento y desarrollo, porque el progreso, aunque no determinado por estos dos conceptos, sino por la visión del presente-futuro que cada uno construye, no esperemos estar inmersos en algo para salir de ahí.
No dejes que tu ignorancia hable por ti, permítete aprender cada día.
¡Sana, construye y define tu presente!
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*Docente, Psicóloga (UNAD), Especialista en Gerencia de Proyectos (Uniminuto), Maestrante en Psicología comunitaria (UNAD).
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