Por: Claudia Acevedo Carvajal/ El «síndrome del príncipe destronado» describe esa transición en la que el niño mayor deja de ser el centro de atención exclusiva y debe compartir el amor y la dedicación de sus padres. Aunque no es un trastorno clínico, su impacto emocional puede ser profundo y merece una comprensión empática.
Imaginemos por un momento la perspectiva del niño: toda su vida ha sido el protagonista de los abrazos, las palabras de aliento y las miradas cómplices de sus padres. Pero, de repente, aparece un nuevo integrante que acapara la atención, que requiere cuidados constantes y que, sin quererlo, lo hace sentir desplazado. Para un pequeño, esta sensación de pérdida puede traducirse en tristeza, enojo o incluso comportamientos regresivos, como volver a chuparse el dedo o querer dormir con los padres nuevamente.
Es natural que los padres se sientan abrumados con la llegada de un nuevo bebé, pero en este proceso es fundamental no olvidar que el primogénito también está viviendo un cambio drástico. A veces, sin darnos cuenta, les pedimos que «entiendan» y «sean grandes», olvidando que siguen siendo niños con necesidades emocionales propias.
Uno de los errores más comunes es pedirle al hijo mayor que «ayude» o que «se porte bien» porque «ya es grande». Frases como «no hagas berrinches, ya eres mayor» pueden generar frustración y resentimiento. En lugar de presionarlo a madurar rápidamente, es importante asegurarnos de que se sienta igual de amado y valorado que antes.
Estrategias para un acompañamiento amoroso en esta transición por parte de los padres:
Prepararlo con anticipación: Involucrarlo en la espera del nuevo bebé, hablarle sobre los cambios que vendrán y permitirle expresar sus inquietudes.
Tiempo exclusivo: Dedicar momentos individuales con él, aunque sean 10 minutos al día, para demostrarle que sigue siendo especial.
Validar sus emociones: Si se siente triste o celoso, en lugar de minimizarlo, ayudarlo a poner en palabras lo que siente: «¿Te sientes triste porque extrañas cuando jugábamos sólo tú y yo? Es normal, pero quiero que sepas que sigo amándote igual».
Evitar comparaciones: Cada niño es único, y comparar sus comportamientos puede generar heridas emocionales a largo plazo.
Fomentar una relación positiva: Permitir que el primogénito se acerque al bebé a su propio ritmo, sin forzarlo, y reforzar los momentos en los que comparten.
El «síndrome del príncipe destronado» es una reacción natural a un gran cambio en la vida de un niño. Su gestión no debe basarse en imponerle madurez repentina, sino en acompañarlo con empatía y paciencia. Recordemos que el amor no se divide, se multiplica, y con pequeños gestos de comprensión podemos hacer que el primogénito entienda que, aunque la familia crezca, su lugar en ella sigue siendo tan especial como siempre.
…
*Psicóloga, Magister en Psicología Jurídica y Forense Técnica en Investigación judicial y criminal.
LinkedIn: Claudia Acevedo