Por: Juan David Almeyda Sarmiento/ Pensar el tema de la intimidad y la privacidad de un individuo en esta era de capitalismo tardío es una problemática que ha pasado por debajo de cuerda debido a la normalización de la entrega de datos en la vida cotidiana de un individuo, se entrega información a bancos, universidades, tiendas de ropa, supermercados etc.
Esta etapa del capitalismo tardío resalta, además, por la exposición pública de la información en la web por medio de las redes sociales, un espacio digital, en el cual un individuo, tras aceptar una serie de términos y condiciones, puede tener acceso a la información de todos sus conocidos y viceversa.
Ahora bien, hasta cierto punto la intimidad se limitaba a los conocidos, el internet permitió al individuo ser dueño de quién es o no apto de conocer mis datos personales y mi vida íntima; este espacio digital, doto al individuo de una autoridad sobre el otro en la medida en que excluye este Otro del conocimiento, en este caso el conocimiento de mi vida personal.
Pero, qué ocurre cuando en lugar de yo tener esta ilusión de autoridad sobre el otro, es válido decir ilusión puesto que es sabido que toda información suministrada en plataformas como Facebook, Twitter, YouTube o Gmail, de igual forma que la que se suministra a marcas como Apple, Samsung entre otras, es información que se guarda en las bases de datos de estas compañías para su posterior venta.
Este tipo de ventas de información repugna a cualquier individuo que tenga un mínimo de cuidado por su intimidad, este tipo de transacciones económicas donde se vende la vida privada de alguien para obtener un beneficio económico legitima la ideología consumista donde se entiende al individuo como un objeto de consumo en sí mismo el cual puede ser vendido, mejorado y rechazado como cualquier producto perecedero.
Sentado lo anterior, entra nuevamente la pregunta de este artículo, qué ocurre cuando un individuo entrega su información privada no de forma asqueada y ofendido por lo que representa en sí mismo el proceso de compra y venta de información para el consumo o la vigilancia extendida por parte de un Estado, sino que, entrega con gusto su información y siente, además, que es un deber ciudadano entregar la intimidad a un superior, al estilo Gran Hermano de George Orwell en 1984, para que mantenga una coerción y supervisión social.
Es, entonces, donde Slavoj Zizek introduce el problema: “La amenaza terrorista triunfaba así al lograr lo imposible (…) algo así como la versión popular francesa de la Patriot Act puesta en vigor por aclamación popular, con el pueblo ofreciéndose a sí mismo para tareas de vigilancia”. El terrorismo, como un fenómeno imposible de controlar por una sociedad civil, se torna en un enemigo en común el cual debe ser eliminado a toda costa, el ciudadano víctima de este fenómeno y que no puede empuñar las armas para resistir frente al fundamentalismo, encuentra como única ofrenda su propia vida intimida para que el sistema de seguridad estatal se encargue de cumplir su misión y garantice la vida pacifica de los miembros de la ciudad.
Thomas Hobbes, en su más conocida obra Leviatán, presenta al individuo la sociedad civil en respuesta al estado de naturaleza, este estado de naturaleza lo vive el individuo como una vida de ausencia de ley, un estado del mundo donde el caos y la desorganización llevan a la guerra de todos con todos. La contraposición de Hobbes es la sociedad civil, una organización regulada y coercitiva que se legitima por medio del contrato social donde se pacta la sumisión por parte del individuo al mecanismo Estatal, el cual es comparado con la monstruosidad mítica del leviatán, y el cual se encargara de la seguridad, el orden y la reglamentación de la vida en comunidad.
Lo anterior, se presenta como el ejemplo claro de la actual ofrenda de lo íntimo al Estado. El individuo, sometido al estado, encuentra que ha ofendido al leviatán al esconder su vida íntima por motivos egoístas basados en la ocurrencia de la compra y venta de información y el resultado de dicha ofensa es el fenómeno del terrorismo del cual ahora es víctima y del cual quiere ser protegido.
Para poder resarcirse frente al leviatán, es decir el Estado, entrega lo único que puede dar, su intimidad, lo privado de la vida para poder enfrentar al enemigo en común que es el terrorismo; es por ello es válido concluir, que el tránsito de lucha por la vida privada y la posterior ofrenda de este elemento al leviatán para su respectiva implementación de vigilancia es una reacción natural del individuo temeroso al estado de naturaleza que existe fuera de la sociedad civil y respecto al cual no puede generar una defensa de modo individual.
*Filósofo.
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