Por: Jhonathan Méndez/ En Bucaramanga, el mural “Las cuchas tienen razón” se sumó a ese lenguaje silencioso pero poderoso, replicando un mensaje que nació en Medellín y que ha cruzado fronteras, exigiendo justicia para las víctimas del conflicto armado. Sin embargo, su destino en la ciudad bonita fue el mismo que en su origen: el silencio impuesto por la pintura gris.
Cuando el arte se convierte en un grito
El mensaje de este mural no es gratuito. Hace referencia a las madres de la Comuna 13 en Medellín, quienes durante años han buscado a sus familiares desaparecidos en “La Escombrera”, un territorio marcado por la violencia y la impunidad. Al replicarse en Bucaramanga, Cali, Popayán, Bogotá y hasta Nueva York, este mural se convirtió en una acción solidaria, un símbolo de memoria que buscaba mantener viva una lucha que se niega a desaparecer.
Pero la censura no tardó en llegar. En Bucaramanga, un grupo de ciudadanos, con apoyo de integrantes de la reserva activa de la Fuerza Pública, cubrió con pintura gris la obra, argumentando que era un mensaje de odio y división. “Estamos borrando estos mensajes que lo único que han traído a Colombia es odio y destrucción”, afirmaron. Pero, ¿es realmente el arte el problema? o ¿es la verdad que esta detrás del arte la que incómoda?
Los muros son reflejo de la sociedad
Borrar un mural no borra la historia ni el dolor que representa. Es ingenuo pensar que, al cubrir con pintura un mensaje de resistencia, se silencia una lucha legítima. Si algo nos ha enseñado la historia del arte urbano es que los muros pueden ser pintados una y otra vez, pero las ideas que representan seguirán vivas en la gente.
Bucaramanga, al igual que muchas ciudades del país, ha sido testigo de cómo el arte se convierte en una forma de resistencia. Desde la “Rueda al Tambor” hasta los murales de protesta, la ciudad ha encontrado en sus calles un espacio para narrar lo que a menudo se quiere ocultar.
El arte es memoria, la memoria es cultura
Lo que ocurrió con el mural “Las cuchas tienen razón” nos obliga a cuestionarnos qué tipo de sociedad queremos construir. ¿Una en la que se respete la memoria histórica o una en la que la censura dicte qué podemos recordar y qué no?
La cultura no solo se expresa en galerías y teatros; también está en las calles, en la música, en los tambores que resisten y en los murales que se niegan a ser callados. Al final, la historia nos ha demostrado que la memoria es persistente y que, por más capas de pintura gris que se apliquen, siempre habrá alguien con un pincel dispuesto a devolverle la voz; Más allá de los discursos oficiales, el arte urbano seguirá siendo una forma legítima de expresión. Así como este mural fue borrado, es probable que vuelva a aparecer en otro muro, en otra calle, en otra ciudad.
Porque el arte siempre sera más fuerte que la censura; donde hoy hay un muro vacío, mañana habrá un nuevo grito de resistencia.
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*Artista y consejero cultural santandereano.
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