Por: Hugo Hernando Bernal Vallejo/ Hay dos tipos de catástrofes de origen social que se nos vienen pierna arriba. La primera es la catástrofe ecológica. La segunda, es la catástrofe moral, en la cual se evidencia la pérdida de valores y la corrupción. De no hacerse cambios para evitar que progresen, tanto la Tierra como la Humanidad se ponen en riesgo de desaparecer.
Estas catástrofes han desequilibrado el planeta, y en el esfuerzo por buscar un equilibrio social han promovido la disparidad entre grupos sociales; creando así, un sin número de situaciones que afectan la humanidad. Una humanidad que ya se encuentra afectada con pandemias y guerras civiles. El desequilibrio del planeta deja constantemente a la humanidad sin la posibilidad de fortalecerse para enfrentar las catastrofes sociales como sociedad.
Se ha iniciado una nueva era geológica, la del Antropoceno, donde el hombre no solo es responsable de la destrucción de su propia existencia si no de la de otros seres biológicos. La disparidad promovida por el desequilibrio social ha dado pie a que la humanidad sea individualista y tome posesión de sus pertenencias sin importar las consecuencias en la sociedad.
Cada minuto que pasa se evidencia el continuo deterioro de las fuentes de vida: agua, suelos, aire, y otros. Como bípedos racionales solo tenemos un camino: cambiar la relación que hemos tenido con el cosmos.
La solución de esto no está en la ciencia. De hecho, para mí, la ciencia tiene mucho que ver en el origen de las catástrofes que estamos viviendo. No, la solución está en nuestras manos y las alternativas son claras: o cambiamos, o las consecuencias de nuestros propios actos, pasados y actuales, nos van a cambiar de manera drástica.
Debemos cambiar el paradigma que relaciona a el hombre como rey de la naturaleza. Hay que cambiarlo por uno nuevo. Abandonar el yo, y hablar de nosotros. Aprender de otros paradigmas que funcionan y adaptarlos. Todos en la naturaleza tenemos derecho a ser valorados e incluidos en la sociedad según el valor que aportamos.
Lo que nos rodea y complementa es lo que permite el balance del planeta. Desde la naturaleza, los ríos, hasta los animales de compañía. Todo y todos juegan un papel esencial en el equilibrio social. Pero no todas las sociedades así lo reconocen. La disparidad se promueve desde los entes gubernamentales. Por ejemplo: La Corte Constitucional Colombiana determinó que los animales no son sujetos de derecho, sino objetos de protección constitucional, argumentación que se aleja de la tradición jurídica romana.
Desde hace más de dos siglos, los seres humanos no somos las únicas personas para el derecho. Aunque en el siglo XIX sonaba tan raro darle derechos a una empresa como ahora lo es reconocérselos a un río (o un parque natural o a un chimpancé).
Me dirán que ni los árboles ni los ríos, por sí mismos, pueden demandar a quienes violen sus derechos. Pero tampoco lo pueden hacer las empresas, que necesitan representantes legales. La solución que adoptó la Corte Constitucional es la estándar en estos casos: nombrar representantes (guardianes) que velen por la integridad del Rio Atrato, por ejemplo, y exijan su descontaminación. La misma solución que hace unos meses acogió Nueva Zelanda, al otorgarles derechos a un río (el Whanganui) y un parque natural (el Te Urewera), y también una corte de India que declaró el río Ganges sujeto de derechos.
Los operadores jurídicos con funciones judiciales, algunos, están cambiando los paradigmas como lo mencioné en las referencias anteriores. El ser humano, supuestamente racional, es el que debe cambiar las relaciones consigo mismo, con sus semejantes, con el cosmos y con Dios.
Todo cambio o nuevo paradigma requiere una conciencia cultural.
Todo cambio o nuevo paradigma debe soportarse en unas columnas, que las garanticen y lo justifiquen ante pensadores perspicaces. Siempre habrá resistencia al cambio por motivos egocéntricos y fútiles.
Columna uno: A través de la cultura se puede lograr una reingeniería humana, para tener al ser humano ético que la sociedad requiere, dotado de dar amor y eliminar el elemento depredador.
Columna dos: El ser humano producto de la reingeniería va a tener claro que hacemos parte de la naturaleza, que es el todo. Todo ser vivo tiene un valor en sí mismo, debemos respetarlos y protegerlos, así nos aprovechemos de él para subsistir, pero manteniendo su existencia. El respeto por el otro nos obliga a la tolerancia
Columna tres: Debemos mantener la ecuación corazón y razón. Es un tema espiritual que es la ley de la compensación, lo que se hace se paga. Si destruye serás destruido. Póngale la firma.
Columna cuatro: Solidaridad y la cooperación deben ser la motivación y la finalidad de las relaciones con el otro, ser racional o no. Fortalecer la igualdad del todo con las partes.
Columna quinta: La responsabilidad colectiva frente a la individual. Cambiemos el discurso no hablemos de “Yo”, hablemos de nosotros. Actuemos de tal manera que las consecuencias no lesionen a los seres vivos y orgánicos.
El oscurantismo la revivimos durante el año 2020 con enfermedad y muerte; una pandemia maldita, que materializó la miseria de la humanidad y que no ha generado conciencia en el bípedo racional, que abandonó lo espiritual y vive su animalidad dentro de la ley del más fuerte.
*Abogado, poeta e investigador cultural.