Por: Pedro Bernard Sarqués Plata/ Desde un punto de vista pedagógico, el choque generacional puede tener tanto aspectos positivos como negativos. Por un lado, los profesores mayores suelen aportar una vasta experiencia y conocimientos profundos en su campo, lo cual puede ser extremadamente valioso para los estudiantes. Su madurez y experiencia de vida pueden ofrecer perspectivas únicas y un enfoque más sabio en la enseñanza.
Por otro lado, las diferencias en la manera de comunicarse, los métodos pedagógicos y la comprensión de las nuevas tecnologías pueden generar tensiones. La brecha generacional puede hacer que algunos profesores se sientan desconectados de las realidades y expectativas de los estudiantes actuales, lo que podría llevar a una decepción generacional por marte del profesor en su enseñanza.
Tomemos como ejemplo el caso de Javier, un docente universitario con más de 50 años de edad, quien se presentó a una entrevista para una posición académica. Durante la entrevista, su potencial jefe, un hombre de poco más de 40 años, expresó su preocupación de que un profesor universitario de 50 años no diera la talla al tratar con jóvenes de hoy en día. Según el entrevistador, los estudiantes actuales son perezosos, poco disciplinados y desean todo con el menor esfuerzo posible. Esta afirmación sorprendió a Javier por varias razones.
Primero, le llamó la atención que alguien de 40 años se sintiera «viejo» en comparación con los estudiantes universitarios. Juan, con sus 50 años, se sentía de maravilla y lleno de energía para enseñar y guiar a las nuevas generaciones. No entendía cómo un profesor de su edad podría ser considerado demasiado mayor para los estudiantes. Esto lo llevó a cuestionar qué tipo de profesor busca realmente una institución universitaria hoy en día.
Javier reflexionó sobre la idea de que quizás las universidades están buscando profesores más jóvenes, con capacidades técnicas apenas aceptables, pero con una mayor empatía generacional con los estudiantes. ¿Es esto lo que realmente necesitan los estudiantes? ¿Un profesor que se identifique más con su cultura y sus hábitos, pero que carezca de la profundidad y la experiencia que solo los años pueden brindar?
En mi opinión, el verdadero problema no radica en la edad del profesor, sino en su capacidad de adaptarse y actualizarse. Un profesor mayor de 50 años puede ser perfectamente capaz de conectar con sus estudiantes si está dispuesto a aprender y entender las nuevas tecnologías y metodologías de enseñanza. La madurez y la experiencia no son impedimentos para la enseñanza; al contrario, pueden ser grandes ventajas si se combinan con una mente abierta y una disposición para adaptarse.
El desafío para las universidades es encontrar un equilibrio. No se trata de reemplazar a los profesores mayores con jóvenes recién graduados, sino de crear un ambiente en el que la experiencia y la juventud puedan coexistir y complementarse. Los profesores mayores pueden ofrecer mentoría y sabiduría, mientras que los profesores más jóvenes pueden aportar nuevas ideas y enfoques innovadores.
Volviendo al caso de Javier, al intentar convencer a su entrevistador de que era el candidato ideal, se encontró defendiendo no solo su capacidad como docente, sino también la valía de la experiencia y la madurez en la enseñanza. Argumentó que su experiencia en diferentes instituciones educativas de prestigio, así como su aplicación de diversas pedagogías, le permitían adaptarse a las necesidades de cualquier grupo de estudiantes. Sin embargo, no pudo dejar de pensar en el impacto que esta conversación tendría en su percepción de la enseñanza universitaria.
Podríamos concluir, que el choque generacional entre profesores y estudiantes es una realidad que no puede ser ignorada. Sin embargo, en lugar de verlo como una barrera, debemos considerarlo una oportunidad para enriquecer el proceso educativo. Los profesores mayores tienen mucho más que ofrecer, y con la actitud correcta, pueden superar cualquier brecha generacional. Las universidades deben valorar la diversidad de experiencias y fomentar un ambiente donde todas las generaciones puedan aprender unas de otras. Al final del día, lo que importa no es la edad del profesor, sino su pasión por enseñar y su compromiso con el aprendizaje continuo.
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*Ingeniero de Sistemas, director de proyectos de innovación tecnológica.