El hambre aumentó en 2021 y en varias regiones del mundo subió de una manera que no se había visto antes. Este es uno de los hallazgos del más reciente informe de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). El reporte lanzado en julio de este año muestra la situación en la que está la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo.
Otro de los resultados del reporte es que una tercera parte de la población mundial enfrenta inseguridad alimentaria moderada, es decir, que sus alimentos no son los adecuados para una buena nutrición o que esas personas se tienen que saltar algunas de las comidas diarias. Mientras que esa inseguridad es grave para 923 millones de personas, lo que implica que pasan un día entero o más sin comer nada.
Y lo más preocupante es que la seguridad alimentaria está cada vez más en riesgo. La FAO afirma que entre 702 y 828 millones de personas se vieron afectadas por el hambre en 2021. Es decir, 103 millones más de personas que las registradas en 2019 y 46 millones más que en 2020.
Además, el año pasado, la inseguridad alimentaria aumentó en todas las regiones, excepto en Asia. Mientras que en África y América Latina y el Caribe alcanzó niveles que no se veían desde 2014, cuando la FAO comenzó a hacer la escala para medir la prevalencia de la desnutrición.
Según el organismo de la ONU, hay tres factores que han aumentado la cantidad de personas con hambre: las contracciones económicas que empeoraron con la pandemia del Covid-19, los conflictos armados como la guerra en Ucrania y la crisis climática.
Sobre este último punto, ya habían advertido los científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que le reportan a la ONU. En su informe de 2018, afirmaron que la seguridad alimentaria se estaba viendo afectada por el aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de las lluvias y la mayor frecuencia en los eventos extremos, como las prolongadas sequías o los periodos de inundación.
Todo esto está disminuyendo los rendimientos de algunos cultivos, como el del maíz y el trigo. Por otro lado, el calentamiento de la Tierra golpea fuertemente las siembras en las regiones secas y en las de alta montaña. Incluso, el calor excesivo está haciendo que las frutas y las verduras sean de menor calidad nutricional. Del otro extremo, las inundaciones excesivas han hecho perder miles de cultivos.
Estas situaciones, sumadas a las dificultades de exportación de cereales de Ucrania y Rusia (que juntos producen el 30% de dichos productos) y al incremento histórico de la inflación en múltiples países, son las responsables de agravar la seguridad alimentaria. Al menos 45 países son los que enfrentan el mayor riesgo de una crisis de alimentos, según Boston Consulting Group.
Estas naciones están más expuestas pues suelen depender en gran medida de las importaciones alimentarias, tienen altos niveles de pobreza extrema y enfrentan, además, altos riesgos climáticos.