Las papeletas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Perú ya tienen nombres. Una primera vuelta ultra reñida abre la puerta a dos opciones opuestas al frente de la Presidencia de Perú.
Por un lado, el ganador de la primera vuelta con el 19,1 % de los votos, Pedro Castillo, líder de Perú Libre. Por otro lado, Keiko Fujimori, quien logró un 13,3 % de los apoyos, en el que es su tercer intento para llegar a la presidencia del país, al frente del partido Fuerza Popular.
El abismo que separa a ambos candidatos plantea un escenario muy polarizado que 25 millones de ciudadanos están llamados a resolver el próximo 6 de junio. En palabras del periodista peruano Jonathan Castro publicadas en el Washington Post : “El país se polarizará ante la pregunta: ¿Quién amenaza menos el sistema democrático?”.
Distintos expertos apuntan a la división del electorado entre el miedo a la izquierda radical y el temor a la vuelta del fujimorismo.
Abismo económico, confluencia conservadora
Pedro Castillo es un maestro rural, sindicalista, socialmente conservador y económicamente radical de izquierdas. Keiko Fujimori representa la herencia de las políticas de su padre. Eso sí, ambos coinciden en rechazar las políticas con perspectiva de género, pro derechos reproductivos y LGTBI.
El sindicalista Pedro Castillo aboga por un Estado fuerte, el fin de los monopolios empresariales y de “la explotación laboral”, según recoge El País. Castillo plantea la formación de una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Constitución, lo que implicaría la disolución del Congreso elegido en las urnas el mismo 11 de abril.
Castillo pasó de ser un desconocido a líder de una primera vuelta que, a priori, se hacía impredecible. Según señalan distintos expertos, las razones del ascenso del maestro pasan por su distanciamiento de las élites de Lima y su cercanía con la población de la Sierra Peruana.
Por otro lado, indican que, en una campaña tan concurrida, el maestro contó con los apoyos en las redes militantes docentes a las que pertenece. De hecho, el sindicalista se dio a conocer tras liderar una huelga educativa en 2017, por la mejora de las condiciones laborales del profesorado.
En cambio, la derechista Keiko Fujimori, reivindica el modelo económico neoliberal y la Constitución de 1993 redactada bajo el mandato de su padre, Alberto Fujimori, de quien es una acérrima defensora. De hecho, la candidata a la presidencia aseguró que, si llega al poder, indultará a su padre.
Su padre, Alberto Fujimori, cumple una pena de 25 años de cárcel por delitos de corrupción, robo y homicidio. Además, su gobierno fue responsable de la esterilización forzada de miles de mujeres procedentes de clase obrera y comunidades quechua.
La líder del partido Fuerza Popular está a su vez salpicada por escándalos financieros. Un fiscal peruano pidió, hace unas semanas, 30 años de prisión para Fujimori (hija) y la disolución del partido.
Las razones recaerían en los resultados de una investigación lanzada en 2018 por lavado de activos y cobro de donaciones millonarias de la constructora Odebrecht para sus campañas de 2011 y 2016.
A pesar del abismo que separa a los dos candidatos en el plano económico, ambos confluyen en su conservadurismo en términos de igualdad de género, derechos reproductivos y LGTBI. Coinciden en rechazar el matrimonio entre personas del mismo género, el aborto y la necesidad de implementar políticas con perspectiva feminista.
Un escenario político altamente fragmentado
El escaso apoyo de base de cualquiera de los dos candidatos suma dificultad a la difícil coordinación del ejecutivo con el legislativo. Un poder altamente fragmentado, polarizado y responsable de que el país haya conocido a tres presidentes en cuatro años.
El abogado y profesor Juan de la Puente explica a el diario El País que ”el Congreso elegido es mucho más conservador que los que hemos tenido en los últimos años y fragmentado. Esa correlación es interesante porque es muy probable que los sectores conservadores logren una mayoría parlamentaria para darle sostenibilidad a un Gobierno de Fujimori o para realizar una oposición dura al Gobierno de Castillo”.
Sea quien sea, el próximo Jefe del Estado peruano deberá enfrentarse a las secuelas de la pandemia, que en el país andino ha abocado a 1’8 millones de ciudadanos a la pobreza, que porcentualmente ya afecta al 27’5 de la población, según datos del FMI.