Por: Javier García Gelvez/ Sobre corrupción se escribe casi a diario, es un tema de comidilla en todos los estrados, hace parte de la agenda pública, es un cáncer que afecta la vida en todas sus aristas de los colombianos; sin embargo, las acciones que se adoptan para contrarrestar sus efectos se quedan en simples saludos a la bandera.
No se trata simplemente de hurgar la herida, sino también de aceptar la responsabilidad como colombiano del vertiginoso crecimiento de los hechos de corrupción sin que de nuestra parte se vislumbre un cambio actitudinal para superar este fenómeno.
O es que cuesta admitir que a menudo hacemos uso del comercio informal como fuente de suministro de bienes y servicios, o es que nunca hemos comprado un cd pirata, o no se han colado en el país de las filas, o comprado replicas triple A de prendas, o adquirido licores sin estampillar, o quien no ha mercado en las afueras de los supermercados, y ni hablar de los miles de colombianos que le niegan la oportunidad a los más pobres de ver satisfechas su necesidades básicas por no utilizar el transporte formal; Ah pero claro por tratarse de operaciones que individualmente no son muy representativas las podemos realizar sin el más mínimo asomo de vergüenza y esto simplemente nos convierte en corrupticos.
La economía informal ha crecido en forma vertiginosa en las propias narices de los agentes que legalmente están constituidos para impedirlo; por supuesto esto es un fenómeno que golpea fuertemente a los pobres y que dificulta el crecimiento económico y roba los recursos que deberían canalizarse para atender los servicios esenciales de la comunidad.
Si a esto le sumamos que en Colombia entre el 2009 y 2016 se reportaron 3.966 casos de corrupción, Colombia ocupa el puesto 83 de los países más corruptos del mundo, la corrupción representa el 1,6% del PIB, el costo de los sobornos entre 1991 y 1996 fueron de $742.000 millones anuales, entre 1991 y 2011 el costo de la corrupción para Colombia fue de $189 BILLONES y hoy en día estas cifras pueden duplicarse fácilmente.
No es difícil identificar las principales causas de corrupción en Colombia, y entre las más fuertes es hacerse el pingo por parte de los funcionarios en el ejercicio de sus funciones, además la conducta del tape tape ha venido acrecentando los niveles de corrupción, y si a esto le adicionamos el apetito desmesurado de poder y riqueza de algunos gobernantes que quieren perpetuarse en el poder y la debilidad en los agentes de control que agonizan y forman parte de una cadena de supervisores que fracasaron en el cumplimiento de su deber como guardianes del erario y que seguramente sucumbirán victimas de su propia negligencia.
Vivimos en una sociedad donde la corrupción es sistémica, se han arraigado prácticas como la de ofrecer y demandar sobornos para mantener los servicios o los estándares económicos, se volvió costumbre en la mente de la mayoría de las agentes a tal punto que se institucionaliza este comportamiento. De este modo los servicios que se consiguen del sector público terminan dependiendo de las conexiones, de la habilidad de sobornar o participar en diversas redes de corrupción.
En los municipios y departamentos está a punto de fracasar el actual esquema de descentralización trazado desde la constitución de 1991 debido a la infiltración de estructuras delictivas que ponen en peligro la viabilidad de los entes regionales.
Si a esto le sumamos que la corrupción vive entre los intereses individuales y las búsquedas por sociedades justas, es decir mientras más alejados estemos de conseguir una sociedad incluyente y justa, más cerca de promover conductas corruptas estaremos; La naturaleza humana es insaciable y esto hace que con facilidad no estemos satisfechos con lo que tenemos; pero si la lógica social que impera alienta y eleva el deseo de poseer y consumir por encima de las necesidades, entonces habremos fracasado en el intento de construir cultura trascendiendo el estado de naturaleza.
La cautela es una característica que han venido perfeccionando los corruptos y esto les permite moverse en la delgada línea entre lo legal y lo ilegal y así gozar de impunidad gracias a las normas garantistas que los amparan.
Pareciera que ser corrupto es estar de moda, impávidos y sin ruborizarse diariamente los medios de comunicación hacen referencia a hechos que implican actos de deslealtad o hasta de traición con respecto al sistema normativo vigente en cabeza de grandes personalidades como banqueros, constructores, comerciantes, y toda la gama de profesionales existentes departiendo en los mejores clubes sociales disfrutando de un exquisito Macallan.
Es allí donde en donde se han gestado los más grandes golpes a las finanzas del estado, ha sido allí en donde se han repartido los fortines que se abastecen de los impuestos de todos los colombianos en detrimento de la calidad de vida de los más pobres; esto no es un asunto de creación de más normas, tampoco es un tema de implementación de veedurías que a la postre terminan igual o más contaminadas, ni siquiera es algo que tenga que ver la implementación de medidas fuertes y castigos ejemplares porque sin lugar a dudas habrá siempre un camino para ablandar tales escarmientos.
Se trata entonces que los colombianos no solamente rechacemos las conductas anti éticas, sino que además desarrollemos una cultura de respeto por lo ajeno, fomentemos la educación como única herramienta de cambio, eliminemos de nuestra cotidianidad las acciones corruptas y corrupticas y con seguridad un mejor horizonte se avizorará para futuras generaciones.
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