Por: Andrés Negrete/ Movilizaciones, protestas y vandalismo vivimos durante largas jornadas persiguiendo cambios a la institucionalidad de nuestro país; exigencias hechas a nuestros gobernantes y llamados a la población en pro de apoyo al paro. Concluir si rindieron frutos las marchas en las diferentes capitales de Colombia, es una tarea compleja, pero sobre todo ilusa.
Desde anteriores columnas venia manifestando que, sí a la movilización social, pero no, al vandalismo y al oportunismo político. Estas jornadas que agitaron el corazón de los ciudadanos, nos permite ver que, la verdadera movilización es en las urnas y no precisamente en la calle, pues, es una verdad que nuestra democracia “participativa”, no prevé de herramientas útiles a la ciudadanía que le permitan participar directamente en la toma de decisiones y que obligue a nuestros gobiernos nacionales y locales aplicarlas.
Por el contrario, pareciera una burla de la clase política para como la ciudadanía cuando salen a decir que apoyan el paro y las demandas sociales, pero cuando están legislando y tomando las decisiones de política pública más importantes, no se detienen a pensar en el ciudadano de a pie, sino que burlándose de las ilusiones de la gente deciden mantener el Statu Quo que solamente beneficia a una clase dominante y burocrática que solo mira los intereses de la oligarquía que se divide las riquezas de este hermoso país, mientras en las calles muchos no se contagian de la realidad que vivimos.
Que sea esta la oportunidad para hacer un llamado a todos los colombianos para que en las próximas elecciones se contagien, pero no del virus ¡Dios nos proteja!, se contagien de empatía y amor por este hermoso país y salgan a las urnas a elegir una patria distinta, una que sí tenga en cuenta las necesidades de la gente de nuestra gente, una que se preocupe por realizar las reformas a la institucionalidad que nos gobierna, una que reforme el sistema político y permita hacer de la democracia una verdadera participación de todos en las decisiones que nos afectan, una reforma a los partidos políticos para que no se sigan vendiendo y rifando los avales para postularse a los cargos de elección popular, una reforma a la justicia para que esta llegue a todos los rincones de nuestra patria, mejoras laborales, una reforma a la educación y la salud para que todos y todas tengamos acceso a ella, sin distinción de ningún tipo.
No es fácil la tarea de construir un país mejor; arduo es el trabajo que conlleva transformar la realidad política, social y económica de esta patria, pero, fácil es contagiarse de la empatía que necesita el país, esa empatía que nos permite reconocernos en los demás, entender el sufrimiento de muchas familias, pero, sobre todo hacer realidad el verbo que Jesús en la cruz predicó: amarnos los unos a los otros, significa hacer realidad el sueño de un país para todos.
No permitamos que el odio y la polarización nos nuble el buen juicio, por el contrario, debemos reflexionar para entender que vivimos una realidad en crisis producto no solo de la pandemia Covid-19, sino, un acumulado histórico de injustas decisiones políticas y falta de participación, que nos tiene en aprietos; por eso, debemos contagiarnos de empatía, vaciar nuestros corazones de todo sentimiento de odio, rabia o rencor, para darle paso a un corazón limpio que permita pensar en todos como un familia.
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