Por: José Luis Arias Rey/ Pasado casi un mes de haber iniciado el confinamiento derivado de la pandemia que aqueja a la humanidad, son muchas la reflexiones que he podido hacer en medio de esta situación que nos aqueja a la mayoría de los seres humanos en el planeta.
Como ambientalista, he visto con beneplácito, el renacer de la naturaleza en todos los sitios en donde los humanos hoy estamos confinados, el aire se siente más puro, los animales hoy retornan a los lugares de donde habían sido desplazados por la presencia humana, como queriendo reivindicar su hábitat, las aguas se ven más claras y el mundo pareciera ser mejor sin nuestra presencia en él, esto nos lleva a hacer un acto de contrición con la naturaleza misma, de aquí en adelante tenemos que revaluar nuestro comportamiento y nuestra forma de interactuar con nuestros semejantes y con el hábitat al cual pertenecemos, estoy seguro que la vida jamás volverá a ser igual, la historia de la humanidad se verá dividida en antes del Covid-19 y después del mismo, nunca más volveremos a tener los modelos de contacto e interacción que hasta hoy eran tan comunes y parecían inamovibles, ir a un centro comercial, a un cine, a una fiesta, un concierto o un partido de fútbol, ya no será igual, nuestra vida retorna a los primigenios orígenes de la sociedad; a la familia, a lo cercano, a lo elemental, este es un llamado de atención a la humanidad para que abandone las prepotencias de la opulencia y volteemos la mirada a nuestros seres queridos, abandonados tantas veces por las ansías de poder y de dinero, elementos que hoy de nada sirven para devolvernos la tranquilidad perdida por cuenta de esta difícil prueba a que nos vemos expuestos todos.
He visto resurgir en mis congéneres virtudes que sentía estaban perdidas en medio de los afanes de la modernidad, he visto gente con poco compartir lo que tiene, con quien nada tiene, he recibido cientos de llamadas de aquellos que me aprecian y sienten que algo valgo en sus vidas, personas que llaman buscando palabras de aliento, pero que también llaman para brindarme tranquilidad en medio de tanta incertidumbre, gracias por pensar en mí y en los míos, gracias por hacerme sentir su presencia y si bien, no los tengo al lado para darles un abrazo, sus palabras sirven de bálsamo para suavizar esta situación.
Pero no todo es bueno, sufro al ver que hay personas que parecieran no entender que nuestra vida cambio y que debemos rectificar el camino, veo comerciantes aprovechándose de la situación para amasar más fortuna, que pobres son, no entienden que el dinero, no servirá de nada cuando la plaga llegue a la puerta de su casa, veo un sistema financiero divorciado, de aquellos que hasta hace pocos días eran sus clientes, no entienden que no pueden matar las gallinas de los huevos de oro, para sacarles los huevos que llevan dentro, no entienden que deben ser nuestros aliados, en medio de esta situación calamitosa que nos embarga; siento vergüenza de aquellos que discriminan a los miembros de los cuerpos de salud, que heroicamente salen a librar un batalla, que nunca han librado, pero que con actitud estoica libran por el bien de la humanidad, somos tan primarios, tan elementales tan individuales, no entendemos que la vida se protege tomados de las manos, siendo solidarios, siendo empáticos, siendo generosos con todo el mundo.
Siento vergüenza de ver personas a quienes solo les importa la satisfacción de sus intereses personalísimos, personas haciendo deporte en medio de esta situación, desconociendo las más mínimas reglas de convivencia y solidaridad, gente reunida en las calles bebiendo como si la situación estuviera para celebraciones, pobres seres humanos, a quienes el humanismo solo les llego en un pasquín de esos que imprimen las universidades y la publicidad, para lavar sus culpas en medio del inhumanismo que los embarga.
Somos el producto de una metamorfosis del alma en donde privilegiamos nuestra avaricia y nuestro egoísmo, somos incapaces de pensar de manera colectiva, perdimos la compasión por el otro, somos la peor peste que el mundo haya soportado.
Veo un gobierno dando palos de ciego, para sortear esta situación que nos llegó sin avisar, que llego para cambiarnos desde adentro y desde afuera, el estado colombiano debe honrar esa retorica constitucional contenida en nuestra carta magna, si, esa contenida en el artículo 1º de nuestra Constitución, donde nos autoproclamamos como un estado social de derecho, eso no puede quedar plasmado como una mera enunciación constitucional, ello conlleva a que nuestro estado sea un estado antropocentrista, un estado en donde el centro de su accionar sea el hombre, la vida y la dignidad humana, privilegiar la economía y el desarrollo productivo, por encima de los seres humanos que le sirven y que la impulsan, constituye una vergüenza para la humanidad misma.
No la tienen fácil nuestros gobernantes, es difícil, en medio de tanta precariedad, ayudar a todo el mundo, pero no se puede privilegiar a unos y abandonar a su suerte a otros, vemos como se han brindado alivios a estratos 0, 1, 2 y 3, pero estamos dejando de lado a los estratos 4, 5 y 6, que son los que mueven el aparato productivo del país, los que tributan a las arcas del estado, los que subsidian a los más pobres, ese cúmulo de ciudadanos, después de haber dejado sus entrañas por este país, hoy no tiene dolientes, los pobres los ven como ricos, el estado los erige como los obligados a soportar con sus patrimonios, la política social del Estado y ellos sienten desfallecer en una lucha en la cual fueron escogidos como la carne de cañón a ser sacrificada, la clase media en estas circunstancias, está condenada a desaparecer en medio de la adversidad que le hicieron propia pero que en realidad nos corresponde a todos.
El Estado debe variar el modelo de inversión trazado antes de la pandemia, debemos sacrificar la inversión en infraestructura, para privilegiar la inversión social, debemos garantizar la vida digna de todos los colombianos.
Siento vergüenza pesar y lastima por colombianos que no aportan nada distinto al veneno que expelen de sus almas, que desean que al gobierno le vaya mal, que sueñan que haya muchos muertos, que la economía se desbarranque, para poder echarle la culpa al gobierno de turno, esperan cazar en rio revuelto para hacerse a un poder, que de nada les habrá de servir, por que tendrán que administrar la mortaja de lo que fue una gran nación y que por cobardía, egoísmo y mezquindad dejamos que se convirtiera en un cadáver maloliente.
Si algo salva a una nación en las épocas de crisis, es su capacidad de trabajar unida por un objetivo común, ese objetivo es el centro del accionar de la política, de la economía y del derecho: La felicidad humana.
Ya veremos de qué estamos hechos, hoy enfrentamos el reto más grande de nuestras vidas, no podemos pasar a la noche de la historia como unos ineptos y cobardes que no fuimos capaces de superar los retos que se nos impusieron.
*Abogado y Magister en Derecho Público
Twitter: @asjuram