La paz es uno de los valores más importantes con los que contamos, ayuda a que nuestra existencia sea más agradable y plena, este valor no impide que haya enojos y enfrentamientos.
Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Si nos preguntan a los colombianos que si queremos la paz el 99.9% diremos que sí, obvio hay unos que viven en y de la guerra, ahora bien, ese SI, es un sí que solo se refiere a la guerra en los campos, a la guerra entre grupos armados, narcotráfico y delincuencia, sin que nos toque intervenir.
Una cosa es querer la paz y otra diferente ser personas de paz, tolerantes y conciliadoras, vamos a situaciones cotidianas de la sociedad civil: una cola en un banco, en un supermercado, conducir o caminar por cualquier ciudad del país, un salón de clase, una empresa, un estadio de futbol, un concierto, una zona de rumba, etc. ¿pregunto, que pasa si la fila esta lenta? ¿o alguien se quiso colar?, ¿al conducir tu carro alguien te cerro, o te adelantó, o te pito?, ¿alguien no hizo bien su trabajo?, ¿llegan hinchas del otro equipo?, ¿alguien sin querer te empujo bailando?, ¿en fin, que se presente cualquier situación no grave, cual es la reacción de quien dice que quiere la paz?
La Paz no sólo significa ausencia de guerra, sino que implica tener un entorno libre de toda forma de violencia, implica vivir en armonía con nuestro interior, es decir, es el camino que debe llevarnos a respetar, aceptar y tolerar a los demás.
Las relaciones entre las personas no siempre son fáciles, con mucha frecuencia nuestro trato con los demás da lugar a disgustos, rivalidad, enfrentamientos y pleitos, ello ocurre no sólo entre extraños, sino también entre padres e hijos, hermanos, esposos, novios y amigos, es imposible que siempre estemos de acuerdo en todo.
Un mundo en el que sólo hubiera armonía, fraternidad y amor puede parecer atractivo, pero solamente existe en la fantasía, la realidad está hecha de luces y de sombras, de tranquilidad y de conflicto, de acuerdos y desacuerdos, de entendimiento e incomprensión, no obstante, si nos dan a elegir, todos preferimos vivir en armonía y todos tratamos de llevarnos bien con los demás, pese a que, en ocasiones, esto resulte complicado.
La paz es uno de los valores más importantes con los que contamos, ayuda a que nuestra existencia sea más agradable y plena, este valor no impide que haya enojos y enfrentamientos, pero si cultivamos, difundimos y defendemos la paz lograremos que el mundo sea un mejor lugar para vivir, hagamos de Colombia un mejor lugar para vivir.
Una persona pacífica es una persona serena que no se deja afectar por las circunstancias desfavorables que pueda hallar en su camino y jamás reacciona con violencia, nunca pierde el dominio de sí misma, sus principales recursos para tratar los conflictos con los demás son la reflexión, el diálogo y la búsqueda de acuerdos, ahora preguntémonos ¿somos así?, ¿actuamos así?
A nuestro país le ha sido esquiva la Paz, las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno iniciaron a partir de 1982, con el proceso de paz de Belisario Betancur entre 1982 y 1986, seguimos pensando que los intentos de paz del presidente Betancur fracasaron, pero hay que reconocer que en su gobierno hubo un cambio importante en la dirección del discurso político del país, se reconoció que la oposición armada es un actor político y que es necesario abrir un diálogo con ella.
A partir de allí se dio una negociación con el gobierno de Virgilio Barco el 9 de marzo de 1990 en Caloto, Cauca, se firmó el primer acuerdo de paz entre una guerrilla y el Estado colombiano. El M19 acepto que la guerra no era la solución y resolvió deponer las armas, se logró una paz parcial, no completa, puesto que dejó los principales grupos por fuera.
Nuestro conflicto ha carecido de una marcada impronta rural, en Colombia la pobreza en el campo cuadruplica los niveles del nivel urbano, vemos como más del 80% del presupuesto nacional se condensa en el gobierno central.
En el país casi la mitad de la población vive en situaciones de marcada vulnerabilidad, especialmente en el litoral Pacífico y en la región Caribe, sin olvidar que somos uno de los cinco países más desiguales del mundo, tanto de acuerdo con el índice de pobreza multidimensional que trabaja Naciones Unidas como respecto de los medidores de concentración de la riqueza y de propiedad de la tierra.
Durante décadas en las ciudades hemos vivido a espaldas de la violencia armada, en nuestro país existen municipios sin presencia policial, basta con hacer turismo por nuestro país y adentrarnos en su profundidad, para darnos cuenta hasta qué punto Colombia es un Estado con más territorio que soberanía, en Colombia en pleno siglo 21 encontramos cientos de municipios sin luz eléctrica, sin vías de acceso, sin agua potable, con notables niveles de mortalidad infantil.
Se cometieron errores en la firma del acuerdo de paz con las farc eso es claro pero el mayor de todos fue el no ocupar los territorios que estaban en poder de este grupo, las fuerzas militares debieron pasar a controlar dicho territorio, para establecer las condiciones mínimas de seguridad que permitiesen al Estado adentrarse en un territorio en donde no tuvo presencia durante décadas, no sabemos si por incapacidad o por falta de voluntad, esta circunstancia nunca aconteció, por ello estos territorios que presentaban mayores niveles de violencia producto de la lucha armada, lo son igualmente en la actualidad.
La paz no es la ausencia de guerra, la paz es la ausencia de las condiciones materiales y simbólicas que alimentan esa guerra, de manera que, si éstas no se superan, nada garantiza que la violencia se supere, el caldo de cultivo idóneo para la violencia sigue fértil, siendo el narcotráfico el principal actor en esta guerra sin sentido, en la última década, se ha pasado de 48.000 hectáreas cultivadas a más de 200.000, haciendo que Colombia vuelva a su pasado donde se nos miraba como sinónimo de narco estado.
El gobierno anterior le hizo mucho daño al proceso de paz, llegó con todo un andamiaje político dispuesto a polarizar, ensombrecer y desdibujar cualquier compromiso que resultase del acuerdo y optó por todo lo contrario.
Debemos admitir que para llegar a la paz en Colombia se necesita el concurso de la comunidad internacional, esta participación tendría como función impedir que se rompan las negociaciones, que se incumpla lo pactado como se ha visto hasta la fecha, si revisamos procesos de paz en el mundo la participación activa de otros gobiernos y otros agentes internacionales que podrían estimular la negociación, la agenda de reformas y vigilar la ejecución de un acuerdo final de la paz, como lo son las Naciones Unidas o algunas organizaciones no gubernamentales, han sido fundamentales, solos no llegaremos a esa paz total de la que estamos hablando.
Estoy convencido de que se puede llegar a una paz negociada en Colombia, no podemos seguir desperdiciando las oportunidades de negociación cuando se presenten, pregunto: ¿Cuántas generaciones de colombianos hemos experimentado la guerra?
Ya es tiempo de terminar con la idea de que Colombia es excepcional y de que la violencia es una característica permanente de la vida política del país, aprendamos tanto de las experiencias internacionales como de las experiencias colombianas en materia de negociaciones. Así, poder encontrar una solución definitiva al conflicto armado.
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*Profesional en Mercadeo
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