Por: Pedro Bernard Sarqués Plata/ Según Nicolás Maduro, WhatsApp se ha convertido en un instrumento que multiplica el odio y el fascismo en Venezuela. En lugar de WhatsApp, ha propuesto el uso de aplicaciones de mensajería como Telegram y WeChat, ambas plataformas que, aunque más difíciles de monitorear para los actores externos, no están exentas del control gubernamental en sus respectivos países.
La restricción de mensajería como herramienta de poder
Para entender el trasfondo de esta decisión, es útil observar cómo otros países han abordado la restricción de aplicaciones de mensajería con fines similares.
China: El gobierno chino ha bloqueado WhatsApp y ha promovido alternativas locales como WeChat, que son ampliamente conocidas por su estrecha colaboración con las autoridades en términos de censura y vigilancia. Este control es parte de un ecosistema donde el Partido Comunista Chino asegura que la información fluya en una dirección que fortalezca su poder y suprima cualquier forma de disidencia.
Irán: En Irán, aplicaciones como Telegram y WhatsApp han sido bloqueadas repetidamente durante períodos de protesta. Aquí, la narrativa gubernamental se centra en la «seguridad nacional» y el «orden público», pero en realidad, estas medidas están diseñadas para evitar que los ciudadanos se organicen y protesten contra el régimen.
Rusia: En un esfuerzo por controlar las comunicaciones, Rusia intentó bloquear Telegram después de que la empresa se negara a proporcionar claves de cifrado al gobierno. Las autoridades justificaron esta acción como necesaria para combatir el terrorismo, pero es evidente que el control de la información y la supresión de la disidencia eran los verdaderos objetivos.
No es casualidad que los países mencionados sean los mismos que han mostrado afinidad con el régimen actual y han reconocido la reelección del presidente Maduro.
Control y vigilancia
La decisión de Maduro sigue el mismo patrón. En un país donde la libertad de expresión y la prensa libre han sido erosionadas sistemáticamente, la restricción de WhatsApp se presenta como una medida de «protección» para las fuerzas de seguridad y los líderes comunitarios. Sin embargo, detrás de este discurso de protección se esconde una clara intención de controlar el flujo de información y limitar la capacidad de los venezolanos para comunicarse libremente y organizarse.
Telegram, aunque inicialmente percibida como una aplicación más segura, no está libre de los intentos de control estatal, como lo demuestra el caso de Rusia. WeChat, por otro lado, es un ejemplo de una plataforma que opera bajo la estricta vigilancia del gobierno chino, un modelo que Maduro probablemente desearía replicar en Venezuela.
La libertad de expresión en juego
La restricción de WhatsApp en Venezuela no es solo un movimiento para proteger a las fuerzas de seguridad; es un paso más en la consolidación del control del Estado sobre la comunicación y la información. Como hemos visto en China, Irán y Rusia, estas medidas son presentadas como necesarias para la seguridad nacional, pero en realidad, socavan las libertades fundamentales y fortalecen el poder de regímenes autoritarios.
En un mundo cada vez más interconectado, la libre circulación de información es esencial para la democracia y la justicia social. La decisión de Maduro de restringir WhatsApp no debe considerarse simplemente como un ataque a una aplicación de mensajería, sino como un ataque directo a la libertad de expresión y a la capacidad del pueblo venezolano de defender sus derechos. Te invitamos a reflexionar sobre el impacto de estas restricciones en la sociedad y a compartir tu opinión sobre cómo estas medidas afectan la libertad de comunicación en Venezuela y más allá. ¿Cómo crees que debería responder la comunidad internacional a estos intentos de control? Tu voz es importante en esta conversación global.
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*Ingeniero de Sistemas, director de proyectos de innovación tecnológica.